Una imagen total de la escritora británica Virginia Woolf es lo que se explora en la pieza “Virginia, la muerte de la polilla”. “Yo busqué, ambiciosamente, contener todo su ser y su creación”, dice la directora Aline Menassé, en entrevista, y recalca que la gente abunda, comúnmente, en ciertos aspectos de la vida de la novelista.
“En la actualidad, Woolf es vista como la pionera del feminismo; sin dudas, lo es. Otras personas ven en ella a una escritora que forma parte de la generación que renueva la novela contemporánea porque rompe con la estilística victoriana del relato. Por otro lado, la gente la ve como una enferma mental. Tiene tantas facetas y lo que busqué fue alcanzar la totalidad de su ser, un punto donde todo se integre. No es que solamente yo haya desarrollado un área”, abunda la también actriz y beneficiaria del Sistema Nacional de Creadores de Arte (SNCA) de 2018 a 2021.
En palabras de Menassé, el objetivo fue exponer el mundo de Woolf y la forma en que estuvo contenido en el plano de la creación. “Todas sus novelas son muy autobiográficas, pero de forma velada. Porque lo que ella hizo no se convirtió en una literatura del yo, de hablar de sí misma, como era considerada toda la literatura femenina que habla de los sentimientos. Ella lo vuelve universal por el uso del lenguaje y la manera en que aborda la literatura, sin importar que ésta fuera autobiográfica y contuviera todo su pensamiento; ella lo trascendió hacia una literatura compleja”.
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La forma en la que esto se refleja en la puesta en escena fue evitar, en la medida de lo posible, la acción exterior para que el pensamiento y la vida interior de la escritora se convirtieran en el eje y lo que en verdad está sucediendo. “La necesidad de explorar la vida interior se estaba sintiendo ya con Freud, Joyce y Faulkner, pero Virginia lo hizo de una manera muy particular. Virgina reivindica la vida interior como un principio de la existencia y esto se refleja todo en la literatura. En ´Al faro´ no hay peripecia, no hay acción. Sólo es la madre columpiándose en la mecedora, viendo al horizonte, reconociendo la belleza, viendo jugar a los niños, mientras reflexiona sobre el crecimiento, la maternidad o el rol masculino. Es la señora Ramsay, pensando, pensando y pensando y ahí se atraviesa todo su ser, ésa es la acción. El monólogo interior es el eje: en el mundo interior de los personajes es donde sucede la verdadera acción. En el fluir de conciencia y la ruptura del tiempo porque el pensamiento no es lineal, es simultáneo. Hay cuatro líneas de pensamiento al mismo tiempo y eso lo lleva al fluir de la conciencia y a su preciso manejo del lenguaje. Ahí entra la complejidad del pensamiento de Virginia”.
Sobre la correspondencia entre la historia y el dispositivo escénico, la directora —que se formó con figuras de la talla de Jerzy Grotowski y Eugenio Barba—señala que la primera intención fue representar la habitación propia. “No cito ni una sola palabra de ´Una habitación propia ́ en la obra, pero yo la quería poner como el contexto, quería que fuera el ámbito íntimo de Virginia”.
En la escenografía es central el escritorio que ningún otro personaje toca o aborda, “y que se respeta como espacio propio”. En el dispositivo, hecho por Miguel Moreno y Auda Caraza, también se abordan planos de exterioridad e intimidad o aquello que alude a la vida interior de la autora de” La señora Dalloway”. “Los escenógrafos hicieron elementos simbólicos: aros de luz que son muy bellos que evidencian momentos críticos, de inestabilidad psicológica y emocional, o que aluden al agua, un elemento presente en toda su literatura: en Al faro, en Las olas, en Fin de viaje, y en su propia muerte, el agua también es el espacio donde ella se ahoga. El agua está considerada como el elemento de la emotividad, de las emociones, pero también es el hundimiento. No es spoiler, toda la gente sabe que hay un suicidio”.
Menassé retoma no sólo ciertos sucesos definitivos en la vida de Woolf, sino la relación que tuvo la novelista con la creación y “las palabras que son la materialidad de sus obras''. Yo retomo una conferencia que ella dio para la BBC, ´El arte del oficio´. Es la única grabación que hay de su voz, una voz nasal y, para algunos, victoriana. Woolf dijo que fijamos las palabras a una idea única, que no las dejamos vivir y por eso se nos vienen en contra. A ellas no les gusta que las tengan en la punta de la pluma y que las analicen; les gusta ser libres y significar muchas cosas”, concluye.
“Virginia, la muerte de la polilla” se puede ver hasta el 20 de noviembre; los jueves y viernes, a las 20:00 horas; sábados, a las 19:00 horas y domingo a las 18:00 horas en el Foro de las Artes del Centro Nacional de las Artes. María Inés Pintado interpreta a Virginia Woolf y, en escena, la acompañan Elsie Flores y José Carriedo.
Fot: MF
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