En 1958, un joven de sólo 16 años compitió en “El gran premio de los 64 mil pesos”, el famoso programa de televisión que condujo Pedro Ferriz Santacruz. El tema elegido fue “El desde su invención hasta nuestros días”. El joven era y, de no ser por una serie de preguntas que citaban el título de las películas en su idioma original, no sabremos si habría llegado a la ronda final del show.

La anécdota fue recordada por el periodista Sergio Raúl López durante el homenaje que la Coordinación Nacional de Literatura, del Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura ( ) realizó para celebrar los 80 años de vida de Ayala Blanco. El evento fue el 10 de abril en la Sala Manuel M. Ponce del Palacio de Bellas Artes, en medio de admiradores, amigos y familiares del crítico, y también contó con la participación de la ensayista Adriana Bellamy, que fue la primera en tomar la palabra.

La dificultad inicial

El ganador de la medalla Salvador Toscano en 2011 habló, en entrevista exclusiva, sobre su paso por el Centro Mexicano de Escritores, a los 23 años, periodo decisivo que lo llevó a abandonar la carrera de ingeniería química y dedicarse de lleno a la escritura.

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“Los criterios selectivos en el Centro eran cerrados. Había becas de poesía, teatro, novela, cuento y ensayo. Me aceptaron como ensayista, no como crítico de cine. Sé que a los mismos compañeros les molestaban las inelegancias prosísticas porque yo utilizaba un lenguaje populachero. El cine es populachero, así que… lo siento mucho, no se trata de mí. Yo no usaba el lenguaje populachero de manera vergonzante, sino que lo incorporaba y extendía las posibilidades del lenguaje literario. Todavía hay escritores que ven con desprecio esto y dicen: ay, un pinche crítico de cine”.

“Mi trayectoria también puede ser interpretada como un afán de dignificar la crítica como un arte. Baudelaire decía que la única crítica válida era la de una obra de arte enfrentada con otra obra de arte; eso es algo que sigo creyendo”, continuó.

Cine de poco riesgo

Una de las debilidades del cine mexicano es que los directores tienen un abanico de temas valiosos, refirió Ayala Blanco, pero los desbaratan de las peores formas. Se debe, “en gran medida por la mentalidad genérica. Querer obedecer las leyes de un género y no desbordarlo; trabajar desde adentro y no salir de allí. Por ejemplo, el tema de las masculinidades tóxicas o en vías de desaparición es tratado de una manera conformista y tradicional para regresar a los mismos valores. No se abre hacia otros caminos para hablar de las nuevas masculinidades, por citar Dos más dos o la última película de Omar Chaparro”.

Los más de 16 libros de la serie Abecedario del cine mexicano se insertan en la vasta bibliografía de Ayala Blanco como uno de sus proyectos más ambiciosos. Al hablar del origen de la serie y de cómo ésta ha ido cambiando con el paso de los años, afirmó que “La ingenuidad de La aventura del cine mexicano tiene como mérito la frescura en su manera de aproximarse a los temas. Era la visión de un joven de 23 años que había visto una buena parte de las 2 mil películas que se habían hecho en la historia del cine nacional”.

“Ese proyecto ha ido creciendo a medida que yo he envejecido. Es un work in progress que se modifica sobre la marcha. No le tengo miedo al cambio de enfoque y mi regla es nunca reescribir algo. Si así concebí la letra C o la D y luego no estoy de acuerdo, corrijo en la D, pero ya con otro lenguaje y un enfoque de experiencia acumulada, de evolución en el lenguaje y la forma de ver”.

De esta forma, El abecedario es definido como “el registro de mi evolución vital, de mi afirmación vital en cada época. Son textos cambiantes”.

Sobre las lagunas de la crítica cinematográfica en México, Ayala Blanco afirmó que “lo que yo he hecho en el cine nacional no tiene equivalente en ninguna de las artes, estamos en pañales. Existen extraordinarios críticos literarios, teatrales, musicales pero no tenemos estas visiones generales o panorámica ni la dinámica de dedicar la mayor parte de la atención creadora a la evolución de un arte”.

“Me gustaría leer un texto evolutivo sobe la novela mexicana. Es tan sencillo como hacerlo desde el presente; empezar, por ejemplo, en el año 2022 y escribir sobre las nuevas novelas. A lo largo del tiempo, si alguien acumula sus textos, termina por tener otra visión, una visión panorámica que crecería junto a quien la escriba. Existen estudios particulares, pero no esa mirada que abarque todo, justo lo que yo quiero alcanzar en mis libros”, añadió.

Nadar a contracorriente

Para el periodista y crítico especializado Sergio Raúl López, “el trabajo de Ayala Blanco es un fenómeno único en el mundo intelectual mexicano”.

“Es uno de los escritores más prolíficos y nunca ha perdido su estilo, su gran pluma. Su análisis es profundo y ajeno a la academia. Jorge desarrolla un estilo que no es crítica tradicional ni comentario de cine. Tiene muchas referencias: puede hablar de historia, fotografía o psicología; aborda las aristas del pensamiento y disecciona las películas, desarmándolas y armándolas (…) Releyendo La aventura del cine mexicano, que es de 1968, estoy viendo conceptos que Jorge usó durante la década pasada. En su primer libro habla de cómo los límites del cine se estaban rompiendo. Que el cine moderno ya no contaba historias dramatúrgicamente bien hechas o técnicamente bien contadas, sino que formaba rupturas con la propia narrativa tradicional tanto de la literatura, del teatro o de la ópera. Él le llamaba delirios, hace cincuenta años, una idea muy pertinente para esta época. Pero lo prodigioso aquí es que lo dijera a los 23 años, además de que sus ideas no se desdicen, mantienen la ruta de su lógica y su vigencia”.

Su osadía intelectual lo hizo nadar a contracorriente en el medio. “Ha tenido muchos enemigos. Por ejemplo, el Festival Internacional de Cine de Guadalajara se tardó 30 años en invitarlo y en Ediciones Era no publicaron sus libros por preferir la Historia del cine mexicano , de Emilio García Riera”, señaló.

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Sin embargo, esta determinación hizo que Ayala Blanco apuntalara su identidad, pues como el propio Sergio Raúl López precisa: “Él no conformó una camarilla o una mafia, sino que tenía jóvenes críticos que lo seguían. Por sí solo conformó una manera de ser inevitable y de una potencia que equivale a toda una generación de escritores o cineastas”, concluyó.

La hipnosis del cine

Al terminar la mesa de debate, durante la sesión de preguntas y respuestas, el crítico habló sobre su experiencia como cinéfilo y mero espectador: “Yo le llamo hipnosis al primer acercamiento al cine. Nos perdemos en la película y al final nos recuperamos. Compramos el delirio y el delirio nos libera”, aludiendo también al ensayo “El diván de los pobres”, de Félix Guattari.

Pese a haber dedicado prácticamente toda su vida a ver películas, la mirada de Ayala Blanco, “la captación empática del cine”, no es muy diferente a la que tenía cuando era un niño, finalizó.

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