En tiempo de pérdidas y en medio de una época trágica, Antonio Ortuño apostó por una historia en la que están sus pasiones por el lenguaje y por el rock metálico, contada desde la hermandad de un grupo de músicos que en el tránsito hacia los años viejos intentan recuperar su pasado y reanimar a La Armada Invencible, una banda de heavy y thrash que tuvieron en sus años juveniles. “Al intentarlo, al menos es un empeño que me parece plenamente justificable y admirable, el de mantenerse vivo y el de tratar de estar mejor de lo que la vida nos quiere hundir”.
Ese es el espíritu de la escritura de “ La Armada Invencible ” (Seix Barral, 2022) que Antonio Ortuño (Zapopan, Jalisco, 1976) define como un canto de resistencia y supervivencia, pero muy negro, “no es ‘ El Viejo y el mar ’, no es una obra propiamente épica, pero sí es muy distinto a los otros libros que he escrito, aunque se mantiene algo que está ahí siempre en mi escritura, que es el espíritu combativo. Estoy convencido que ‘La Armada’ tiene otro sabor y otra tesitura desde el lenguaje y la historia de los personajes”.
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Es una novela irreverente y metalera, de un grupo de músicos cuarentones que está llena de amistad, fracasos, humor ácido, ironía, reflexión ante la vida y por supuesto mucho rock.
“Uno inevitablemente escribe de sus pasiones, y ésta es una novela donde están las pasiones de por medio, y creo que de la misma manera en que yo que no soy aficionado al jazz me enamoré de la literatura de Boris Vian, que es absolutamente jazzística, como le pasó a mucha gente con Cortázar , que era tremendamente jazzista, y pienso en Daniel Sada , que le fascinaban los corridos y la música tradicional del norte de México, y que a mí no me encanta esa música pero me encanta la literatura de Daniel Sada, sé que el rock esa es una de sus fuentes. Así ‘La armada invencible’ es una novela de pasiones, divertida y es una novela que tiene una propuesta de lenguaje y estética que le puede interesar a un montón de lectores”, apunta Ortuño.
El autor de “El buscador de cabezas”, “Olinka”, “Restos humanos”, “La fila India” y “Méjico”, entre otras, asegura que todos los personajes de “La Armada Invencible” se resisten, se rebelan ante esa evidencia o amenaza del fracaso e incluso, sintiéndose al borde del precipicio, se resisten y patalean para no caerse al precipicio.
“Es una novela de personajes que están en la resistencia y eso me enamora. Esta resistencia de la gente de volver al pasado tiene algo de épico y a mí me gustaba esa perspectiva, desde luego la novela jamás juega con la cursilería, trata de ser y establecer ese puente narrativo con los lectores a través del humor, pero de un humor amargo, reflexivo, el humor de gente que ya está llena de cicatrices y achaques y que aun así se levanta en las mañanas a seguirlo intentando”, afirma.
Desde esa perspectiva, el narrador cuyas obras se han traducido a varios idiomas, agrega que ésta es una novela que se rebela ante varias cosas y una de ellas es ciertos tonos literarios, uno de ellos el derrotismo mecánico, es decir, novelas de perdedores que solamente son perdedores y que no tienen ninguna clase de matiz.
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“El derrotismo mecánico me aburre un montón, quizás porque yo soy muy aficionado a Chesterton y me gusta la épica aunque sea la de la vida común y cotidiana. Entonces el derrotismo me parece una pose intelectual y me aburre; y por otro lado, también me aburren esos tonos literarios que reducen la realidad y reducen las relaciones del lenguaje y los personajes exclusivamente a novelas que son como tuits alargados, a novelas que están buscando los trending topics, los temas de moda para tomar una postura aplaudible ante esos temas de moda y cosechar palmas”, dice el también autor de libros infantiles y juveniles.
Foto: Especial
Ortuño escribió una novela que tiene que ver con el envejecimiento, con la amistad y con rock metálico, ese que dice, está alejado de las listas de Billboard y está muy feliz viviendo casi siempre en el underground o en los estadios de bandas viejas ilustres, que no es la música de moda ni mucho menos y probablemente no lo haya sido nunca, “eso es otra cosa que me gusta del metal”, afirma el escritor que define más que como un rebelde, como un inconformista, “es decir, si el mundo es como las Whiskas: ‘de ocho de cada diez gatos…’, bueno, yo soy de los otros dos gatos”.
Lo que hace Ortuño es llevar a esta banda de amigos a tiempos mejores desde tiempos peores, que tiene mucho que ver con el México actual. “Es cierto que la situación del país es desesperada y terrible desde hace muchos años y sólo ha ido deteriorándose cada vez más, y la gente se afana en esperanzarse, pero se da de frente contra la realidad una y otra vez en la política y en lo cotidiano y además venimos de una temporada verdaderamente infernal , en la pandemia una inmensa mayoría de las personas hemos tenido pérdidas humanas enormes y hemos pasado por unas dificultades terribles y creo que ‘La Armada’ es una reacción contra eso, es una apuesta”.
Reconoce que si hay alguien más alejado de la autosuperación es él, pero sí le interesa la vitalidad y asomarse a otros aspectos y atmósferas tanto literarias como humanas en los que la vida todavía sea posible, sea un sitio habitable y un sitio donde se pueda vivir. “’La Armada’ es un poco mi búnker en medio de todos estos años negrísimos de tantas pérdidas y me gustaría también pensar y ya me lo han dicho, que los lectores encuentren justo esto, ese espacio habitable, sugestivo, que no es un espacio idealizado, que en realidad es bastante cabrón en muchos sentidos pero que no es esta vida absolutamente desesperada que hemos atravesado en los últimos tiempos. No es una suerte de utopía, sino sencillamente una interpretación de la realidad en un sentido más habitable”, señala Ortuño, quien perdió a su hermano, el poeta Ángel Ortuño, y a Olivia, su esposa.
Por eso Ortuño reconoce que “La Armada Invencible” terminó en un tono un poco elegíaco. “Es un libro que nunca hubiera escrito porque no sería quien soy si no fuera por haber sido hermano de mi hermano, porque además él me hizo aficionado desde que era muy niño a los guitarrazos y a la música estruendosa, y crecí en una casa en la que se oía rock y solamente rock y esa es una parte fundamental de quién soy. Y desde luego va por delante la dedicatoria a Olivia y a todo lo que representa, y a mis hijos que son tremendamente rockeros”, afirma el narrador mexicano que es considerado una de las voces más potentes de la literatura contemporánea.
Foto: Cristopher Rogel Blanquet/El Universal, archivo
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