El Presidente presumió en su conferencia mañanera del martes que se están recuperando todos los sitios arqueológicos posibles en el proceso de construcción del Tren Maya. Dijo que incluso se podrían iniciar juicios de expropiación, a pesar de que el panorama no le entusiasma tanto debido a la corrupción con que se beneficia más a los dueños de los ejidos pues terminan siendo los únicos propietarios, en lugar del INAH. Detrás de este discurso de buenas intenciones, la pregunta es, suponiendo que los sitios arqueológicos sean rescatados, ¿están considerando resolver antes la crisis que arrastra el INAH desde hace mucho tiempo? No basta con decir que el cuidado del patrimonio es prioridad. ¿Acaso se pensó defender primero a los arqueólogos, pieza fundamental en el proyecto del Presidente? Las cosas serían diferentes si para los investigadores se mejoraran las condiciones laborales, los liberaran de la burocracia y ofrecieran mejores oportunidades. Pero parece que el mapa del Tren Maya no abarca eso.
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Y de Patria, ni sus luces
Si bien deberíamos aspirar a ser potencia en ciencia, tecnología e innovación, la realidad es que vamos muy atrás y con nulas probabilidades de posicionarnos. Y Conacyt lo sabe bien. Los países con potencia en medicina, como Rusia y Cuba, desarrollaron sus vacunas contra el Covid-19 en el momento clave. Pero en México, aunque el presidente Andrés Manuel López Obrador y la directora de Conacyt, María Elena Álvarez-Buylla, cacarearon el desarrollo en el momentum de la pandemia, hace apenas unos días convocaron a voluntarios para participar en la vacuna Patria, que por fin entrará a su etapa final de desarrollo clínico. No hay que olvidar que prometieron tenerla en 2021 y tan atrás vamos en la carrera, que el Conacyt señala que su vacuna protege “como refuerzo” y espera que esta fase culmine “con la autorización de emergencia como vacuna contra la Covid-19 en México”... ¿Emergencia? Si ya casi es un virus estacional, pero bueno, mejor eso a nada, ¿no?
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