La primera vez que el director italiano Guido María Guida escuchó la obra de Richard Wagner fue en su época de estudiante, a los 14 o 15 años. "Como una revelación", lo describe Guida. Ciertos hechos confirman, a lo largo de su vida, lo significativa que para él es la obra del artista alemán: primero como asistente musical de uno de los compositores y directores más relevantes de la segunda mitad del siglo XX, Giuseppe Sinopoli, en 1982.
"Una de las cosas más importantes de mi vida fue el encuentro con Sinopoli, gran director de orquesta, muy dedicado al repertorio alemán". Para 1985, cuenta, Sinopoli fue invitado al prestigioso festival wagneriano de Bayreuth en Alemania con el Tannhäuser. También Guida fue invitado como su asistente, lo cual se convirtió en una experiencia profunda; trabajó y aprendió mucho a su lado.
Casi dos décadas después, en 2003, Guida fue el director musical de la primera presentación integral en México de la tetralogía de Richard Wagner, El anillo del Nibelungo, montada en el Palacio de Bellas Artes. Desde el Tannhäuser hasta el presente podría trazarse un arco de casi 40 años con el estreno en México del Parsifal, última obra de Wagner, que dirigirá como uno de los platos fuertes del Liber Festival 2024, que organizan Arte & Cultura del Centro Ricardo B. Salinas Pliego y el Forum Guanajuato, el 18 de abril, a las 18:00 horas, en el Teatro del Bicentenario Roberto Plasencia Saldaña.
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En el elenco destacan Martin Iliev, Fiona Craig, Hernán Iturralde, Jorge Lagunes, Óscar Velázquez y José Luis Reynoso, así como la Orquesta Sinfónica de la Universidad de Guanajuato, el Coro del Teatro del Bicentenario, el Coro Juvenil del Conservatorio de Celaya y el Coro del Valle de Señora. Habrá funciones, además, los días 20 y 23, a las 18:00 horas.
Pero reducir a tres puestas en escena el rastro de Wagner en la trayectoria de Guida es decir poco. Antes del próximo estreno que se prepara en México, recuerda, ha podido trabajar en cuatro presentaciones del Parsifal en el extranjero; una de ellas, por ejemplo, en Japón.
Su contacto con México también tiene una historia larga: invitado por primera vez a presentarse en el Cervantino hace 30 años, en el periodo en que el festival era dirigido por Sergio Vela; e invitado en 1996 a dirigir Tristán e Isolda —la puesta en escena fue de Vela— en el Palacio de Bellas Artes, Guida estuvo a la cabeza, entre 1996 y 1998, de la Orquesta del Teatro de Bellas Artes, con la que presentó piezas esenciales del gran repertorio alemán.
"El Parsifal es una obra delicada y compleja. Opino que, técnicamente, para el director y la orquesta no es tan difícil como el Tristán..., pero, para el coro es muy demandante, por ejemplo; su dificultad es muy delicada y desde el punto de vista filosófico, literario, psicológico y musical se trata de una obra compleja", abunda Guida, en cuya trayectoria destacan sus colaboraciones con cantantes de la talla de June Anderson, Plácido Domingo, Ramón Vargas y Rolando Villazón, entre otros. El director ha estudiado mucho a Wagner —continúa— con la intención de profundizar en los aspectos simbólicos y esotéricos del Wagner maduro que es, justo, el del Parsifal.
¿Por qué no se había estrenado esta ópera en México?, se pregunta. "Hay que decir que en México, que tiene una gran tradición operística, en la que sus artistas se han dedicado a la ópera francesa, italiana y en español, puede deberse, supongo, a que en más de una ocasión los directores artísticos pensaran que el esfuerzo para hacer una obra como el Parsifal era demasiado grande. No puedo imaginar los detalles porque soy italiano, aunque conozco bien el ambiente musical mexicano".
Sobre el aspecto esotérico, místico, de la obra, Guida dice que a Wagner le interesó mucho el simbolismo de la liturgia cristiana: "El punto de salida de Wagner fue la simbología presente en la liturgia cristiana, dedicada a la búsqueda de una salvación universal".
En el caso de Tristán e Isolda, explica, hay una salvación en la muerte, mientras que en Parsifal se trata de la resurrección de un mundo contaminado: en sus palabras, una salvación verdadera, una visión celestial. "A Wagner le interesaba la figura de Jesucristo. Cuando estaba escribiendo el Parsifal, él había pensado en escribir una obra llamada Jesús de Nazareth. A Wagner le interesaba mucho la figura del revolucionario, del símbolo, del hombre que llevaba al mundo a una visión trascendente".
Si bien Wagner no era un iniciado, conocía cierta simbología "iniciática": "Aunque esta ópera no es tan reconocida como La flauta mágica, que es una obra de tratamiento simbólico, masónico, el Parsifal tiene mucho de una simbología que pertenece a una determina búsqueda de la trascendencia".
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Una de las reflexiones más interesantes de Guida tiene que ver con la manera en que Wagner se adelantó a temas explorados por Freud años después, en particular con los paradigmas femeninos: puede hacerse una búsqueda psicoanalítica tras el personaje de Kundry, transfigurado por el influjo del mago Klingsor, que lleva a la perdición a los caballeros del Grial. "Ella trata de seducir a Parsifal dándole una identidad que él no tiene. Parsifal es un joven loco, de gran talento, pero cuando ella lo nombra también le da una identidad. Kundry seduce a Parsifal en nombre de su madre y esto se anticipa a los temas de Freud. El paradigma femenino que trata de seducir al hombre poniéndose como alter ego de la madre".
Los símbolos del esoterismo de Wagner han sido muy estudiados. "Hay muchos libros al respecto, en particular en el caso del Parsifal", afirma y puntualiza el caso del Grial.
"¿Qué puede ser el Grial? El conocimiento, un grado más maduro de trascendencia, puede ser, como dice el texto, nutrimiento para las almas y también para el cuerpo". Otro elemento simbólico es la llamada lanza de Longinos, con la que uno de los costados de Jesucristo fue herido, y que ocupa un lugar relevante en la historia. "El momento en que Parsifal agarra la lanza, la lanza con la sangre de Cristo, representa la posibilidad de la trascendencia. Es el símbolo de una posible redención, puesto que Parsifal va a recuperar la antigua pureza del templo del Grial usando la lanza".
Otro elemento es el cisne, visto como un animal sacro, "un símbolo escénico muy importante”, que en el primer acto es asesinado, finaliza Guida, quien, además ha estado de gira con la Orquesta Sinfónica Nacional Italiana RAI y ha trabajado con la Pacific Philharmonia Tokyo, así como la compañía de ópera Kansai Nikikai de Osaka en una aplaudida puesta en escena de la ópera clásica de Georges Bizet, Carmen.