En medio de la discusión sobre las repercusiones ambientales y arqueológicas que traerá consigo la llegada del Tren Maya a la Península de Yucatán, el libro Exploraciones del mundo subterráneo. Un acercamiento al Gran Acuífero Maya (Aspen Institute Maya-UNAM 2022), editado por el arqueólogo subacuático Guillermo de Anda, revela nueva información sobre el acuífero peninsular y pone sobre la mesa la importancia de este sitio para conocer más sobre la cultura maya y las posibles razones del colapso de esta civilización.
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Uno de los hallazgos que se destaca en el libro es la investigación que dirigió De Anda en el cenote de Holtún, que revela nuevas hipótesis sobre el uso de estos sitios subterráneos con fines simbólicos y religiosos, además de ser unos de los primeros estudios que unen el rescate arqueológico con la teoría paleoclimatológica.
Esa investigación arroja nuevos datos sobre las sequías que azotaron a la Península en los siglos IX y X y dan evidencia de la forma en que los antiguos mayas enfrentaron los cambios climáticos y utilizaron los cenotes como lugares sagrados, pero también para explotar sus recursos.
Ahora, con la llegada del turismo al sureste mexicano y con el peligro de que estos ecosistemas puedan verse afectados, De Anda señala en el libro la importancia de proteger esos sitios arqueológicos, además recalca que se trabaja para que la UNESCO reconozca al Gran Acuífero Maya como Patrimonio Mixto de la Humanidad.
El arqueólogo, quien también es director del Proyecto Gran Acuífero Maya (GAM), señala que el libro busca cambiar los paradigmas alrededor de la arqueología subacuática, la cual necesita teorías propias.
El Proyecto nació hace siete años y es financiado con recursos privados y donaciones, y tiene como meta principal crear conocimiento para concientizar sobre el valor del acuífero peninsular. Algunos de sus miembros participaron en el libro para mostrar los avances de sus investigaciones.
En siete años, ¿cuáles son los avances del Proyecto Gran Acuífero Maya?
Uno de los principales avances es la consolidación de una nueva metodología de trabajo, es decir, de acercarnos a la arqueología subterránea de una manera más teórica; antes sólo se decía, popularmente, ‘vamos a bucear, a ver que encontramos’, pero la arqueología subacuática es una ciencia que necesita su propio camino, sus hipótesis, necesita una idea concreta de lo que estamos haciendo. Yo creo que ese es nuestro principal avance y unos de los resultados palpables es precisamente este libro.
¿Qué disciplinas utiliza la arqueología subterránea?
En el libro se trata de abarcar distintas disciplinas para aproximarse a la arqueología subterránea. En el primer texto explico que, básicamente, hay que bucear para obtener la información; otro texto aborda lo que es una cueva seca, luego podemos leer teoría de imagen, de iconografía. Este último es un ejemplo de la consolidación de la metodología, es una nueva forma de entender esta arqueología. No podemos ir sin preparación, hay que ver y percibir a esta disciplina bajo la lupa científica, es una aproximación multidisciplinaria en la que utilizamos muchos recursos, incluso fotográficos, incorporamos a la foto para los análisis. En el texto reunimos varias disciplinas, también hay biología, arqueología, iconografía, paleontología, estamos tratando de poner todo esto junto para decir que la arqueología del Gran Acuífero Maya y todo lo que conlleva son cuestiones sumamente valiosas, hay que preservarlas, hay que aproximarse a ellas con un método, con una teoría.
¿El libro pretende cambiar el concepto de arqueología subterránea?
El libro, en primer lugar, busca que el público conozca la importancia de lo que hay debajo de la tierra, la importancia de estos sitios subterráneos. Hemos recopilado y analizado información que no estaba disponible antes; estamos proponiendo librarnos de la idea que se tiene del espacio como “inframundo”. Hemos descubierto que, para los mayas, estos cenotes eran cuevas con diferentes funciones, hay que verlo de una forma integral.
¿Dan una nueva interpretación de los cenotes?
Es una pregunta interesante porque los mayas construyeron cuevas simbólicas, eso es claro, pero una función no elimina a la otra, el hecho de que hayan sido simbólicas, para rituales o adoración, no quiere decir que de ahí no se obtuviera agua para la vida diaria o para la construcción, y viceversa, se ha tendido a separar estas funciones en los análisis previos. Debemos verlo como algo integral y que, al verlo junto, nos permite llegar a conclusiones más cercanas.
¿La investigación en Holtún arroja una aproximación más cercana a la caída del imperio maya?
Lo más importante en la investigación del cenote de Holtún es que juntamos, por primera vez, el material arqueológico con la teoría paleoclimatológica. Hemos sabido que, en el área maya, específicamente en las áreas bajas del norte, hubo grandes sequías, están documentadas en mucha literatura. ¿Cuánto tiempo dejó de llover? No lo sabemos. Pero se hablan de sequías de más de 15 años durante los siglos IX o X, fue una sequía brutal. En Holtún hallamos restos óseos de una ofrenda, que probablemente fueron ofrecidos para propiciar algún evento con los dioses, vemos que la cerámica que los acompaña pertenece al clásico terminal, es decir, al siglo IX o X, es cuando nos dimos cuenta de que hallamos algo interesante, porque, además, esta ofrenda está sobre una plataforma de roca caliza natural; la plataforma, estaba seca. Tenemos que decir que los antiguos mayas no tenían cómo bucear, podrían haber hecho apnea para llegar al sitio, pero no tenían luces ni demás equipo, lo que vemos es un arreglo, es decir, fue puesta ahí a propósito y nos revela que bajaron al cenote cuando estaba seco. Ellos hacen ahí depósitos de cráneos, vasijas y otros objetos. Además, hay signos de carbón, lo que habla de que hubo combustión, lo que vuelve a señalar que el cenote estaba sin agua.
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¿La llegada del Tren Maya les causa inquietud?
Claro, nos causa inquietud, pero para intentar mitigar ciertas repercusiones a los cenotes y a los ecosistemas debemos tener un grupo más amplio de investigadores y de científicos para poder investigar más a fondo estos contextos y tener herramientas para enfrentar posibles complicaciones. Es justamente lo que estamos proponiendo en el libro, debemos estar preparados para saber cuál es la carga adecuada para estos sitios, buscar la manera de equilibrar ciertas visitas a los cenotes; lo que hay que controlar también son las descargas de desechos hacia el acuífero, esto ha sido un problema añejo, de hace muchos años, en Cancún, Tulum y Playa del Carmen, son ciudades que han crecido muy rápido y su desarrollo ha provocado un cambio en el ecosistema en general.
¿Sigue en pie la lucha para que la UNESCO reconozca al Gran Acuífero Maya como patrimonio natural?
Desde 2019 se hizo el anuncio de que iniciaría el trámite para inscribir al Gran Acuífero Maya en la lista de patrimonio mixto. Se está trabajando en ello, recopilando información, estudios, mapas; es un proceso lento porque lleva mucha información, seguimos en ese proceso. Como lo hemos platicado, la arqueología subterránea requiere de tiempo, son procesos de aprendizaje, de conocimiento, de entendimiento de estos entornos tan complejos.
¿EL INAH contribuye al Proyecto de forma activa?
Estamos tratando de ampliar nuestro equipo de trabajo. Platiqué con algunos colegas para que se puedan unir a nuestro equipo. El apoyo del INAH es constante en todos los sentidos, desde permisos hasta la facilidad de que nuevos investigadores se unan al proyecto. Tenemos una buena relación.
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