La apuesta con la que arrancó 2022 se centró en la confianza de que este sería el año de la recuperación económica para el sector Cultura y el retorno a la normalidad en las actividades artísticas y culturales luego de dos años de desplome económico por la pandemia. Sin embargo, se cierra el año, acaso sí, con el retorno a la presencialidad con medidas sanitarias ya muy relajadas, pero sin la recuperación económica anhelada porque el 2022 también fue un año marcado por los recortes al presupuesto para la cultura, mayores recursos destinados a Proyecto Chapultepec, falta de pagos en tiempo y forma, e incluso impagos para la comunidad cultural.
La recuperación del 7.5% en precios constantes que presentó el sector Cultura en 2021, según los resultados de la Cuenta Satélite de la Cultura de México de 2021, que en noviembre dio a conocer el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), no fueron suficientes para alcanzar el nivel que se tenía en 2019, a razón de que durante 2020, el año más cruento para la economía por la pandemia, el sector tuvo una caída estrepitosa del -8.9%.
Incluso, los expertos señalaron que faltará aún un tiempo para lograrlo. En 2021, cuando el mundo levantó las restricciones, la cultura tuvo un crecimiento de 7.5%. Y aunque las cifras de 2022 serán analizadas durante 2023, se prevé que “falta acelerar el vehículo del sector cultural y seguramente va a haber aumentos, no de las mismas magnitudes como las que estamos observando en 2021 con este rebote, pero seguramente vendrá este carril de crecimientos posteriores”, señaló Francisco Guillén Martín, director general adjunto de Cuentas Nacionales del INEGI.
Y es que la austeridad republicana y la pobreza franciscana determinaron el 22, cuyo ejercicio fiscal destinado a la Secretaría de Cultura y sus entidades fue apenas superior a 15 mil 28 millones de pesos, un incremento de apenas 0.21% con respecto a 2021, como lo demostró el analista Antonio Mier en un artículo publicado por el Grupo de Reflexión sobre Economía y Cultura (Grecu).
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El 2022 estuvo marcado también por la falta de pagos, en tiempo y forma, a creadores y artistas que concursaron en convocatorias de la Secretaría de Cultura federal o que son miembros del Sistema Nacional de Creadores de Arte y de Jóvenes Creadores. El año cierra incluso sin el pago a creadores, quienes denunciaron cada mes estas prácticas en redes sociales e incluso con protestas, de estudiantes y trabajadores, en recintos culturales como el Palacio de Bellas Artes.
Además, 2022 también se caracterizó por la falta de recursos para la contratación de personal de seguridad y vigilancia del patrimonio artístico e histórico, denunciado por los propios trabajadores de la Secretaría de Cultura, del Instituto Nacional de Bellas Artes y del Instituto Nacional de Antropología e Historia; así como por artistas como Miguel Calderón, quien denunció a principios de diciembre que en el Museo Tamayo habían cerrado la sala en la que se exhibía su obra por falta de pagos al personal.
Calderón expresó su inconformidad a través de una carta dirigida a Lucina Jiménez, directora del INBAL, con copia para Alejandra Frausto, secretaria de Cultura; a Mariana Munguía, coordinadora nacional de artes visuales del INBAL, y a Magali Arriola, directora del Tamayo. Allí dijo que “es inaceptable que no se les pague su sueldo completo a los custodios por más de 3 meses, su labor es fundamental y como en cualquier trabajo digno, deben recibir la remuneración correspondiente”; y agregó que “no existe justificación para no prever sus salarios dentro del presupuesto anual del INBAL”. Pero esa fue sólo la punta del iceberg del grave problema presupuestal que la dependencia enfrenta.
Una luz en el camino
A pesar del oscuro panorama económico, 2022 fue luminoso por el retorno a los eventos masivos y a los reencuentros presenciales que alcanzó su máximo apogeo con el Festival Internacional Cervantino, celebrado en octubre en Guanajuato, el cual reportó una asistencia de 285 mil 565 personas; su presupuesto total fue de 148 millones 166 mil 825 pesos, pues se trató de la edición número 50.
Aunque ocurrieron otros encuentros libreros importantes en octubre en el Zócalo de la Ciudad de México, Oaxaca y Monterrey, que alcanzaron cifras de asistencia importantes, la Feria Internacional del Libro de Guadalajara fue el gran evento masivo con el que cerró el 2022: superó los 806 mil visitantes (22 mil menos que en 2019); aun así cerró arrastrando una parte del déficit de casi 26 millones debido a dos ediciones atípicas, la de 2020 (que fue virtual) y la de 2021 (presencial, pero acotada en visitantes y actividades).
Las autoridades calificaron esta edición como “todo un éxito” y un “claro regreso a la FIL 2019”. Pero este 2022 otra vez estuvo marcado por la confrontación entre el gobierno estatal y el gobierno federal. Raúl Padilla, presidente de la FIL, aseguró en la clausura que salieron “tablas” en esta edición y que esperan superar el déficit (aún) de 16 millones de pesos en 2023.
“El 2020 tuvimos un déficit de casi 26 millones de pesos, básicamente ocasionado porque prácticamente no pudimos facturar… El año anterior (2021) dejó un déficit de 16 millones, aunque ya pudimos regresar a la presencialidad y pudimos ya estar aquí en este recinto, el año pasado nos tuvimos que solidarizar con la industria editorial y hacer un descuento de más del 40% a todas las casas editoriales para que pudieran venir, con la correspondiente baja de la facturación, y tuvimos ese déficit de 16, que lo pasamos para este año y ‘este año estamos saliendo tablas’”, dijo Padilla, quien confirmó el déficit de los 16 millones de pesos que arrastran.
En lo que hubo un mínimo déficit fue en asistencia, que apenas fue de 22 mil personas respecto a 2019. Pero lo que marcó este 2022 de manera especial fue el retorno a lo presencial y masivo sin ninguna de las restricciones sanitarias que en 2021 en la FIL fueron imprescindibles.
Un regreso sin cubrebocas obligatorio, sin constante uso de gel ni soluciones sanitizantes obligatorio, sin restricciones de aforo en los salones obligatorios, sin arcos de sanitización obligatorios y sin medidas de sana distancia obligatoria. Así fue el regreso total y masivo a lo presencial, aunque el costo fueran algunos casos de contagio.