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yanet.aguilar@eluniversal.com.mx
El pasado 1 de julio The New York Times dejó de publicar caricaturas políticas en su edición internacional, la decisión la tomó el 11 de junio, tras la polémica generada por un cartón del caricaturista portugués António Moreira Antunes que se publicó en abril y fue tachado de antisemita; las protestas hicieron tal presión que The New York Times cedió.
A la censura del cartón de António, donde se ve a Donald Trump ciego llevado por un perro guía con la cara del primer ministro de Israel, Benjamín Netanyahu, que tiene en el cuello un collar con la estrella de David, se sumó, el pasado 26 de junio, otra censura: la empresa periodística canadiense Brunswick News, despidió al caricaturista Michael de Adder por una ilustración que mostraba al presidente Trump jugando golf cerca de los cuerpos de Óscar Martínez y su hija, Angie Valeria, que murieron ahogados al intentar cruzar el río Bravo. Aunque la empresa negó que fuera la causa, De Adder no tuvo duda.
En entrevista con ELUNIVERSAL, António Moreira Antunes, con 45 años de trayectoria, asegura que este es un momento complicado para la prensa y la caricatura: “Me sorprende la actitud de The New York Times, es muy negativa, muy peligrosa para la libertad de prensa. Se cortan los dibujos porque es un dibujo que no es conveniente, otro día se cortan los textos porque es un texto que no es conveniente, entonces al final no tendremos libertad de prensa”.
¿Cuándo fue un problema su cartón?
—Empezó con el hijo de Trump, cuando dijo: “Qué horror que esté aquí este dibujo antisemita”, y después viene toda la gente, sobre todo los judíos que a través de las redes sociales hicieron una enorme presión hasta que finalmente The New York Times presentó sus disculpas; y luego salió Trump a decir que había sido insultado y que quería que le ofrecieran disculpas. Esa es una guerra entre Trump y The New York Times, no es la guerra del dibujo.
¿Usted hizo una metáfora?
—Mucho de lo que ocurre en el mundo necesita la aprobación de Donald Trump, a partir de ahí me surgió la idea de una metáfora: un ciego con un perro guía que lo lleva por un camino de caos, terrible y problemático. El cartón ha sido catalogado como antisemita, el antisemitismo es una idea fácil para que no se critique a Israel; algo que no se quiere es antisemita, pero no es el caso de mi cartón; yo no tengo nada contra los judíos, soy muy crítico del Estado de Israel, específicamente de Netanyahu, es una cosa distinta.
¿El peligro fue la etiqueta de antisemitismo?
—La caricatura es siempre incisiva, cuenta las cosas de una forma distinta, es una metáfora, utiliza símbolos; nosotros no podemos aceptar este nivel primario de interpretación periodística equivalente al nivel de los fundamentalistas islámicos; la caricatura muestra imágenes, no es la realidad, es la interpretación de una realidad.
¿Qué le cuestionan?
—Cuando los judíos dicen que estoy insultando al pueblo judío... para nada; estoy criticando al ministro criticable, que Israel critica también; cuando me hablan de la estrella de David como un símbolo religioso, es verdad que lo es pero también es un símbolo político, está en la bandera de Israel; luego, cuando me hablan del Kipá, digo: todos los políticos en general y Trump en particular cuando ha estado en Jerusalem, han utilizado el kipá, no hay que darle una carga especial a eso; por último, me hablan del perro y dicen que es el nivel más bajo de la civilización o algo así, yo digo: los ciegos no son conducidos por vacas ni por caballos, si no por perros, yo no me lo inventé.
¿Piensa en la autocensura?
—No, a mí me importan los temas de actualidad, los hechos, las declaraciones de los políticos; a mí no me interesa especular; estoy ligado a la realidad como cualquier periodista, claro que tengo mis opiniones pero todas ligadas a la actualidad y eso va a continuar, además yo creo que los críticos de mi trabajo se olvidan de una cosa muy importante: que el cartón tiene un lenguaje propio, tiene un lenguaje de símbolos y de metáforas y hay que entenderlos así.
Cuando dibujo a Netanyahu como un perro, no estoy diciendo que él es un perro, estoy diciendo que él está cumpliendo en esa pieza de teatro, que es un cartón, ese papel que representa en esa historia que yo comparto; es necesario que la gente en una forma inteligente y menos apasionada mire los dibujos con esa claridad, desde esa perspectiva.
¿Le pesa esa mirada reaccionaria y conservadora?
—La mirada conservadora no acepta la crítica. Me decían en la televisión de Ecuador que soy palestinista, que yo decía que el gobierno de Israel era culpable de muchas cosas, pero no hay colonialistas palestinos, los palestinos no están robando tierra a los judíos, es lo contrario, esa no es mi opinión, es la realidad y hay que leer con esa realidad. He tenido la libertad intelectual de criticar a los judíos, los árabes, los palestinos y los chinos, pero esa es mi libertad y el objetivo de mi trabajo,
¿Había vivido otras polémicas?
—Sí, algunos cartones han sido muy polémicos: cuando el Papa habló de no utilizar el preservativo en un momento en que el Sida tenía muy altos índices yo dibujé al Papa con un preservativo en la nariz, mi caricatura recibió críticas. En otra, generé polémica en Montreal, Canadá, gané el Gran Premio, con un pastiche de una fotografía célebre del gueto de Varsovia de un niño judío con las manos levantadas y los soldados alemanes apuntándole; utilice esa imagen y la cambié, el niño pasó a ser palestino y los soldados de Israel. Yo denuncio las masacres, no importa sin son hechas por judíos o árabes o por otros.
¿A lo largo de la historia de la caricatura hay momentos así?
—Ahora, además de los políticos tenemos otras fuerzas: las redes sociales, por un lado, y lo políticamente correcto por otro, claro eso se manifiesta de forma distinta de país en país, en Estados Unidos estamos llenos de este tipo de pensamientos de lo políticamente correcto, no se puede decir nada, no se puede criticar nada ya. Eso es muy complicado.
¿La censura al cartón es parte de una ola de censura moral?
—Son tiempos muy complicados, estamos perdiendo el terreno que habíamos conquistado; la caricatura tiene una tradición fantástica de libertad en todos los países occidentales que se está perdiendo un poco por este tipo de presiones, lo políticamente correcto, las redes sociales y el Internet han llevado a una crisis enorme. Hay que sensibilizar al público sobre la importancia de la caricatura.
¿Usted sigue trabajando?
Sí, claro; yo he visto todos los regímenes, eso me ayudó a crecer como crítico, como dibujante, como cronista, porque la verdad el cartón es una forma distinta de crónica.
¿Le intimidan las críticas?
—Me sorprenden un poco, pensaba que ya no teníamos que ver eso, pero creo que estamos de regreso al pasado. Estoy convencido que The New York Times no tiene razón, que ese dibujo no estaba criticando a los judíos, entonces las principales acusaciones a mí no me hacen daño porque no son verdades. La caricatura no puede estar fuera de las páginas de los periódicos y las revistas.