Más Información
Exterminio del Inai y 6 órganos autónomos va al Senado; Diputados aprueban fusionar facultades de IFT y Cofece
Noroña se reúne con Taddei y consejeros del INE; prórroga para elección judicial no pasará al pleno del Senado, afirma
Se reúne Manuel Velasco con Eduardo Ramírez, gobernador electo de Chiapas; confía en capacidad y resultados en el estado
CNDH asegura que brinda atención a caravana migrante que busca llegar a EU; hay presencia del INM, GN y SSPC
Mis estudios en la UNAM fueron sin duda la base de mi desarrollo profesional. De la carrera de Actuaría, que cursé en la entonces enep Acatlán, recibí muchísimos conocimientos: Cálculo, Probabilidad, Estadística, Muestreo, Álgebra, Geometría Analítica, Álgebra Lineal, Matemáticas Financieras, Diseño de Experimentos, Demografía, Procesos Estocásticos, Econometría, entre muchas otras materias que he aplicado a lo largo de los años en mi profesión. Pero lo que sobre todo me dejó la carrera, lo que me dejó la UNAM, fue una forma de pensamiento y razonamiento “fuera de la caja”, rigurosidad en el análisis de los procedimientos y sus resultados, sentido de congruencia, de consistencia, de completitud, de lógica, de meticulosidad en la redacción, comunicación efectiva, reconocimiento del problema y de las alternativas de solución, jerarquizar conceptos…
Además, la UNAM puso frente a mí a los mejores maestros que he conocido: Víctor, el rigor y la magia de las demostraciones; Mario, la lógica sencilla e irrefutable; Ana María, la claridad de las explicaciones; Domingo, ¡las alturas matemáticas!; Miguel Ángel, la gracia de las demostraciones; Eduardo, la secuencia lógica elegante y la contundencia; Marilú, la motivación, el “tú puedes”, el empoderamiento a los alumnos… el creer en la accesibilidad de lo inaccesible.
Pero la Máxima Casa de Estudios no sólo me ofreció los conocimientos académicos y la estructura de pensamiento: también me dio el deporte, el atletismo. Me brindó una carrera y también me enseñó a correr. Cuatro horas diarias entre entrenamiento físico, pláticas enriquecedoras y comida especial para deportistas de alto rendimiento. No puedo dejar pasar una frase que marcó mi vida y que provino justamente de nuestro entrenador, Felipe Cigala, quien todavía hoy sigue en la ENEP Acatlán formando atletas: ante nuestra intranquilidad en una competencia nos reunió y nos preguntó si estábamos nerviosos, a lo que todos asentimos. “Van muy bien”, nos dijo, “porque el que no está nervioso no gana. El nerviosismo es necesario y señal de que lo que estamos haciendo realmente nos importa, realmente nos apasiona, y el que no está nervioso no va a ganar. No estoy diciendo que todos los que están nerviosos van a ganar, pero sí que, si no lo están, no ganarán y, en cambio, si sí lo están, van hacia el éxito”. Desde entonces sé que si me estoy sintiendo así, voy por buen camino; todo va a salir bien porque me importa y, por lo mismo, me he preparado. Los nervios no me paralizan, no me dan miedo, los tomo como la mejor señal de éxito. Y, como siempre que voy a presentar algo nuevo o que voy a hablar en público me pongo nerviosa, pues invariablemente llega a mí aquella reflexión y vuelvo a agradecer a mi entrenador… y a la UNAM. Entre tantas frases significativas que nos compartió para motivarnos y dar sentido a nuestra vida, ésta se me quedó grabada para siempre.
Mi Alma Mater también me dio un grupo de compañeros de vida: mis compañeros de generación, pero también de estudios, de fiestas, de paseos, de más estudios, de tareas, de exámenes, de nervios, de amistad incondicional; quienes pasados los años siguen siendo mis amigos, unos más que otros, pero siempre todos unidos y apoyándonos, aunque vivamos lejos.
De la UNAM al INEGI
¿Cómo inició mi historia en el INEGI? Pues de nuevo ¡gracias a la UNAM! Uno de mis queridos maestros de la ENEP Acatlán, Domingo, me invitó a trabajar con él en el entonces recién creado INEGI, donde ha trascurrido la mayor parte de mi carrera profesional. Empecé allí desde lo básico. Me tocó participar en el desarrollo de la primera metodología de vectores para la revisión de congruencia y consistencia de la información censal; establecer los algoritmos para la corrección de datos atípicos, para luego crear sistemas completos de validación integral de los datos; diseñar los cuestionarios de los censos económicos, los resultados a publicar, los muestreos para evaluar el censo; coordinar la construcción de los clasificadores de actividades económicas del país y de sus productos; crear los estudios de demografía de los negocios. Luego tuve a mi cargo el censo completo y, después también el censo agropecuario, y ahora estoy a la cabeza de toda la estadística económica del país que produce el INEGI y que pasa por los censos, las encuestas por muestreo, mensuales y anuales, las cuentas nacionales, los índices de precios, la infraestructura necesaria para generar toda esta estadística, como los sistemas informáticos, los clasificadores, el registro central de todas las empresas y todos los negocios del país, entre muchos otros programas. Hoy en día ponemos a disposición de los usuarios datos de aproximadamente 30 programas de información estadística económica por mes.
La Fundación UNAM
Finalmente, me quedo pensando que, si yo estoy agradecida con mi querida Universidad Nacional Autónoma de México, si ella ha sido tan importante en mi vida, no puedo imaginarme la gratitud que deben sentir y lo motivados que deben estar quienes han recibido el apoyo de la Fundación para estudiar en la UNAM. ¡Gracias, UNAM, por haberme dado tanto! Mi más amplio reconocimiento a la Fundación UNAM por su gran labor desde hace 31 años, debido a la cual miles de exalumnos pueden contar historias como la mía.
Directora general de Estadísticas Económicas del INEGI