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“Tenemos tres horas esperando”, dicen al unísono tres jóvenes, dos universitarios y una preparatoriana. Todos se muestran emocionados pese a que delante de ellos hay una fila de por lo menos 60 personas que también desean entrar a la primera librería Gandhi Oportunidades en la Ciudad de México, en Miguel Ángel de Quevedo , que está a unos días de cerrar sus puertas.
A simple vista, la fila luce interminable, se extiende de la entrada del lugar hasta varios metros; alrededor de 200 personas esperan por encontrar alguno de sus títulos favoritos o sencillamente van “por lo que encuentre, mi tope son mil pesos”, señala un joven.
La expresión en los rostros de muchos, quienes platican entre sí para sentir menos el tiempo, es alegre, como si no importara los rayos del sol que, aunque pocos, sí acaloran a más de uno.
Un señor, de aproximadamente 65 años, espera paciente pero con expresión seria; 10 personas lo separan de su entrada a la librería. “Antes venía por lo menos una vez a la semana, cuando era joven”, relata rápidamente, atento a su turno que será solo de 15 minutos dentro para dar lugar a otro comprador.
“Permítame su muñeca”, pide un joven rubio de manera vehemente en cada nuevo ingreso. “Le comento que cuenta con 15 minutos para escoger y comprar”, finaliza mientras que los ojos ansiosos de quien entra recorren los estantes intentado decidir a dónde ir.
Algunos estantes lucen a menos de la mitad de su capacidad ; al fondo, la pared cubierta por los muebles que otrora albergaron cientos de libros lucen completamente vacíos igual que una serie de libreros pequeños. “No esperábamos que se vendieran tan rápido, se contemplaba que esto pasara hasta el 16 de agosto”, dice la gerente de la librería.
“Es un punto y coma para Gandhi, porque no termina. Este espacio es el corazón de Gandhi, la primera librería. Vamos a seguir”, dice la mujer, quien lleva año y medio de trabajar en lo que ella llama “la familia Gandhi”.
Una joven estudiante de Arquitectura se muestra triste pues no encontró un ejemplar de Haruki Murakami, “iba a estar difícil encontrarlo ya ahorita”, refiere con desánimo y es que cada persona tiene en sus manos por lo menos tres libros mientras sigue en busca de alguno más.
Tan solo han paso unos días desde el anunció del cierre de puertas de lo que en un futuro será las oficinas del corporativo y se ha vendido por lo menos un 20 % de los libros que esta contenía, esto sin contar que la segunda mitad del lugar está incluso cerrada pues ya no hay más libros.
Más que una librería es un punto donde muchas historias convergen. “Nos busca muchas personas de la tercera edad, que aquí hicieron su tesis”, menciona la gerente. “Muchos nos dicen ‘Es que mi papá aquí me compraba mis libros’, y a lo mejor el papá ya no está, pero vienen por ese recuerdo”, asegura con lágrimas en sus ojos.
La mujer afirma que “la mitad de los que están formados allá afuera, viene para despedirse de la tienda. Sí vienen por las ofertas pero también por la nostalgia”.
Otra joven estudiante dice que sus padres hicieron fila por tres horas para que ella pudiera entrar, lleva en sus manos un par de libretas y otro par de libros, se dice contenta porque encontró lo que buscaba. Valió la pena la espera de sus padres. Por otro lado, un joven alto dice mientras se acomoda los lentes, que nunca había visto que hicieran fila por libros, "eso nunca había pasado, es muy raro pero da gusto", sentencia.