La rutina, la cotidianidad y la falta de atractivo, que han devorado el matrimonio de Winnie y Willie —personajes de Happy Days, de Samuel Beckett—, son también la metáfora del desencanto occidental tras la Segunda Guerra Mundial: una especie de pulsión hacia el fracaso, explica el director Arturo Ríos, quien lleva a escena la pieza del dramaturgo irlandés en El Milagro.
Para Ríos, Días felices conforma, junto a Esperando a Godot y Final de partida, una trilogía de piezas poderosas y fuertes de Beckett. “No sé por qué Días felices se monta menos, tal vez porque que es un monólogo femenino, aunque creo que en él está todo el universo beckettiano visible en Godot y Final de partida”, explica y recalca que en esta obra la sensibilidad femenina ofrece un leve sesgo, una óptica más amable de ese mundo árido tan característico de Beckett. “Yo he visto que a Winnie se le plantea como un personaje un tanto inocente y mi punto de vista es quitarle un poco de esa inocencia”.
Ante la falta de dinámicas vivas que sostengan su matrimonio estancado, Winnie trata, desde la preocupación y la angustia, de hacer todo lo que esté en sus manos para salvarlo: pequeños recursos que ella especialmente tiene para llamar la atención de Willie, su marido, y que así vuelva a interesarse por el mundo. “Al contrario de ella, él es un personaje desinteresado por lo que acontece en su relación, a su mujer y a la vida misma”.
Winnie quiere que Willie muestra algún tipo de reacción vital, dice el director, pero el discurso se vuelve complejo cuando ellos se vuelven la alegoría de la humanidad de la posguerra, enfrentada a un mundo sin esperanza y devastado que abandonó sus ilusiones. “La promesa de un mundo estable que la guerra y la devastación convirtió en otro mundo. Eso es una segunda lectura de la humanidad desencantada. Y hay, quizá, un tercer plano: la visión cósmica de la indiferencia del universo frente a la humanidad”.
Recalca que algo digno de analizarse en el teatro de Beckett es el dispositivo escénico. “Beckett trabaja con una precisión de relojería. Dentro de su acuciosidad, el dispositivo escénico forma parte de esta manera de trabajar. Entonces, cuando uno ve sus textos, sus obras de teatro, la escenografía viene perfectamente descrita. Me da la impresión de que Beckett quiso que su mensaje, su estética y el contenido de su obra se traduzcan también a través del diseño y la escenografía. A través de la descripción precisa del dispositivo escénico, Beckett está persiguiendo la metáfora de este mundo, que le es tan particular y el espectador reconoce cuando ve sus obras”.
Releyéndolo, Ríos nota que las acotaciones conforman buena parte de sus textos. “Hay un restricción o cláusula, digamos, con los herederos de Beckett, en la que se debe firmar un documento sobre el respeto de los parámetros que Beckett marca en su obra. Quienes manejan este dominio son estrictos porque Beckett mismo se los dejó como requisito”.
En escena están Mónica Torres y Ricardo White. Días felices podrá verse hasta el 19 de mayo: jueves y viernes, 20 horas; sábados, a las 19 horas, y domingos, a las 18 hrs.