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Bruselas. —Cuando los gobiernos europeos decidieron en marzo imponer restricciones a las reuniones públicas para proteger la vida ante el avance de Covid-19, los primeros en recibir la mala noticia de la suspensión masiva de sus actividades fueron los trabajadores en el sector cultural.
Dos meses después, cuando la Europa rica ha iniciado el cauteloso y progresivo periodo de desconfinamiento, son los artistas y las compañías que los emplean en las artes, el cine, la música y el teatro, los que figuran al final de la fila del proceso hacia el “nuevo normal”.
Las cuentas aún no son exactas sobre los impactos por la masiva cancelación de conciertos, actuaciones, espectáculos, presentaciones, conferencias y producciones, pero lo que sí es evidente es que el sector cultural ha resultado ser uno de los más afectados.
Primeros diagnósticos
Algunas instancias comenzaron a aportar datos de los alarmantes daños financieros. Una encuesta realizada a 70 casas de ópera por la organización Opera Europa, revela que los ingresos perdidos entre marzo y julio ascienden a 145 millones de euros; 2 millones por teatro.
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Un estudio de la profesora de la Universidad de Maastricht, Rachel Pownall, y The Art Newspaper, estima que las galerías del Reino Unido y el resto de Europa, perderán este año 79% y 66% de sus ingresos respectivamente.
Un informe del Parlamento Europeo estima entre 5 mil y 17 mil millones de dólares el costo para la industria cinematográfica mundial hasta finales de mayo. La Unión Europea (UE), con 9 mil 185 cines, será una de las regiones más golpeadas; tan sólo los ingresos en taquilla cayeron en Italia mil 100% entre enero y marzo.
Otros actores ni siquiera tendrán la oportunidad de contarlo. Es el caso del museo dedicado a la historia de la bolsa en Amsterdam, que no reabrirá tras la cuarentena.
“Somos el dinosaurio del sector cultural en Bélgica, el Estado nunca nos dejará caer, así que sin duda sobreviviremos, pero estoy preocupado por mis colegas de instituciones o espacios más pequeños, y los artistas en situación vulnerable, que han quedado desempleados y se encuentran en situación crítica”, dice a EL UNIVERSAL Paul Dujardin, director general de Bozar (Palacio de Bellas Artes de Bruselas) y Vicepresidente de la Asociación Europea de Festivales. “Lo que necesitamos es solidaridad en nuestro sector, es fundamental, y debemos comenzar por lo más obvio, construyendo nuevas alianzas”.
Luego de dos meses de encierro, desde el 18 de mayo los museos y las salas de exposiciones comenzaron a reabrir sus puertas en el reinado belga; pero debido a las estrictas condiciones sanitarias, solo un grupo reducido está siendo capaz de cumplir con los requisitos para garantizar un contacto social limitado y regulado.
“Las grandes casas de la cultura deben mostrar solidaridad y abrir sus grandes salas a artistas que todavía no pueden actuar en infraestructuras más pequeñas. Estamos en un mundo en transformación por lo que debemos de encontrar estrategias de trabajo, necesitamos de una nueva auto-percepción”.
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Paul Dujardin sostiene que el Palacio de Bellas Artes tomará la iniciativa compartiendo sus grandes espacios con los colegas del teatro, la danza y la música imposibilitados para abrir sus instalaciones. Aunque reconoce que la solidaridad entre el gremio no será suficiente para salvar el sector creativo, también requerirá de un apoyo económico significativo de las autoridades federales y de la UE, y que esté al alcance de los actores pequeños y vulnerables.
En una comparecencia ante la Eurocámara, el 4 de mayo, la Comisión Europea informó que prepara un plan de apoyo para los sectores cultural y creativo, en el marco del plan global de recuperación que estará dotado con un fondo de hasta 1.6 billones de euros.
Vacuna cultural
Para Paul Dujardin, la reapertura gradual de la oferta cultural (los eventos masivos están prohibidos hasta finales de agosto en Bélgica), tendrá lugar en un momento en que “el sistema se erosiona” y “está vuelto loco”, así como en un contexto en el que se presentan oportunidades y
peligros.
“El arte, por supuesto, no puede hacer desaparecer el coronavirus, sólo la ciencia puede, pero será esencial para sanar las heridas que dejó esta crisis”, asegura.
Afirma que las industrias culturales y creativas representan el 4,2% del PIB de la Unión Europea, por encima del sector automotriz o las tecnologías de la información, y están formadas por un ejército de más 7 millones de trabajadores.
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“Sabemos que la cultura siempre viene final, pero somos una potencia política y económica que será clave en la Europa del mañana, en la era post-coronavirus. Cultura y turismo son fundamentales para la recuperación, ésta no puede tener lugar sin nosotros”.
“¿Deberíamos prescribir eventos culturales para personas vulnerables, en lugar de antidepresivos? El arte y la cultura no tienen efecto sobre el coronavirus. Sólo la ciencia y la disciplina de las personas. Pero el arte puede convertirse en una vacuna que nos ayudará a comprender y digerir mejor estos tiempos”.
Pero en la era de convivencia con el coronavirus habrá muchas tentaciones peligrosas. Junto al combate al Covid-19 emerge un nuevo orden digital y de seguridad que plantea múltiples preguntas éticas. Pasaportes sanitarios, aplicaciones digitales, cámaras termográficas y sistemas de rastreo para detectar personas infectadas son algunas las fórmulas que se manejan.
“Controlar los riesgos de la era cibernética es tarea del Estado y la UE, pero el mundo del arte puede ser parte en esta nueva realidad en forma de humanismo digital, para no caer en sistemas como el japonés, chino o coreano, en el que me estén vigilando todo el día”.
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Y añade: “Tampoco queremos una sociedad estigmatizada, separada, polarizada, dividida entre los enfermos que deben quedarse en casa y los sanos certificados por un pasaporte, entre los fuertes y débiles, ricos y pobres”.
Propone que los artistas ofrezcan soluciones incluyentes: “Estamos ante una posibilidad de producir un cambio real y los artistas pueden ser parte de ello con su narrativa. Pero deben regresar (del confinamiento) con los pies en la tierra y no parados en su Torre Eiffel, e involucrados con la ciudadanía”.
En tanto no exista una vacuna que neutralice al coronavirus, habrá limitaciones de movimiento, lo que provocará que retome relevancia el regionalismo cultural tras décadas de globalización cultural. Paul Dujardin alerta: “La cultura local puede ser malintencionadamente utilizada por los nacionalistas en forma de propaganda. Debemos evitar que la propaganda haga un uso indebido de la creatividad de las personas”.