Mi ingreso a la UNAM fue a los cuarenta años. No es que no haya estado en mi horizonte. Fue el Alma Mater de mi papá y viví cerca de Ciudad Universitaria. Sin embargo, nos mudamos a Ciudad Satélite e hice el resto de la primaria, la secundaria y la prepa en una escuela privada; estudié Ingeniería Electrónica en la Universidad Anáhuac y la maestría en Sistemas Computacionales en el ITESM, Campus Morelos, instituciones en las que fui docente.
Trabajé en una empresa de ingeniería mexicana y en un corporativo internacional de computación, pero el traje y la corbata no eran lo mío, y en 1983 inicié mi vida de investigador en el entonces Instituto de Investigaciones Eléctricas (IIE), en Cuernavaca. En 1986 me fui, con mi esposa y mis hijas, a hacer mi doctorado, con la beca del CONACYT, en el Centro para la Ciencia Cognitiva de la Universidad de Edimburgo, Escocia, donde también fui investigador asociado.
Regresamos a México en 1992 y, después de una segunda etapa en el IIE, me incorporé al Instituto de Investigaciones en Matemáticas Aplicadas y en Sistemas (IIMAS), en Ciudad Universitaria, hace veintiséis años. Percibí que ser investigador de la UNAM era una gran oportunidad pero también un reto. El espacio de libertad es muy amplio y los estándares de productividad y calidad muy rigurosos. Este entorno me permitió continuar mi investigación básica y publicar en los máximos foros mundiales en inteligencia artificial y lingüística computacional.
Gracias a sus apoyos e infraestructura me ha sido posible fundar y desarrollar proyectos de investigación de largo plazo, en los que han tomado parte colegas y estudiantes de la Universidad y de otras instituciones nacionales e internacionales, como los proyectos Diálogos Inteligentes Multimodales en Español (DIME); Golem, para la construcción de robots de servicio, en el que se construyeron los robots Golem y Golem en Universum, y posteriormente Golem-II+ y Golem-III, con los que participamos en competencias nacionales e internacionales con resultados muy satisfactorios; y, más recientemente, Memoria Asociativa y Racionalidad Entrópica (MARE).
He sido docente en el posgrado de Ciencia de la Computación desde mi ingreso a la UNAM, en el que imparto el curso de Inteligencia Artificial; y he sido ponente en eventos nacionales e internacionales en muchas ocasiones. He creado y/o coordinado diversas iniciativas cuyo fin ha sido la integración y maduración de la comunidad nacional de computación, y tuve el privilegio de dirigir los trabajos de fundación y fungir como primer presidente de la Academia Mexicana de Computación.
Estoy convencido de que mi vida académica se ha potenciado enormemente por la gran capacidad de convocatoria de la UNAM, por su presencia en las mentes y corazones de millones de mexicanos, y por su autonomía. Sin ella no hay libertad y sin libertad no hay Universidad. Creo con firmeza que la autonomía universitaria es esencial para construir la sociedad educada y crítica que necesitamos.