”No hay que ir a buscar la música, sino dejar que la música venga a ti. Para mí la música es el hombre jugando. Vengo del ambiente formalde los conservatorios. Eso va un poco en contra de lo que decía mi paisano más ilustre, Pablo Picasso: el artista es un niño hasta que se muere. A veces despierto una mañana y siento un deseo tan fuerte de hacer un arreglo de ‘Granada’, de Agustín Lara, o de ´La Llorona´, que estoy sacando ahora, y de la que he escuchado todas las versiones posibles”, cuenta el guitarrista español Rafael Aguirre, quien el 31 de octubre subió a sus redes sociales un video con su interpretación de “La Llorona” con la ofrenda del Claustro de Sor Juana a sus espaldas. Sus palabras muestran la pasión, la forma en la que ciertas canciones pueden obsesionarlo y el papel que el juego y la carga emocional tienen en él a la hora de interpretar.
Pese a su juventud, Rafael Aguirre (Málaga,1984) ha alcanzado grandes logros a nivel internacional en su carrera: desde ser nombrado Associate of the Royal Academy of Music de Londres hasta presentarse en el Carnegie Hall de Nueva York. Tras pocos días de haberse mudado de forma permanente a la Ciudad de México, Aguirre piensa, ahora, en cuál es el mejor sitio para debutar en la capital.
La ciudad tiene una ubicación estratégica, cuenta, porque es puente entre Sudamérica y Estados Unidos. Además, una parte de su corazón está en el país porque su esposa es mexicana y el contacto, el influjo de la cultura nacional, apareció varias veces en su vida desde que era muy pequeño, ya sea con las obras de Manuel M. Ponce o de Agustín Lara. Algo que se materializó años después, en 2012, cuando tenía 28 años y subió un video a YouTube interpretando “Granada” (en los próximos días, —cuenta— la Fundación Agustín Lara lo galardonará, precisamente por el homenaje que Aguirre le ha rendido a dicho cantante). En su caso, la vocación es una especie de herencia familiar. El sueño de su abuela materna, cuenta, era ser cantante de ópera, pero su familia no lo permitió: “Ella tenía muy buena voz, incluso la becó el Conservatorio de París. Recuerdo escucharla cantar ciertas arias de ópera; creo recordar que cantaba ´Granada´, de Agustín Lara”.
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“Cuando yo era niño no quería ser músico, quería ser futbolista o tenista, algo así, las figuras que salían en la televisión. Pero la música estaba en mi familia, no de forma profesional, pero sí con gente muy aficionada a la música, casi vocacional, se puede decir. A mí me dijeron: vas a estudiar música, como quien dice: vas a ir al colegio”, recuerda el guitarrista y señala que ese encaminamiento familiar hacia el arte se debió a que él poseía oído absoluto.
“Recuerdo que luego íbamos a Francia, donde escuchaba cantar a mi abuela. Me suena que cantaba canciones españolas y mexicanas, y canciones de ópera. Entonces, conforme fui creciendo escuché esa música. Como no me atrevía a cantar, para mí siempre era muy natural ponerme con la guitarra y decir: mira cómo canta la guitarra. A mí siempre me ha gustado mucho jugar con el instrumento. La guitarra es una caja de sorpresas, así es como la definiría. Una caja porque es una caja de madera que adentro tiene sorpresas”.
Aunque la guitarra como instrumento, señala, no tiene la misma cantidad de repertorio pesado que el de grandes compositores de piano o violín, hay una paradoja: “De repente dices: mira, voy a intentar tocar esto en la guitarra y la gente se queda con la boca abierta”.
La curiosidad que despierta en Aguirre cada país en el que ha puesto un pie es lo que lo ha llevado a tener repertorios diversos, que pasan por la música folclórica, los clásicos de George Gershwin, el Concierto de Aranjuez, el vals no. 2, de Dmitri Shostakóvich,o la ya mencionada “Llorona”, para dar un ejemplo reciente. Recuerda una anécdota al respecto: “Mi debut en Estados Unidos fue en Nueva Orleans, creo que en el año 2008. Yo era muy jovencito y toqué unos preludios de Gershwin: uno es un blues, otro es un charleston y otro es un foxtrot. Empecé a tocar eso y los estadounidenses me veán y me decían que eso sonaba impresionante en la guitarra”.
Agrega que “si el músico es capaz de absorber un estilo y si realmente ha tenido una conexión emocional y espiritual muy fuerte con la música puede tocar un blues con un xilófono o puede tocar a Bach o ‘La Llorona’ con un xilófono o y sacarle lágrimas al público”.
Más allá de sus próximas presentaciones internacionales, lo que más le entusiasma ahora es terminar de conocer la cultura mexicana, sumergirse en ella (el año pasado se presentó en el Festival Internacional Cervantino) y esperar un buen debut que, como puede imaginarse, le gustaría que fuera en el Palacio de Bellas Artes, aunque no le cierra la puerta a otras opciones.
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