El escritor peruano asegura que el siglo XXI está volviendo al siglo XVII porque “la cancelación es la nueva inquisición, la corrupción es la misma de los virreyes, con la que llegaban con todo su séquito y sus familias, donde la manera de ascender no era por mérito; en un tiempo en el que aún culpamos a las mujeres, incluso por la violencia que se comete contra ellas; en una violación, la gente señala que es porque la chica llevaba minifalda o salió de noche, y ese es el origen de la bruja; en muchas cosas este siglo vuelve al XVII, sin duda”.

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A propósito de su novela El año en que nació el demonio (Seix Barral) el narrador asegura que estamos involucionando y que en muchos sectores cada vez menos gente cree en la democracia. “Volvemos a la idea de que no nos importa si algo es verdad o no es verdad, lo que importa es si la dice nuestra tribu o la contraria”.

Su nueva obra ocurre en el virreinato del Perú, en 1623, tiempo en el que una novicia da a luz al Maligno, una bestia de dos cabezas y ocho extremidades. Una historia que tiene dos protagonistas: Alonso Morales —un novato alguacil del Santo Oficio— y a una beata de nombre Rosa, para algunos una bruja y para otros una santa, que será canonizada como Santa Rosa de Lima.

Roncagliolo, el también autor de Abril rojo, Y líbranos del mal y Pudor, sigue explorando los temas que le tocan: el mal, la culpa, la redención y la religión. “Quizás más sofisticadas, pero lo que yo escribo son historias de terror, historias que hablan sobre nuestros miedos, el miedo a lo desconocido y a la muerte; y justo la religión lidia con eso, en particular con lo que va a pasar después de morir”, afirma el escritor que reconoce que muchos de los temas que explora en todas sus obras no dejan de ser de su cultura católica: el bien y el mal, la culpa, la redención, la búsqueda del padre, “todas estas son las cosas con las que yo crecí y forman parte de mi imaginario inevitablemente”.

Porque no es que vaya a misa, pero él cree en el misterio y entiende la fe. “De las personas que más he admirado en mi vida han sido sacerdotes que sólo buscando la mejoría de la gente. He visto el poder de los sacerdotes que no ven diferencias, solo ven humanos que tratan de que vivan mejor. Si hay un Dios, eso es”.

Esos temas que le intrigan y que habitan la literatura del escritor nacido en Lima, Perú, en 1975, son en realidad los temas que asolan a América Latina. “Creo que escribo sobre América Latina, lo ambiento en Lima porque es lo que me resulta más cercano y más vital e impactante emocionalmente, pero cuando los mexicanos leen este libro están viendo sus propios miedos; cuando los colombianos leían Abril rojo estaban pensando en su propia violencia guerrillera, cuando los mexicanos leían Y líbranos del mal pensaban en los Legionarios de Cristo. Tenemos los mismos monstruos y representan sociedades con problemas muy parecidos”.

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Roncagliolo afirma que América Latina es el país más grande del mundo, con una gran comunidad donde los problemas se parecen y las personas también. Y donde aún persiste la esperanza ante una realidad mejor. “Debemos tener esperanza porque si no el primero que va a sufrir eres tú. La esperanza no es un favor que le hacemos al mundo, es un favor que nos hacemos a nosotros mismos, sobre todo los que tenemos hijos necesitamos creer que vivirán en un mundo, no sé sí mejor, pero por lo menos que no reviente, y necesitamos contribuir a que ese mundo exista”, afirma.

El escritor que reside en España, desde donde escribe series de televisión y películas, muchas de ellas basadas en libros, afirma que no sabe cómo se habrán de solucionar los problemas de América Latina, pero sabe que mucho pasa por nuestras manos y eso significa cambiar nuestras pequeñas vidas: cuidar el planeta, cuidar nuestros hijos, ser tolerantes, ser humanitarios, querer justicia, no sobornar, pagar nuestros impuestos, “hacer cosas que parecen muy pequeñitas pero que contribuyan a que las cosas mejoren”.

Con esa esperanza y responsabilidad social, Santiago Roncagliolo habla de su país donde la sociedad ya no quiere la democracia ni confía en el Estado, “ante el caos político de tener seis presidentes en cinco años, tener protestas durante meses, 70 muertos en ellas, tener una clase política con corruptos, ladrones, asesinos, violadores, acosadores. Todo ese caos no ha sido asunto de un político o de dos, eso es lo que hemos hecho nosotros con nuestra democracia. Eso no va a cambiar si no cambia la gente”, concluye.

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