Durante varios días de la semana pasada, la venerable , mejor conocida como la Biblioteca Lerdo por muchos de sus usuarios del , fue escenario de un ir y venir raro: cuadrillas de hombres de una de las empresas de reciclaje más grandes del país llenaron a tope varios camiones con materiales muy diversos que esta metiche sección —que está en todo—, pudo fotografiar de lejos y tomar videos. No sabemos exactamente qué era todo lo que se trasladó como basura, pero hay evidencia de que había numerosos materiales empastados. No nos gustó ver que se sacara de la Lerdo todo ese material que parecía en buenas condiciones, como tampoco nos gustaron las respuestas ni los titubeos de los funcionarios de la Secretaría de Hacienda, entidad responsable de la Lerdo, que atendieron nuestras inquietudes desde sus oficinas en Palacio Nacional: al principio no sabían qué pasaba, no entendían qué ocurría y, para colmo, ni siquiera estaban enterados de que hoy por hoy la biblioteca carece de director. Pues así, sin el director a cargo, se realizó un delicado proceso de descarte de “documentos, periódicos y libros no afines a los contenidos ni inventarios bibliohemerográficos de la Biblioteca”. No es por desconfiar, pero es que somos muy desconfiados y sabemos que, en una mudanza o gran movimiento de repositorios con acervos valiosos —tanto en lo cultural como en lo económico—, como el que resguarda la Lerdo, es cuando ocurren desastrosas pérdidas accidentales o intencionales de documentos o libros. Hay lamentables historias de otros casos que lo documentan. Para sumar a la inquietud, más de tres camiones grandes y repletos de material desechado hacen que nuestras cejas se levanten y nos preguntamos: ¿tanto descarte de un jalón? ¿Pues qué tanto tiraron? En Hacienda sólo se fusilaron la Guía del descarte de libros o publicaciones periódicas…, que es el manual para el caso publicado por el AGN, al respondernos que todo eso eran “materiales mutilados o deteriorados”, “publicaciones sueltas o materiales diversos, los cuales ya se encuentran digitalizados”, etc. Sobre esto último, nos llama la atención que, a pesar de que la responsable es la austera y espartana Hacienda, no se haya considerado que otras bibliotecas en la ciudad o en el país, mucho más modestas que la Lerdo, pudieron verse favorecidas para recibir materiales que no poseen ni física ni digitalmente. Pero no, nada de eso sucedió y no sabemos qué se fue al reciclaje. Intentamos asomarnos a un camión y preguntamos qué había ahí y a dónde iba, pero la respuesta de un trabajador fue: “no tengo por qué decirte”. Nos quedamos muy frustrados. Pues al menos que quede constancia de que si en el futuro un erudito detecta que un libro, periódico o documento valioso que estaba en la Lerdo desapareció, la pérdida quizá ocurrió en febrero de 2023 y los responsables tienen nombres y apellidos. (Escríbanos a columnacrimenycastigo@gmail.com)

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