La impresión tras escuchar, en medio de la tormenta, el estruendo del rayo sobre un río fue el origen de la obra que el compositor y violinista Swan Serna presentará en el Carnegie Hall. En la provincia de New Brunswick, Canadá, donde vive actualmente, presenció la tempestad y el impacto del trueno. Junto a él se encontraba su compañera en el dúo de música antigua Ke Luman Tomusiko, la pianista Dulce Alarcón. La fuerza de la naturaleza dejó tal sugestión en él, que despertó el deseo de concebir una pieza en los lindes de lo percibido.
Cuando la electricidad pasa por la atmósfera, cuenta el músico, se crea un vacío que después se cierra hasta colapsar el aire.
“Es tan rápido que genera el sonido del trueno. Podría decirse que la explosión deja en el ambiente un impresionante ruido eléctrico”, detalla sobre el fenómeno atmosférico que lo inspiró a componer El aire que colapsa.
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El puente entre el origen de dicha pieza y su presentación el 1 de diciembre en el Carnegie Hall en Manhattan, Nueva York, atraviesa la competencia de talento internacional American Protegé. En abril, el dúo participó en su respectiva categoría y quedó en tercer lugar. Tras ser anunciado como finalista, al dueto se le invitó a presentar la versión de la pieza con arreglos para violín y piano.
Las influencias de Alarcón, a la hora de interpretar, son Debussy, Chopin, el impresionismo y el folclor mexicano: “Desde mi perspectiva se trata de los arpegios largos, abiertos”, explica. A Serna, el barroco y la música popular lo han impregnado, dice: “Tal vez por eso lo que compongo es más tonal, no es tan disonante, aunque en el caso de El aire que colapsa uso técnicas extendidas en el violín y más disonancias, un poco, también, para expresar la idea del rayo, el trueno, la electricidad”. Como compositor, abunda Serna, su deseo fue plasmar la admiración por la naturaleza, su tejido que se intrinca con la potencia del mundo y la generación de la vida. En New Brunswick, donde ambos se dedican a la docencia desde hace tiempo, han visto, por ejemplo, las auroras boreales con su despliegue metafísico y majestuoso: “Experimentar la naturaleza es extraordinario y va más allá de la comprensión. Mi intención con esta obra es que la gente se reconecte con la naturaleza y observe, viva y sienta, finalmente, lo extraordinario que hay en ella”.
Alarcón señala que la pieza plasma el poder y la delicadeza: “Abarca el momento terrorífico que puede llegar a provocar un rayo. Además tiene partes delicadas, hermosas, que remiten a las alas de una mariposa o la sensación de que no pasa nada, cuando, en realidad, suceden tantas cosas a la vez. Es una pieza completa, que invita, hablando como intérprete, a buscar una serie de colores y matices diferentes que existen ahí, en la música, en la naturaleza y en la Tierra”.