Entre el ajetreado ritmo del día a día, la adicción al teléfono celular y la contaminación, detenerse para admirar el paisaje natural de fondo de la Ciudad de México parece importante. En el nuevo libro “Popocatépetl Iztaccíhuatl. Montañas sagradas” (Artes de México y Rama Ediciones, 2024), el fotógrafo(Ciudad de México, 1948) da la oportunidad de apreciar a los icónicos volcanes.

A través de 130 fotografías, acompañadas con un texto introductorio de , se puede apreciar a estas montañas en sus múltiples facetas, durante el amanecer, atardecer, con fumarolas o con nieve. Este ejercicio de fotografiar al Popo y al Izta es producto del enamoramiento de Doníz de estos volcanes, así como una alternativa a su sueño frustrado de hacer alpinismo.

“Este es producto de un enamoramiento desde niño que tuve con los volcanes. Podía verlos cuando todavía esta ciudad estaba considerada la región más transparente. De joven quise ser alpinista, como mi hermano mayor pero desafortunadamente mi físico nunca ha sido así de portentoso, era muy flacucho”, recuerda Doníz en entrevista.

Antes de descubrir que lo suyo era la fotografía y aprender de Manuel Álvarez Bravo, Doníz logró escalar en una ocasión el Popocatépetl. “Esa fue la culminación de mi enamoramiento”, afirma. “Desafortunadamente” no hay registro de esa hazaña, pues todavía no agarraba la cámara.

El nuevo libro “Popocatépetl Iztaccíhuatl. Montañas sagradas” (Artes de México y Rama Ediciones, 2024) del fotógrafo Rafael Doníz. Foto: Artes de México.
El nuevo libro “Popocatépetl Iztaccíhuatl. Montañas sagradas” (Artes de México y Rama Ediciones, 2024) del fotógrafo Rafael Doníz. Foto: Artes de México.

Tras encontrar su vocación, Doníz siguió ese enamoramiento por las montañas y continuó explorando cimas, como la Malinche, Chichonal y las lagunas del Nevado de Toluca. De esas aventuras hizo su portafolio de fotografías.

“Sin ser profesional, fui un atrevido en venir a estos lugares. Desafortunadamente o no sé si afortunadamente, en uno de los viajes que hice, que fue al Ceboruco, me extravié. Fue una experiencia muy desagradable, pero muy aleccionadora, esa situación, diría yo, me ubicó”, confiesa el fotógrafo.

Esa experiencia lo motivó a hacer un libro sobre el Popocatépetl y el Iztaccíhuatl, a quienes ha retratado desde distintos ángulos durante los últimos 20 años. Doníz explica que no ha sido un reto fotografiar al mismo objetivo, pues tiene el ojo entrenado para descubrir nuevas formas de admirar a estos volcanes que él llama lábaros patrios: “Lo que la mayoría de la gente no entiende es que no hay un amanecer igual”, afirma.

Doníz, quien en su juventud hizo yoga y meditación, explica que dedicarse a la fotografía y sus viajes a los volcanes se convirtieron, con el paso del tiempo, una nueva forma de meditar. Ve en estos dos volcanes mucha espiritualidad y lamenta los estragos que está teniendo el calentamiento global en ellos, por lo que en estas imágenes les rinde homenaje.

“Hay que acercarse con humildad y hay que pedirles permiso para ese acercamiento. La Maestra Elenita se refiere a los volcanes como los abuelos, como nuestros antepasados. Son parte de nosotros, de nuestra familia, hay que venerarlos. En fin, hay una espiritualidad de alguna manera”, concluye.

Foto: Rafael Doníz/EL UNIVERSAL.
Foto: Rafael Doníz/EL UNIVERSAL.
Únete a nuestro canal ¡EL UNIVERSAL ya está en Whatsapp!, desde tu dispositivo móvil entérate de las noticias más relevantes del día, artículos de opinión, entretenimiento, tendencias y más.

Comentarios