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“¡Diles que no me maten, Justino! Anda y vete a decirles eso”, ésta es sin duda una de las frases más conocidas de la literatura mexicana. Con ella Juan Rulfo inicia uno de los cuentos más emblemáticos de “El llano en llamas”, colección con la que conquistaría a miles de lectores que todavía hoy, a 102 años de su nacimiento, disfrutan de su pluma.
Aunque breve, su escritura, de gran calidad, logró colocar al autor como uno de los escritores mexicanos más reconocidos. Prueba de ellos son “Pedro Páramo”, “El gallo de oro” y “Talpa”.
Juan Nepomuceno Carlos Pérez Rulfo Vizcaíno
nació el 16 de mayo de 1917 en el poblado de Apulco, Jalisco, no obstante, fue en San Gabriel donde pasó gran parte de su infancia.
La Guerra Cristera
marco su niñez, su padre fue asesinado en 1923 como consecuencia de este conflicto, y cuatro años después murió su madre. Gran parte de los escenarios que describe en sus escritos tienen su inspiración en esa época de lucha.
San Gabriel también lo vio adentrarse al mundo de la literatura, pues fue ahí donde tuvo contacto con la biblioteca de la parroquia del lugar, la cual fue depositada en su casa durante algún tiempo. Allí encontró diversos libros que fueron determinantes para su futura formación como escritor.
A Rulfo se le ha catalogado como un exponente tanto del realismo mágico como de la literatura posrevolucionaria mexicana; de la última logró plasmar su paisaje rural de forma brillante, brindando a sus lectores no sólo una descripción sino una imagen.
Luego de la muerte de sus padres, el niño Juan Rulfo fue inscrito en uninternado de Guadalajara, donde realizó sus primeros estudios; sin embargo, al llegar al nivel superior, Rulfo no pudo inscribirse a la Universidad de Guadalajara debido a una huelga.
Ante esta situación, el joven decidió trasladarse a la Ciudad de México, donde logró asistir como oyente a algunos cursos en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
Entre 1930 y 1940 viajó por todo el territorio nacional y comenzó a publicar sus cuentos en dos revistas, "América", que se editaba en la capital de México, y "Pan", de Guadalajara.
En 1944 conoció a Clara Aparicio, con quien inició una relación amorosa que desembocó en su matrimonio cuatro años después. El nombre de su esposa aparece en el libro “Cartas a Clara”, publicado en 2000.
Aunque su talento para escribir era notable, también poseía cierta habilidad y pasión hacia la fotografía, por lo que en 1949 publicó en “América” algunas imágenes tomadas por él mismo.
En 1953 llegó el éxito de "El llano en llamas", libro en el que incorpora siete cuentos publicados en "América" y añade ocho inéditos, entre ellos, “Macario”, “Diles que no me maten”, “Es que somos muy pobres” y “El llano en llamas”.
Para 1955 sacó a la luz su novela "Pedro Páramo", aunque de ella ya había publicado tres adelantos un año antes en las revistas "Las letras patrias", "Universidad de México" y "Dintel".
En 1958 finalizó su segunda novela, "El gallo de oro", no obstante, ésta sería publicada hasta 1980. En 2010 apareció la versión definitiva, luego de que una revisión minuciosa posibilitó eliminar errores de la primera edición.
Sus obras más célebres, “El llano en llamas” y “Pedro Páramo”, le dieron a Rulfo una dimensión universal; se ganó la admiración de escritores de la talla de Mario Benedetti, José María Arguedas, Carlos Fuentes, Jorge Luis Borges y Gabriel García Márquez.
De acuerdo con información de la Secretaría de Cultura, su trabajo ha sido traducido a más de 50 idiomas, entre ellos inglés, francés, alemán, portugués, holandés, italiano, serbocroata, ucraniano, griego, chino, japonés, turco, hebreo, lapón y árabe, por mencionar algunos.
Aunque nunca se matriculó en la UNAM, en 1985 recibió el doctorado Honoris Causa por su contribución a la cultura mexicana, y en 1983 recibió el Premio Príncipe de Asturias de las Letras.
Desde 1962 desarrolló tareas editoriales en el Instituto Nacional Indigenista, lo que permitió la publicación de algunas de las colecciones más importantes de antropología contemporánea y antigua de México. Ahí trabajó hasta su muerte.
Finalmente, el cáncer de pulmón cobró su vida el 7 de enero de 1986 en la Ciudad de México. Su cuerpo fue llevado al Palacio de Bellas Artes para recibir un homenaje de cuerpo presente, pues su talento mereció el reconocimiento nacional e internacional.
akc