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Desde niña, por influencia de su madre, Lydia Romero tomó clases de ballet. Junto con su hermana Rosa asistía a una academia en el sur de la Ciudad de México, lo cual forjó sus inicios en la danza.
“El primer contacto que tuve con algo escénico fue un espectáculo en hielo -Holiday On Ice. Me fascinó la estética: los trajes, los brillos”, señaló la coreógrafa.
En entrevista con Notimex , Lydia Romero relató que, de aquel espectáculo, el poder y la energía que las piernas de las patinadoras mostraban al controlar los giros, la inspiraron, “dije: yo quiero hacer eso en la vida”.
La danza, aseguró Lydia Romero, requiere de sacrificio y persistencia,
de constancia en el entrenamiento y en la formación, las cuales se deben mantener aun siendo mayor.
Así, bajo la idea de que un organismo vivo permanece en constante transformación, en 1982, la coreógrafa junto con Eva Zapfre formó la compañía El Cuerpo Mutable, Teatro de Movimiento.
“Eres un participante activo de la puesta en escena y es una experiencia muy rica para el espectador y los intérpretes”, aseguró.
La coreógrafa precisó que existe una retroalimentación y un diálogo diferente cuando se está en un espacio donde el espectador está en la cuarta pared.
La danza y las artes escénicas,
dijo, son un producto vivo en constate modificación, por ello, dependiendo de la mirada de los espectadores en el momento es cómo se construye, porque en realidad no existe nada hasta que se empieza a edificar.
“Según los acontecimientos nunca es igual. En el foro nunca es igual porque hay muchas condiciones del presente. Lo que tiene el arte escénico es que es un arte vivo y como todo lo vivo es diferente cada vez que se vuelve a hacer”, sostuvo.
A diferencia de los escritores y pintores que pueden trabajar en solitario, la danza es una actividad grupal, la cual siempre se produce en comunidad.
akc