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En un relato corto llamado "Loca me llaman", la escritora Zadie Smith personifica a la cantante de jazz y blues Billie Holiday.
Lady Day, como se la conocía, habla a través de la imaginación cadenciosa y vívida de Smith, quien retrata pinceladas distintas del carácter de la artista: desde el magnetismo que ejercía sobre la presencia masculina, hasta la forma que tenía de reconocer la dulce bondad de un perro doméstico al que había acogido.
También los hábitos en sus apariciones públicas, de mucho glamour, sus supuestas sensaciones sobre el escenario, sus ritos de vestir.
"El pelo toma tiempo, pero la cara tarda más. Es todo trabajo, todo es un tipo de armadura", decía, aludiendo además, a sus pieles y perlas, a sus instantes etílicos y noches largas, a sus ánimos y momentos de extravío.
Lady Day, como muchos saben, resbalaba en periodos de indulgencia demoledora.
Smith ha explicado, de manera nítida, que para ella la literatura es el espacio ambivalente y preciso donde identidades imposibles se hacen reales tanto para quien las escribe como para los personajes mismos.
Su obra se conoce por la exuberancia de sus personajes y por sus relatos abundantemente poblados.
En su ponencia durante el festival literario, Smith habló sobre la jaula que implicaba vivir en la propia piel y la forma cómo la ficción le permitía materializar su costado más voyerista.
Conversamos con ella sobre algunos de estos ejes en su obra y experiencia individual.
¿En qué medida ha sido influenciada por el elemento racial, el contexto británico, las mujeres del jazz, su juventud en los años noventa y la presencia de su madre jamaiquina?
Cuando salí de la universidad, en los noventa, era la época del "empoderamiento" a través de las barras de striptease y de los tacones de diez centímetros.
Esto era, supuestamente, un feminismo donde no había que sentirse mal por estas cosas.
Pero recuerdo mi primer año en Harvard, cuando coincidí allí con un amigo brillante, e íbamos caminando por una loma, con la novia de mi amigo, yo llevaba unos tacones de unos siete centímetros y se volvió hacia mí y me preguntó "¿qué haces? ¿por qué llevas esas cosas?"
Comprendo ahora que aquello era avergonzarme de manera de deliberada. Era vergonzoso, ¡era ridículo!
Sentía mucho dolor caminando con aquello, me dio vergüenza de mi misma.
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Creo que provengo de un tipo de feminismo distinto donde es posible tener una consciencia plena, y no llevaba esos tacones para mi propio placer, ¿entonces para quién coño los llevaba?
No creo tener tiempo para un tipo de feminidad que sea restrictiva, dolorosa o poco plácida de ninguna manera. No creo que sea "empoderador" hacerle depilación a tu vagina. Si es doloroso, no estoy interesada.
Para mi existe ese tipo de feminidad que es disfraz, restricción y no la reconozco. En mi casa, mi madre usaba la palabra "mujerista", una palabra de Alice Walker.
Se ha dicho que usted tiene una habilidad para escribir personajes que son padres y su entrevistadora durante el Hay Festival, la escritora Carolina Sanín, escribió alguna vez que muchas feministas se rebelan contra el padre, quien encarna de muchas maneras el patriarcado.
No puedo decir que ese fuera el caso (risas). Mi padre no era el patriarcado, ni tenía ningún tipo de poder en mi casa. Pero sí estoy de acuerdo en que hay un tipo de feminismo que se rebela contra un padre opresivo.
Creo que soy toda feminista, que crecí en eso, y que esa era la forma en que mi casa estaba arreglada.
Para mí es como decir que tengo piernas y brazos, no es un conflicto en mi mente, hay otras cosas que me estresan mucho más que el título feminista.
Y me hace pensar en el libro de Chimamanda Ngozi Adichié, "Todos deberíamos ser feministas", pero su contexto es completamente diferente.
Entras a cualquier artículo online sobre Chimamanda y es una locura, hay miles de personas peleándola porque en un contexto nigeriano lo que ella está diciendo es realmente radical.
Pero no crecí en ese tipo de contexto, crecí entre feministas radicales.
Me crié al final de los setenta, en Inglaterra, y los libros que mi madre tenía en los estantes eran de separatismo lésbico y cosas de ese tipo.
Las cosas más simples, como que hombres y mujeres deben recibir el mismo salario, se hacían, en ese contexto en temas demasiado evidentes.
Se trataba más sobre una consciencia de lo femenino ante el mundo, qué tipo de opresión había en eso.
Ha explicado que tiene una fascinación por el sentido de la propio ser o individualidad. Y habló sobre estar en la jaula de su propia carne. Pero escribió, por ejemplo, como si fuera Billie Holiday y sería interesante saber cómo entra dentro de un personaje de esa manera.
Amo a Billie pero no soy una persona auto-destructiva, así que existe una buena distancia entre lo que soy y algunos iconos femeninos.
Hay todo un mundo de ellas para las cuales tenía muy poca paciencia desde joven, porque no me interesa ser una víctima de nadie.
Marilyn Monroe, por ejemplo, ese tipo de personajes, son clásicos ejemplos de una feminidad que no me interesan para nada.
Pero Billie es algo distinto, supongo, su sentido del alma (soulfulness), su fuerza, sé que parece un ser esencialmente dañado pero es increíblemente fuerte y una sobreviviente extraordinaria.
Tiene un sentido de voluntad muy peculiar y también tenía un gran compromiso con el placer: estaba llena de deseo por hombres, mujeres, comida, drogas, licor, fiesta y esa vibra es algo a lo cual puedo relacionarme mucho más.
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- "Millones de hombres dicen lo mismo: mi padre fue cruel, me daba golpes, me encerraba o me ignoraba, pero lo hacía por mi bien"
Es fácil para mi hacer voces, también podría hacer muy felizmente la voz de, no sé, la Princesa Ana. No necesito sentirme profundamente cercana al personaje, solo necesito sentirme interesada.
¿Cree que hay algo que tenga que ver con lo femenino en su escritura?
Creo que ahora de adulta puedo comprender que me crié dentro de un tipo de feminismo que pregonaba ciertos auto-desprecios también, en tanto que las cosas que quería expresar, y que podían ser naturales para las mujeres eran cosas que nunca íbamos a tener.
Nunca íbamos a tener hijos, nunca íbamos a casarnos, y si experimentábamos ese tipo de cosas lo hacíamos como si fueran derrotas.
Y hay muchos libros escritos por mujeres de mi generación donde se leen todas esas memorias autobiográficas que relatan tener hijos y quejarse de nunca haberlo querido, se referían a "ese tipo de mujeres".
Cuando llegaron generaciones más jóvenes, mujeres que como Lena Dunham, por ejemplo, se criaron con hermanas y que no sentían esas trabas, fue todo un reto para mi propia generación, porque nuestro principio fundamental había sido "no somos ese tipo de chica".
¿Cómo así? Estaban diciendo que para esas chicas esos deseos eran realmente dolores. Y para mí, personalmente, con el tiempo, me he dado cuenta de que amo los niños, tengo dos, amo el espacio doméstico, amo cocinar o intentar hacerlo y que el problema es que esas cosas fueron denigradas.
Se sabe que se ha retirado tajantemente del ruido de las redes sociales y la tecnología. También es madre de dos y escribe en abundancia. ¿Cómo conjuga esos elementos?
Muchas personas me preguntan con frecuencia el tema de la tecnología, pero la verdad del tema es que aún si eres un adulto, es probable que estés pasando más de dos horas mirando fotografías.
Lo que haces tú con ese tiempo yo lo uso para escribir, es así de simple.
Y mi rechazo a las redes sociales, no es solo filosófica, es realmente un tema de tiempo.
Probablemente me he ahorrado un cuarto de mi vida al no estar en esas cosas, y también encuentro personalmente ofensiva la idea de irme a la tumba habiendo pasado varios años mirando fotografías en una pantalla.
Hay lemas en su ficción que tienen mucho que ver con la subjetividad, y de cierta manera las redes digitales han alterado la manera en que experimentamos el tiempo y el espacio y por ende, la subjetividad misma.
Realmente no. Creo que tiene mucho más que ver con un pensamiento colectivo, con un lenguaje colectivo.
Pero yo no deseo un lenguaje colectivo para mi propia experiencia, por más liberador que aparente ser, e incluso si fuese, por ejemplo, no conforme con mi género, no quiero que me den una frase para lo que eso significa.
No me interesa eso. No quiero que me asignen etiquetas para compartir otras personas, soy alérgica a eso.
En su charla también mencionó que la identidad nos ha sido vendida como la última gran forma de libertad y lo peligroso que eso le resulta. Quisiera preguntarle por las identidades de lo masculino y lo femenino, ya que vivimos en una época donde estos temas parecen atravesar cuestionamientos y reestructuraciones importantes.
Cada generación tiene su propio cúmulo de ideas, algunas de ellas buenas, algunas de ellas malas. La idea más perniciosa que circula actualmente es cuando las personas te gritan "eres mayor, los jóvenes tienes la razón".
Pienso en los cultos sexuales de los setenta, en esa época, ellos creían que tenían la razón.
Pero creo que lo revolucionario de esta época, lo que realmente encuentro cautivador no es necesariamente el tema transgénero porque personalmente no me siento alentada por la cirugía, pero sí la idea de no conformarse con el género.
Creo que esa es la gran causa revolucionaria de esta generación. Porque creo también que hay una larga línea de personas que, históricamente, de haber tenido la opción a los catorce años, por ejemplo, no se hubiesen alineado con esas prescripciones.
Y creo que eso es un gran regalo de libertad. Creo que es importante y bondadoso que esta generación exprese eso.
¿Cómo ha sido su propia experiencia con la misoginia o el sexismo, por ejemplo?
Lo sentí cuando recién fui publicada pero era muy orgullosa para reconocerlo. Muchos de mis colegas masculinos, eran referenciados por su apellido, yo siempre fui "Zadie".
Y es un hábito interesante ese. Siempre fui "la chica" y hubo incluso rumores que circularon donde se decía que había adjuntado una fotografía mía a mis manuscritos para lograr ser publicada.
Son ideas misóginas, de que a menos que pusiera allí esa imagen no habría conseguido publicar, esa idea de que en el mundo de la literatura solo puedes ser un hombre viejo.
Eso significa que por verse de cierta manera no se puede ser "real", y lo que eso revela, para ambos mujeres y hombres, es fundamentalmente la idea de que la belleza es transaccional.
La creencia de que si eres bella, no necesitas ser inteligente porque obtienes lo que necesitas, dinero, hombres, y eso es lo que revela, de manera fascinante.
No es que estén diciendo que eres estúpida sino que si una mujer es bella, por qué se molestaría en aprender o ser algo más.
Solo las personas "feas" se involucrarían en ciertas cosas porque es un tema transaccional, y solo las mujeres "feas" pueden conseguir eso que quieren de esa manera.
Siempre sospeché que era de esa manera, que eso era lo que las personas sentían hacia la belleza femenina. Y eso revela que el sistema que mueve esas creencias es un poco repugnante.
Volviendo sobre la identidad como una falsa manera de libertad, ¿cómo percibe lo masculino y lo femenino actualmente?
Creo que el énfasis de identidad en el momento, su reducción está en que su primordial uso es vendernos cosas. Al reducir categorías complejas al mundo digital, pensamos que nos estamos liberando.
Estos algoritmos nos muestran lo fácil que se ha hecho vendernos cosas, venderlas a la comunidad LGBTI, a la comunidad no conforme con el género, o algo como black girl magic o la magia de la chica negra. Es solo un hashtag.
No refleja mi humanidad. Soy una chica negra pero, ¿qué es eso de la magia? Es un discurso comercial. Las personas deben liberarse de los discursos comerciales, por tentadores que puedan ser.
Y en cuanto a la masculinidad, aunque se vende como algo liberador, creo que cualquiera que conoce bien a un hombre o está casado con un hombre sabe que es una prisión en la que muchos hombres se encuentran.
Aceptan los falsos privilegios, como una mujer de piel clara los acepta, pero todo ese privilegio es falso.
Para finalizar, iniciamos hablando sobre su performance de feminidad y hay un objeto de estilo que figura frecuentemente en su apariencia: los turbantes.
Es probable que haya tomado el hábito de mi madre, quien es rastafari, y usa turbantes del África occidental. Lo que siempre me pareció afortunado para ella era que nunca tenía que arreglarse el pelo en las mañanas.
Intenté tener rastas pero mi pelo no es lo suficientemente grueso, no lo pude hacer funcionar, así que lo mejor después de eso eran los turbantes.
La idea de tener regímenes de belleza como modelos de libertad es algo que, de nuevo, no resuena conmigo.
Leía hace poco de una política norteamericana exponiendo orgullosamente su rutina de belleza coreana de tres horas y media, ¿esto es una feminista?
Es extraordinario para mí. En esas tres horas y media podría estar aprendiendo algo.
No voy a humectarme la cara. Y lo otro, es que es falso, es solo buena piel. Es lo que es.
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https://www.youtube.com/watch?v=NqngeECM8oA&t=1s