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yanet.aguilar@eluniversal.com.mx
Angelina Muñiz-Huberman es creadora de universos donde cohabitan los géneros y las artes y coexisten la narrativa, la poesía, el ensayo y las memorias; pero también donde la literatura comparte vida con la pintura y la música. Es una autora tan transgresora que inventó un género: las seudomemorias, donde caben los relatos verdaderos y la ficción.
La narradora nacida el 29 de diciembre de 1936 en Hyéres, Francia, naturalizada mexicana en 1954, y que es parte de la comunidad llegada con el exilio español, recibió el 29 de octubre pasado el Premio Nacional de Artes y Literatura 2018 “por sus investigaciones en literatura hispanohebrea medieval, novela neohistórica, estudios de la mística sefaradí en la literatura mexicana y por la creación del género de las seudomemorias”.
La profesora de la UNAM es una escritora transgresora, ha indagado como pocos en el exilio y en su desmitificación; ha escrito sobre las minorías, sobre el “otro” y sus diferencias porque también le interesan los personajes marginales. Ha explorado en el lenguaje y en el tiempo; le interesan las mitologías y va siempre al pasado para hablar del presente.
Ha publicado más de 50 libros. Ahora ha terminado tres nuevos: el primero, de ensayos, Cábala, alquimia y gnosticismo; el segundo es de poesía y el tercero es un libro extraño: “tiene que ver con un pasaje sobre mi familia, pero no son seudomemorias, aunque de pronto aparezco. O sea que nunca se sabe si creerme o no. Lo que me interesa es hacer pensar al lector”.
Muñiz-Huberman, quien escribe un libro sobre extranjeros en México y el racismo de los mexicanos, habla del género literario que inventó, del exilio, los orígenes, la enfermedad, la literatura, la creación, la violencia y el desencanto del siglo XX y XXI.
¿El Premio Nacional llega cuando lo ha hecho todo?
No creo que he hecho todo, porque si he hecho todo ya me dormiría en mis laureles; la vida sigue y uno sigue pensando nuevas cosas, ideando cambios, creando géneros. No hay punto final hasta el día de la muerte.
¿Usted siempre está trabajando?
Escribir es mi vida, es lo que me da impulsos para seguir, tener siempre una idea, un proyecto para seguir trabajando, a veces hasta dos o tres. Ahora tengo tres libros que están terminados y entregados a la editorial. No siempre es hace fácil publicarme porque mis libros son muy transgresores, muy diferentes a la moda. Por ejemplo, Arritmias da un poco cuenta de mi sistema de trabajo, si hay un ritmo pero que se rompe y que yo utilizo como me parece.
¿Inventó un género literario y aún busca provocar cambios?
Sí, es verdad, yo cree el género de las seudomemorias, es decir, escribir sobre cosas que tuvieron que ver conmigo o con mi vida directamente pero que entra el elemento de la ficción, esto lo hice desde los primeros libros de los año 70, y por lo tanto la memoria o el recuerdo ya no eran verdaderos. De algún modo los estaba adaptando a lo que hubiera querido que fueran o bien olvidando otras cosas y rellenándolas con algo que no sé si es la verdad o algo nuevo, pero era ficción. Todos esos niveles interpretativos, cronológicos, históricos, de memoria o no memoria me hicieron llegar a la idea de que no era la memoria tradicional y le puse falsas memorias, porque estaba inventando.
¿Creó las seudomemorias para contar historias de su familia?
Estar de un lugar a otro hace que la familia te empiece a contar historias de la familia que quedó en otro lado y como no lo puedes controlar entra otra vez la imaginación. Eso me da mucha libertad creativa y puedo manejar, cambiar, introducir, adelantar o retroceder los hechos. Primero empecé con la infancia, después llegué a la adolescencia y de ahí me salté a otros hechos propios pero modificados.
Enfermé joven de una esclerosis sistémica progresiva, que no fue tan progresiva, incluso dijeron los médicos que no iba a vivir muchos años, entonces me apresuré a terminar libros pero como ya pasé esa fecha y la enfermedad se quedó como estabilizada la tomé como tema porque la enfermedad te da otro punto de vista.
¿Una pregunta puede generar una obra, un libro?
La pregunta es la base del conocimiento, de la escritura, de la literatura, de la pintura. También sobre los orígenes se puede estar agregando, también quedan preguntas que no hiciste, por ejemplo en relación con los padres, no les preguntas ciertas cosas, si ya murieron te queda una angustia de “¿por qué no pregunté a tiempo?” Por ejemplo, hace tres o cuatro años pensé: “¿Cómo salimos de España, de qué modo?” Mi mamá estaba embarazada de mí pero no sé de qué modo salió y llegó a Francia. A lo mejor un día escribo un cuento de alguien que está saliendo de la guerra. Los recuerdos se tienen que sedimentar.
¿El exilio es uno de sus grandes temas, es por la pérdida?
Mis primeros libro de poesía sobre el exilio sí es la pérdida, la nostalgia de recuperar un viejo paisaje; pero pude seguir con el tema hasta que llegó un momento en el que se trasgrede tanto que puede ser humorístico; hay cuentos en Las confidentes en los que pude evolucionar hasta llegar al humor.
¿Ahí empezó la desmitificación del exilio que también le interesa?
Sí, primero está el mito, un momento muy bonito y necesario, después viene la posibilidad de desmitificar. Tienes que pasar del dolor a la risa, es un proceso difícil pero puedes hacerlo.
Al recibir el Premio Nacional no habló de exilios actuales
Me estaba refiriendo a ellos sin decirlo. A buen entendedor pocas palabras; me refería a lo que está pasando ahorita, otra vez tenemos el exilio aquí, toda esta gente que viene como llegaron los españoles en 1939, y después chilenos y argentinos huyendo de las dictaduras, y ahora todo el problema de los centroamericanos. Dije el exilio ayer y hoy. Yo concentro mucho en cada palabra. Sí lo mencioné en mi discurso pero no hablando del exilio centroamericano, ni de decir vienen de Honduras, de Nicaragua.
Ha dicho que el XX fue el siglo del desencanto ¿y el siglo XXI?
Seguimos con el desencanto. En el XX se pensó que ya se había llegado a la paz por fin, a la tranquilidad, que ya no iba a haber guerras después de estas dos guerras mundiales horribles, pero seguimos en el desencanto, en el deseo que tenemos de que todo vaya bien y que se acaben las cosas que nos perjudican y que entremos en el encanto, pero para mí estamos bien lejos todavía, no sé cómo llamarle ahora.
Vivimos una época difícil y en México la situación es angustiante
Aquí se han conjugado muchas cosas, pero no estamos peor que en otros lados, la violencia está resurgiendo en Estados Unidos contra minorías: judíos, negros, latinos, mujeres, por el gobierno que tienen; está habiendo asesinatos, se ha despertado ese elemento de violencia e intolerancia que tiene el humano desgraciadamente.
Europa está recibiendo a emigrantes del norte de África y ya no saben qué hacer también, entonces surge el racismo en Alemania. La ultraderecha allá está subiendo mucho, pero también en América. En Brasil, Bolsonaro ya está diciendo, contra homosexuales, contra negros, contra judíos y que los van a fusilar. Ojalá llegue el encanto. Estuvo el comunismo que pensaba que todos éramos iguales, era el encanto, se pensaba que ahí estaba la solución y luego vimos que se volvió a las tiranías, persecuciones, hostigamientos, por pensar distinto.
¿Ve el presente a través del pasado?
Aunque algunas de mis obras están situadas en el pasado siempre escojo un momento crítico en que uno se puede ver reflejado. En La burladora de Toledo están la reivindicación de todo por lo que seguimos luchando: la persecución a la mujer, a ser de otro aspecto físico, es un personaje histórico que también transgredo. Todos los personajes marginales también me interesan porque es lo que estamos viviendo.