El artista contemporáneo Clotilde Jiménez (Honolulu, 1990) presenta en el Museo Jumex su proyecto más desafiante hasta ahora: La Gruta, una ópera en dos actos donde hace una crítica al colonialismo no sólo a través del producto artístico en sí, sino también desde su producción.
Jiménez —quien ha expuesto en diversos países como Qatar, Estados Unidos, Francia y diseñó los carteles para los Juegos Olímpicos y Paralímpicos de París 2024— es sensible a los temas de migración, colonialismo y racismo. Nació en Hawai, es hijo de padres puertorriqueños, se crió en un barrio peligroso de Philadelphia y vivió en Reino Unido, hasta que las tensiones del Brexit y el primer gobierno de Donald Trump lo orillaron a él y a su esposa a mudarse a Ciudad de México en 2019. Ahora, el artista recién naturalizado mexicano aborda las ideas y reflexiones que ha tenido sobre estos temas en el acto “radical” que ha sido para él lanzarse a hacer desde cero una ópera —un género “muy europeo”— en náhuatl y español que cuenta una historia muy mexicana.
La Gruta, obra que define como “una carta de amor a México”, está basada en hechos que ocurrieron en La Garra, Guerrero, el pueblo de Vanessa, esposa del artista, con un niño llamado Leopoldo, quien se perdió cuando jugaba en el río. Fue atraído por chaneques, con quienes vivió en una gruta. Tras años y angustiantes búsquedas sin éxito por parte de su familia, Leopoldo regresó. Pero no fue lo mismo, la fe católica de los habitantes hizo que tacharan al niño de maldito, expulsándolo del pueblo. La única alternativa para Leopoldo fue irse de forma ilegal a Estados Unidos.
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Pese a ser un novato en el género, la ópera sólo le llevó 14 meses a Jiménez, quien se puso a estudiar del tema y se rodeó de expertos en el área para colaborar, como el compositor Javier Antonio Bellato, la coreógrafa Carla Segovia y Pablo Cruz Villalba en la realización cinematográfica del video que se proyecta. La puesta en escena está complementada con collages —técnica que caracteriza su obra plástica— y esculturas, formato que retomó después de años y ahora exploró por primera vez en madera.
A partir de ésta obra que estará hasta el 1 de diciembre, Clotilde Jiménez propone lo que él llama “mesofuturismo”, una invitación a hacer arte y narrar historias con el lente propio del mesoamericano, dejando atrás el “güerismo” y la estética europea.
¿Cómo te diste cuenta que querías explorar el género de la ópera?
Siempre me ha gustado y la he escuchado, pero en secreto. De donde vengo y como crecí, la ópera y el teatro siempre fueron algo fuera de lo normal y hay estándares culturales que a veces no te permiten socialmente participar en algo, por eso oculté (mi gusto por la ópera). El año pasado, en mi cumpleaños, decidí tomar realmente en serio la idea de escribir una.
No fue nada fácil, tuve que educarme y necesitaba una tragedia. Entonces recordé una historia que mi esposa me contó sobre chaneques. Entendí el contexto cultural, que para mí fue muy significativo, el de la migración y esa lucha contra la religión católica y las creencias tradicionales.
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Es un proyecto multidisciplinario, hiciste el guion, pero también el video, el vestuario, las esculturas. ¿Cuándo decidiste que sería así de diverso?
Al inicio la vi con una escenografía tradicional, pero por la falta de dinero y tiempo, tuve que ser más creativo y supe que iba a ser un elemento digital. El compositor me explicó otras formas de cómo la gente usualmente soluciona el tema y así fue que resultó la película. Al final de cuentas, soy un artista contemporáneo y así la veo, como una obra muy contemporánea, que habla muy de la época.
Llevaba como cinco años sin regresar al medio de la escultura, entonces dije “este es mi momento para arriesgar y mostrar todo”. Quería mostrar a los chaneques en una perspectiva diferente y como son criaturas de la naturaleza, quería usar un material como la madera.
También es la primera vez que colaboro con otros artistas.
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¿Este proyecto te ha cambiado como artista?
Ahora tengo un montón de respeto para la gente que trabaja en el escenario, creo que estamos en el mismo universo, pero de forma paralela. Ahora yo he cruzado a su mundo y me han aceptado con alegría y confianza. Tengo ganas para continuar, tengo más ideas para por lo menos cinco óperas y otra idea para hacer un ballet.
También ahora siento que tengo una conexión más profunda con las creencias y la lucha de la gente en los pueblos y el migrar a Estados Unidos. En esta historia también hablo de España, porque no podemos hablar de chaneques y ese rechazo a Leopoldo, sin hablar de dónde viene ese rechazo a las tradiciones nahuas, que viene de la Colonia. No podemos hablar de la maldición y el catolicismo sin hablar de España. Hay que entender el pasado para entender el futuro, hay que entender la llegada de esas creencias europeas para entender la llegada de Leopoldo a Estados Unidos.
Hablando de esto, justo con la ópera presentas el término “mesofuturismo”, ¿qué significa?
Es la primera vez que propongo un término. Tradicionalmente, en la historia del arte hemos tenido pensadores que proponen términos para explicar ideas nuevas, yo no estoy declarando que estoy haciendo algo nuevo, sólo estoy eligiendo una palabra para describir estas ideas. El mesofuturismo nace en el mismo mundo del afrofuturismo, que es una estética y una forma de visualizar el mundo y el futuro a través de una lente propia de nuestra gente, los negros. Entonces, mesofuturismo es una invitación a los mexicanos, y lo podemos abrir a latinoamericanos, a rechazar las nociones y creencias de la Colonia, que nos ponen abajo y atrás. Plantea dejar el “güerismo” y reemplazarlo con algo más mexica, más meso, más moreno, porque así somos y si vamos a contar un futuro donde tengamos libertad, hay que hacerlo desde la lente propia.
En Estados Unidos, los negros empezaron su historia en cadenas, todavía más atrás que los mexicanos. En 2024, en mi opinión, hay más gente afrodescendiente con un orgullo que yo no veo en Latinoamérica, entonces ¿cómo es posible que empezaron más atrás, pero llegaron más adelante? Es por esta mentalidad (del afrofuturismo), entonces, ¿qué pasaría si vemos más películas, shows, series, música, óperas con una visión propia? Eso es La Gruta. La ópera es un medio muy europeo, lo cual no es una crítica, pero ahora el mundo es más diverso en término de las ideas que compartimos y siempre he querido meter las ideas que encuentro importantes en este medio. La música, matemáticamente, no sigue el patrón europeo sino tiene ritmos más latinoamericanos, al igual que las letras que tiene escenas en náhuatl, quería que la gente viera que el idioma es digno y no menor como se cree, pero para entender eso, se requiere el lente del mesofuturismo. Las óperas normalmente están escritas en francés, italiano y alemán y creo que La Gruta es la tercera en escribirse en un idioma de las Américas. Fue una decisión radical y espero que la gente no pierda esta idea de que estoy desafiando los estándares y las expectativas culturales.
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¿Alguna vez te sentiste intimidado por hacer esta idea “desafiante”?
Un poco y además vulnerable de hacerlo en un contexto mexicano, porque, sin decir mucho, académicos mexicanos me dijeron que mi idea era buena, pero problemática porque “viene del gabacho y si vamos a lograr algo, necesitamos ideas mexicanas”. Entiendo ese punto, pero siento que también es demasiado cerrado, como si no fuera posible reconocer la sabiduría de otros países. Al final, estoy hablando de temas universales, estamos tratando de cambiar la lente. Ya estamos en 2024, ya es hora. La lente blanca europea ya la hemos visto por siglos.