La imagen de Carlos Salinas aparece en la tablet de uno de los alumnos de la Escuela Nacional de Pintura, Escultura y Grabado “La Esmeralda”. El expresidente está en la ceremonia de inauguración del Centro Nacional de las Artes, en un video que nunca ha salido a la luz y forma parte del acervo de la escuela. La grabación delata que sus instalaciones fueron inauguradas a pesar de que las condiciones no eran las mejores. Había goteras y el cableado eléctrico tenía un estado cuestionable. Los estudiantes están subtitulando el video y su plan es publicarlo en los próximos días para comparar las condiciones presentes con las de hace 30 años y dejar en claro que pocas cosas han cambiado.
Las condiciones bajo las que se estudia en La Esmeralda no son menos indignas que las que enfrentan los jóvenes del Conservatorio o la Superior de Música. Pero las razones para no mantener un paro de actividades son particulares. La Esmeralda es un engrane más en la crisis que atraviesan las escuelas de educación artística del Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura (INBAL). Pero La Esmeralda se pone en la mira de esta crisis tras una serie de hechos recientes. El primero fue el 7 de octubre, cuando los jóvenes de la Superior de Música cerraron Tlalpan, a la altura de los Estudios Churubusco, para que sus necesidades fueran atendidas por las autoridades; protesta a la que los estudiantes de La Esmeralda y de la Escuela Nacional de Arte Teatral se unieron y que fue atendida por Lucina Jiménez, entonces directora del INBAL.
Los estudiantes, que tienen razones para guardar el anonimato, coinciden con los estudiantes de la Superior de Música en el hecho de que por primera vez, en seis años, Lucina Jiménez entabló un diálogo con ellos. Una de las grandes demandas de la escuela era que el horno para hacer las piezas de cerámica tenía grietas y fallas con el recubrimiento de vidrio. El horno fue compuesto y se les donó uno nuevo (proveniente de la escuela El Nigromante), pero desmantelado.
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“La escuela está registrada como pieza artística, como algo que no se puede tocar. No se le puede alterar nada. Entonces, tiene muchas complicaciones. Por ejemplo, si un foco no sirve no se le puede cambiar porque lo tienes que pedir como pieza protegida”, cuenta uno de los estudiantes.
Días después de la protesta, el 11 de octubre, se le envió un oficio al Consejo Académico, firmado por el director de la escuela, Sergio Ricaño, en el que “se convocó a una reunión informativa para el día lunes 14 de octubre del presente año a las 13 horas en el SUM. Esto con relación a los acontecimientos del martes 8 de octubre”.
Y tras la protesta, en la puerta de la biblioteca hallaron un mensaje: “Después de los hechos violentos suscitados el día 8 de octubre en estas instalaciones, hemos decidido irnos a paro de labores indefinido, ya que la violencia es violencia y no se justifica porque si agreden, maltratan, insultan, violentan y amedrentan a unx, lo hacen con todxs”.
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Esa tarde no se supo mucho de los administrativos ni la dirección. Al día siguiente, en apariencia, la normalidad había vuelto, dicen los estudiantes, pero el clima de tensión era notorio. Los dos mensajes fueron la respuesta por unirse al bloqueo de Tlalpan.
Lo que los jóvenes llaman intimidación sirvió como razón de peso para decidir no entrar en paro.
Pero también tuvo influencia el hecho de que los maestros de la escuela no hicieron su propia protesta, como si sucedió en otros casos, por pagos irregulares. La forma en la que los jóvenes han decidido resistir, cuentan, es ayudando a las otras escuelas con diseños y pancartas. Los estudiantes dicen además que Antonio Zúñiga, director del Cenart, les expresó que el nombramiento de Lucina Jiménez como directora de Formación y Gestión Cultural estaba comprometido, siempre y cuando ella atendiera las necesidades de las escuelas del INBAL antes de irse. “Nunca se había visto la cara de Lucina en seis años. ¿Por qué de repente quiere resolver todo en dos días? Vino a solucionar cosas, entonces aprovechamos esa coyuntura, pero sabíamos que venía a tapar el Sol con un dedo. Nos trajo un horno nuevo y se llevó la basura de hace años”, indicó otro estudiante.
Sin embargo, las condiciones de La Esmeralda muestran que la decisión de no irse a paro, en las asambleas, obedece ante todo a una voluntad. Tal como en el video de hace 30 años, las instalaciones eléctricas defectuosas, y la falta de focos y de tuberías son una constante en sus talleres y salones, a lo que se añaden los enchufes despegados, las goteras, los muros manchados de salitre y las marcas de humedad.
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La falta de material es otra afectación: los maestros han tenido que llevar su propio material (en algunos casos, el 50% de las herramientas pertenece al maestro; en otros, la totalidad); y muchas mesas de trabajo son, en realidad, tablones de madera que tiraron a la basura los alumnos de la ENAT.
Incluso hay áreas corroidas por ácido donde se vuelve difícil respirar. Pero no es menos grave que la falta de equipo de cómputo, los banquillos rotos y algunos salones abandonados. Hay domos de los que cuelgan lámparas gigantes sin seguridad y un tanque de gas al aire libre; en caso de sismo, ambos representan un alto riesgo.
Como en las otras escuelas, la pregunta es si se está trabajando más allá de la capacidad que se tiene para atender a sus 500 alumnos. Los jóvenes dicen que, de palabra, el director les ha dicho que el presupuesto anual con el que se cuenta es de un millón de pesos. Dato que se le preguntó al INBAL, pero que no respondió al cierre de edición.