Recuerdo que de niña, cuando mi padre nos llevaba a pasear por Insurgentes, veía con curiosidad la lava petrificada que nos había ilustrado el maestro en la primaria sobre la erupción del Xitle. Para mí fue mágico que aquel recuerdo fuera sustituido años después por la magnificente Ciudad Universitaria.

Soy la hija mayor de una familia de inmigrantes que llegó a México huyendo de la persecución nazi. Para orgullo de mis padres, que siempre tuvieron un gran amor por la cultura, fui la primera en estudiar en la UNAM y la tradición ha continuado con mis hij@s y niet@s.

Ingresé a la carrera de Biología en la Facultad de Ciencias de la UNAM a los 16 años. Ahí conocí a quienes hasta la fecha son mis mejores amig@s.

Mi época de estudiante se caracterizó por importantes movimientos sociales, como el ferrocarrilero, el revolucionario del magisterio y el triunfo de la Revolución cubana. Esto me marcó como estudiante y, después, como profesora e investigadora de la UNAM, donde adquirí, junto con la curiosidad por entender los secretos de la naturaleza, la conciencia de los problemas sociales y la importancia de participar para construir un México más justo.

Comencé mi aventura docente desde los últimos años de la carrera como profesora de Biología en la Escuela Nacional Preparatoria, cuando la UNAM albergaba menos de 60 mil estudiantes, y durante 55 años he crecido y evolucionado junto con ella, testificando su formidable expansión.

Pronto me percaté de que la tarea docente y la emoción del conocimiento debían acompañarse de una labor de investigación científica y, como pensaba que los fenómenos biológicos tenían bases moleculares, decidí hacer un doctorado en Bioquímica.

Esto me llevó, con giros y eventos circunstanciales, a conocer al doctor Ruy Pérez Tamayo, con quien cultivé mi interés por la investigación biomédica a nivel molecular.

Mi interés científico se ha centrado en comprender los mecanismos celulares y moleculares involucrados en el origen y desarrollo de las enfermedades fibrosantes con énfasis en el pulmón. Es relevante destacar que la fibrosis, que representa una cicatriz exagerada, es generalmente progresiva y resulta en la destrucción de la arquitectura del órgano y la pérdida de su función.

Las preguntas que desde el punto de vista molecular he abordado son, por ejemplo, ¿por qué se forma esta cicatriz exagerada y progresiva? y ¿cómo detener el proceso e idealmente hacerlo reversible?

Colegas y estudiantes me han ayudado, con su imaginación e inteligencia, a intentar descifrar algunas de las claves moleculares y celulares de estas devastadoras enfermedades. En la Facultad de Ciencias y en el INER, con el doctor Moisés Selman, hemos construido la Unidad Ciencias-INER.

En la UNAM he asimilado los nuevos conceptos científicos que han cambiado nuestra manera de entender la vida, he cultivado la tenacidad para perseguir el conocimiento y he aprendido cómo poder enriquecerlo.

La Fundación UNAM contribuye con sus apoyos y programas al impulso de los objetivos de nuestra institución en la educación, la ciencia y la cultura.

No puedo terminar sin enfatizar que la UNAM, que nació sembrando el futuro y entendió tempranamente la importancia estratégica del desarrollo de la investigación y una educación de calidad, ha desempeñado un papel de liderazgo indiscutible en las distintas áreas del conocimiento y la cultura de nuestro país.

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