Por las prisas de la rutina, a veces uno puede olvidar que hay grandes obras de arte en la Ciudad de México y que no siempre es necesario pagar una entrada para admirarlas. En el marco de la fiebre por los Juegos Olímpicos, recordamos la historia de la escultura más grande que realizó en su carrera el artista Alexander Calder (Pennsylvania, 1898 - Nueva York, 1976) y que se encuentra al aire libre en la capital.
Para ver el arte de Calder, hay que viajar a recintos como el Museo de Arte Moderno de Nueva York, la Fundación Peggy Guggenheim en Venecia o a las afueras del Estadio Azteca para contemplar su monumental obra “El Sol Rojo”, que mide cerca de 25 metros de alto.
El estadounidense hizo esta pieza a partir de una invitación del gobierno de México para formar parte de la Ruta de la Amistad, una serie de esculturas que se crearon como parte del programa cultural que acompañó a los Juegos Olímpicos de México en 1968.
Quien gestionó esta colaboración fue Mathias Goeritz, quien en marzo de 1967 escribió una carta a Calder para invitarlo a formar parte del proyecto. Para el 8 de noviembre de ese mismo año, el artista le envía a Goeritz las instrucciones y bocetos para crear “El Sol Rojo”.
Después de Navidad, Calder y su familia vienen a la ciudad, durante su estancia, el artista se dedicó a supervisar los trabajos en la maqueta. Ya es en diciembre de 1968 que el creador regresa con su familia para ver la obra.
En una entrevista en 1969, el artista señaló que para esculturas monumentales, como la de México, prefería “economizar” en colores.
“La obra de Calder presenta en sus tres grandes patas las imperfecciones de las soldaduras lo que causa en ella una espectacular estética. El centro del Sol es un rojo warm que brinda un tono que puede ser resplandeciente a medio día y opaco al amanecer y atardecer”, es como se describe la obra en el sitio oficial de la Ruta de la Amistad.
En 2009 la escultura fue restaurada por el Patronato de la Ruta de la Amistad.