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En 1987, la Feria Internacional del Libro (FIL) de Guadalajara inició su historia con más zozobra que certidumbres, le había tocado convencer a los editores que ocuparon los 219 pequeños stands (y los cinco salones para presentaciones). Hoy, ese encuentro librero que reúne a cerca de 2 mil 500 editores y 750 escritores de casi 50 países, recibirá en una ceremonia virtual el Premio Princesa de Asturias de Comunicación y Humanidades 2020.
Con la entrega de este reconocimiento se celebran 34 años de historia de la feria más importante de habla hispana, que es un festival literario al que acuden en promedio 828 mil personas, pero también el más destacado foro de negocios y compraventa de derechos que visitan más de 18 mil profesionales del libro y alrededor de 300 agentes literarios.
La feria, que este 2020 se hará virtual debido a la pandemia por Covid-19, beneficia a toda la cadena del libro, en especial a los editores. Siete pequeñas editoriales independientes: Grano de Sal, Trilce, Impronta, Paraíso Perdido, Mantis, Antílope y Ediciones Sin Nombre celebran el galardón que hoy recibirá, de manera virtual, Raúl Padilla, presidente de la FIL, y reconocen su valor como escaparate y encuentro para los actores del libro.
“Hay aquí muchas negociaciones con librerías, bibliotecas y otras editoriales para comprar y vender derechos, y con profesionales más o menos distantes”, señala Tomás Granados, editor de Grano de Sal. Asegura que en Guadalajara logró firmar la publicación para México de Capital e Ideología, de Thomas Piketty, la obra más destacada de su catálogo, y cerró la entrada de sus libros a la cadena de librerías más importante de Guatemala.
Para Granados, las actividades para los profesionales están muy bien planeadas, “el Salón de Derechos acerca a la edición internacional a la edición en español, fortalece esos vínculos, hay mucha gente que no podría o no tiene experiencia de ir a las grandes ferias como Frankfurt, Londres y Bolonia, y con la FIL Guadalajara tiene una pequeña representación, una puerta de entrada a ese mundo; y después están los foros para profesionales, conferencias, mesas redondas, debates”.
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Carlos Armenta, editor de la jaliciense Impronta y de la librería del mismo nombre, asegura que su librería ha logrado consolidarse como un espacio con muchos títulos de editoriales pequeñas de Colombia, Argentina, Chile, que de otra forma no llegarían a estar al alcance de los agentes y editores que acuden a Guadalajara porque son ediciones independiente y a través de ellos pueden llegar a acuerdos de compra-venta.
“Mucha gente no podría o no tiene experiencia de ir a grandes ferias y con la FIL tiene una representación, una puerta de entrada a ese mundo”, Tomás Granados, editor de Grano de Sal.
“Trabajamos con la FIL en programas de intercambio de derechos. Estos agentes, traductores y gente que hace scouting de derechos siempre viene a la librería una de las mañanas de la FIL y les mostramos el taller; hacen una compra importante pues hay una concentración de libros de editoriales independientes latinoamericanas”, cuenta.
La FIL Guadalajara, que este año se realizará del 28 de noviembre al 6 de diciembre, es considerada por Déborah Holtz, editora de Trilce, como una gran oportunidad para toda la cadena del libro para poder encontrarse con pares de México y del mundo, “dado que es la feria más importante en español merece el Premio Princesa de Asturias, pues es además una feria descentralizada, que ocurre en Guadalajara y no en la Ciudad de México”.
Dice que como editores independientes acuden de manera colectiva con 20 o 25 pequeñas casas a través de la Alianza de Editores Mexicanos Independientes. “La FIL es un escaparate, los días de profesionales son muy importantes porque van compradores de bibliotecas, sobre todo de EU y América Latina, y eso posibilita que nuestros libros tengan visibilidad, es muy importante para dar a conocer a nuestros autores y encontrarnos con nuestros pares de otros países”.
Por su parte, Antonio Mars, editor de la tapatía Paraíso perdido, asegura que la FIL es un monstruo cultural que activa la economía de Guadalajara. “Por sí misma no creo que haya impulsado la creación de editoriales y librerías independientes, pero sí ha logrado facilitar negocios entre editoriales de todos los tamaños y tipos que estamos ahí”.
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Dice que en las últimas ferias han logrado establecer vínculos con otras editoriales y con agentes, y cerrado la publicación de algunos títulos, “ahora quisiéramos que con los autores que han publicado con nosotros por primera vez, nuestra editorial sirva como una tarjeta de presentación para una posible edición en otros países y en otros idiomas”.
Los editores de Mantis y Antílope, con 24 y cinco años de historia, respectivamente, reconocen en la FIL el foro para socializar y hallar alianzas. Luis Armenta, de Mantis, dice que les permite tener mayor visibilidad a su catálogo, “la feria ha permitido que estrechemos vínculos con editoriales especializadas con poesía, de Canadá, Francia y de otros países, con las que tenemos intercambios y coediciones”.
“Los días de profesionales van compradores de bibliotecas, sobre todo de EU y América Latina, y eso da visiblidad a nuestros libros”, Déborah Holtz, editora de Trilce
Para la escritora y editora de Antílope, Jazmina Barrera, la FIL ha sido un lugar de encuentro con autores, editores y agentes, “la feria ha tenido más impacto de ventas y de socialización que permite conocer mejor a las personas relacionadas con el libro con la que a veces solo estás en contacto a través de email”.
Sin embargo, la feria no es de fácil acceso por la inversión que implica, es el caso de Ediciones Sin Nombre. La editora Ana María Jaramillo dice que para ellos nunca ha sido una experiencia benéfica en recuperación de gastos y ventas, aunque reconoce que allí se hacen contactos, son pocos ante la inmensidad que representa.
Negocios en crecimiento
Datos
- 48 países representados en editoriales hubo en la edición 2019, con 18 mil 906 profesionales del libro
- 287 agentes literarios que representaban a algunas de las 2 mil 417 editoriales participantes