La turbulencia política del presente, que va desde el ascenso de la ultraderecha hasta el genocidio en Palestina, la crítica hacia los fundamentalismos y el arraigo de las ideas nacionalistas, así como la vigencia de cierta música de carácter político, como la de Kurt Weill —compositor de canciones para Bertolt Brecht, indispensable en su repertorio— son algunos de los temas que la cantante y actriz nacida en y asentada en Estados Unidos, , aborda en entrevista por la presentación de su espectáculo titulado "Noches íntimas de Kabarett", que se realizará el 23 y 24 de septiembre, a las 20:30 horas, en el con la también actriz y cantante mexicana Susana Zabaleta como invitada especial.

Conocida a nivel internacional por su repertorio, que reivindica la gran canción europea del siglo XX y la música de entreguerras, abarca no sólo al ya citado Weill, sino a leyendas como Marlene Dietrich y Jacques Brel, Ute Lemper ha ganado grandes premios, como el Laurence Olivier en 1998, el Theatre World Award en 1999 y el Oso de Berlín en 2000.

Su abanico de colaboraciones va de Michael Nyman y Philip Glass a Tom Waits, Scott Walker, Nick Cave y Roger Waters, líder de la banda de rock Pink Floyd, con quien tocó en el concierto por la caída del Muro de Berlín, a la edad de 27 años, colaboración clave para entender el mundo del que Lemper viene: un mundo que despertó con la resaca de la Guerra Fría y el nacimiento de una nueva Alemania, y a partir del cual la cantante puede hacer un contraste, un cotejo, para entender el escenario del presente.

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Kurt Weill y Bertolt Brecht, que tratan temas políticos, son fundamentales en su repertorio, ¿cómo dialogan estos temas con el presente?

En primer lugar, celebramos el aniversario 120 de Kurt Weill, así que, al mismo tiempo, festejamos la historia. Antes de mirar hacia la dimensión contemporánea, deberíamos estar seguros de que entendemos lo que él hizo en su época, cuando comenzó a escribir música, que fue revolucionaria, durante la década de 1920 del siglo pasado en la República de Weimar.

Este era un territorio bastante peligroso: sin libertad política y con el ascenso del fascismo, la ruptura de todas las tradiciones en la música, en la estética y en las convenciones sociopolíticas... Junto con Bertolt Brecht, quien tenía un trasfondo bastante más político, Weill fue un compositor que comenzó a utilizar el teatro como herramienta política, de forma absolutamente única.

De hecho, sigue siendo única hoy en día porque este tipo de género de teatro-musical, que posee aspectos educativos y pretende hacer que la gente sea consciente de las circunstancias y se alce, sigue siendo una forma extraña. La plataforma del show business suele ser puramente comercial, no confrontativa. Así que, en ese aspecto, hoy sigue siendo controversial en el sentido que se aproxima a tabúes contemporáneos como la democracia, la opresión, el género, los marginados, la criminalidad, el humor, los derechos de las mujeres, atmósfera de trabajo y la equidad. Pero el tema fundamental en Brecht es la explotación, la cual, actualmente, en nuestro sistema capitalista de libre mercado, es un gran problema.

Para continuar con el repertorio: hay un mundo, el de la gran canción del siglo XX, el de Jacques Brel y Marlene Dietrich, que parece desvanecerse en el vértigo del presente, ¿qué adjetivos le da a ese mundo que se pierde en la bruma del tiempo y cómo lo hace sobrevivir?

Sobrevive sólo con la individualidad, con la sensualidad y la humanidad del performance, con la libertad del performance. No hay nada que sea producido y sea estéril para cierto género o caso generacional. Hay algo meramente individual. ¿Y por qué debería desaparecer? Si Mozart nunca desaparece, si Simone de Beauvoir no desaparece, si Jacques Prévert no desaparece, si Virginia Woolf no desaparece... Éstas son expresiones artísticas que abordan la humanidad y la miseria humana. Creo que su propósito es que se mantengan vivas. Quizá algunas de las plataformas originales desaparecerán, pero en las nuevas generaciones permanecerán.

¿En qué momento se encuentra su exploración musical en el presente?

Todo cambia siempre. Mi pasado fue distinto a mi presente. He pasado de hacer performance en espectáculos y tener papeles principales en producciones musicales, a ser compositora, letrista, arreglista, productora, grabarme a mí misma, tener una visión y, básicamente, crear proyectos. Ha sido un gran paso en los últimos 20 años, muy distinto a lo que hubo en los 20 años previos a estos. Así que, ahora he agregado muchos capítulos nuevos a mi vida. Creo que continuaré en ese proceso: con mis propias creaciones e inspiraciones. Por ejemplo, el próximo año se celebrará a Kurt Weill, me dedicaré demasiado a ese tema y seguiré presentando mi espectáculo de Marlene Dietrich, las canciones judías desde el ghetto y ciertos proyectos de poesía. Además crearé nuevos proyectos, como mi propia música y algunos dedicados a un poeta o persona en específico. Me veo en el camino, en tránsito y siempre curiosa.

¿Cree que hay un paralelismo entre el mundo de hoy y ese que tanto le interesa a nivel creativo, el mundo previo a la llegada de los nazis?

Tengo la misión de hablar sobre el pasado. Es mi responsabilidad ser alemana y la manera en que me hago cargo de este increíble dolor de los crímenes que fueron cometidos por los alemanes hasta el final de la Segunda Guerra Mundial. Esto es siempre una misión, seguir preguntándome qué pudo haber pasado, seguir preguntándome sobre la capacidad de la maldad y estar muy molesta al mismo tiempo. No puedo negar la responsabilidad del pasaporte alemán. No lo he elegido, pero fue puesto en mí. Ahora, como artista, debo lidiar con él y hacer lo mejor que pueda para confrontarlo y crear un mejor futuro.

¿Qué opina del resurgimiento de la ultraderecha, no sólo en ciertas regiones de Alemania, sino en todo el mundo?

Estamos atestiguando una resurrección de la extrema derecha desde hace un par de décadas, y yo diría que verdaderamente comenzó, al menos en Europa, en los primeros años de la década de 1990, tras la unificación de Alemania y el fin de la Guerra Fría. Hubo una gran confusión, especialmente en Europa, sobre la identidad y la pérdida de la Unión Soviética en el lado de Alemania del Este.

Así que la gente más confundida se fue de un extremo a otro; esto definitivamente fue un problema en Alemania, especialmente en el Este, y quienes estaban allí fueron más unos pensadores socialistas que perdieron su identidad, seducidos por todos los símbolos nazis. Esto es una terrible confusión. El verdadero problema es la falta de identidad.

Hay que mirar a países como Francia, Suiza e Italia, que en los 60 recibieron grandes olas de migración, y una pequeña dosis de identidad nacional corrompió sus mentes y les hizo desear que sus países se mantuvieran puros. La humanidad debe encontrar una manera de arreglar esa identidad nacionalista.

Mucha gente no puede lidiar con las ideas existenciales de no poseer etiquetas. Lo único que puede resolver esto es la educación filosófica y social; comprender que la vida no necesita de estas etiquetas para ser entendida, sino ser, al contrario, humanidad pura. Todos en el mundo somos lo mismo, iguales a nuestro vecino; cada religión es igual de válida que otra.

La educación debe alcanzar los hogares porque allí es donde los ideales equivocados son enseñados a las siguientes generaciones.

¿Considera que es un tiempo turbulento para el país donde nació? Se puede pensar en el impacto que en Alemania (y en todo el mundo) pueden tener los conflictos entre Palestina e Israel; en Ucrania y Oriente Medio, ¿qué opina de dichos conflictos y su impacto?

Por un tiempo, yo no me identificaba como alemana. Desde los 27 años vivo en Nueva York, así que no es apropiado preguntarme qué pienso sobre Alemania porque no he vivido ahí en mucho tiempo. Soy una ciudadana del mundo, vivo en Nueva York, trabajo en cualquier parte del mundo y atestiguo una variedad de posturas políticas. No creo que Alemania sea más confusa que Francia, Italia, Inglaterra o Estados Unidos. Yo diría que el mismo nivel de confusión existe en todas partes.

Los conflictos que son presentados por la guerra en Ucrania o Israel, las protestas que ocurren en cada país, en cada universidad, especialmente en instituciones culturales y educativas, aparecen alrededor del mundo. Creo que a Ucrania se le debe proteger de Rusia y que la OTAN debe ayudar, es imposible que un país intente absorber a otro solo por la antigua herencia de la Guerra Fría o la Unión Soviética. La independencia debe ser protegida.

Es muy desafortunado que en el presente haya guerras reales con bombas y tanques luego de todo lo que hemos visto que se ha destruido. Creo que el terrorismo es una cosa horrible y lo que está pasando en Israel debe ser vengado. No obstante, la manera en que está sucediendo es algo cuestionable para Netanyahu, pues la sangre derramada en nombre de esta venganza es también penosa.

La gente debe encontrar una solución. No hay una solución totalitaria, no puedes borrar a nadie del mundo. Los palestinos permanecerán, los israelíes permanecerán, solo tienen que llevarse bien y darse cuenta de que se puede alcanzar la paz y que los derechos humanos se pueden establecer en todas partes. No me preguntes cómo hacerlo, sin embargo, mientras existan extremistas, esto va a seguir sucediendo. Los extremistas son un problema, pues solo entienden el mundo de una forma. Y quieren exclusividad. Los extremistas están ciegos y no son buenas personas, no son buenos con sus vecinos.

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