Venecia, Italia.— Jean Cocteau (Maisons Laffite, 1889 - Milly-La-Forêt, 1963) en su momento fue incomprendido. Su desarrollo simultáneo en las artes visuales, el diseño, la poesía, el cine y la dramaturgia hizo que en algún punto de su carrera fuera tachado despectivamente como todólogo. En la exposición Jean Cocteau. La rivincita del giocoliere (Jean Cocteau. La venganza del malabarista, en español), en la Fundación Peggy Guggenheim, se busca destacar el aspecto poliédrico de la creación del artista francés, tal como lo hizo el fotógrafo Philippe Halsman para la revista Life, en 1949.
Pero también hace énfasis en aspectos de la vida personal del artista, como amigos, amantes y adicciones. La muestra fue curada por Kenneth E. Silver, profesor de la Universidad de Nueva York y destacado especialista en la obra de Cocteau. Se trata de la primera retrospectiva de Cocteau en Italia y ahí se exhiben dibujos, pinturas, joyas, fotografías, carteles de películas, videos, libros y notas del artista.
“(La muestra) es una oportunidad ideal para revisitar el arte de Cocteau, y verlo con el fresco punto de vista del Siglo XXI. Su impresionante rango artístico, en su tiempo, fue usualmente criticado, ahora se siente profético, un modelo de la fluidez cultural variada que hoy esperamos de los artistas contemporáneos. Esto y su homosexualidad más o menos abierta, así como su lucha pública contra la adicción de drogas, hacen que se vea especialmente moderno. Quizás el mundo finalmente alcanzó a Jean Cocteau”, declaró Silver en un comunicado de prensa.
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La Fundación de Peggy Guggenheim es el lugar ideal para realizar esta primera retrospectiva de Cocteau, pues ambas figuras se apoyaron en los inicios de su carrera; fue en 1938, bajo la sugerencia de Marcel Duchamp, que la mecenas lo hizo el protagonista de la primera exposición de su galería Guggenheim Jeune.
“Organizar la exposición de Cocteau fue difícil. Para hablarle se debía ir a su hotel en la calle de Cambon y tratar de hablar con él mientras estaba en su cama, fumando opio”, de esa forma Guggenheim recuerda, en su autobiografía, cómo fue trabajar con el artista. El tema de las adicciones de Cocteau es un núcleo en la muestra.
Tras la muerte de su protegido Raymond Radiguet, en 1923, Jean Cocteau se hizo adicto y fue enviado a rehabilitación, pagada por su amiga Coco Chanel. Esta experiencia también se reflejó en su arte. En la muestra se exhiben dibujos en los que Cocteau muestra la visión durante la intoxicación por drogas o en la abstinencia.
Otro núcleo importante es el de la predilección de Cocteau por la mitología griega. En vida, montó en escena Antígona y Orfeo, con quien se identificó porque también fue multifacético: “poeta, músico y ‘amante del riesgo’”, como se detalla en el texto de sala. En las pinturas y dibujos del francés, se pueden notar elementos clásicos, como de arquitectura, pero da su propio toque con toques humorísticos, “fundamentales para su incursión en este antiguo mundo”. En este núcleo se muestran piezas como Edipe ou le carrefour des trois routes (1951), Les Bains (1926), las máscaras que diseñó para Antígona, en 1923.
En otras salas de la exposición se aborda cómo hacer arte también era un acto erótico para Cocteau, así como la relación con sus amantes. Aunque se sabe de su homosexualidad, el francés nunca la reconoció abiertamente. Bajo esta línea, destacan trabajos como Le livre blanc (El libro blanco), con contenido homoerótico que publicó en 1928 de forma anónima y sin ninguna ilustración que lo identificara.
La exposición estará abierta al público hasta el 16 de septiembre en la Fundación Peggy Guggenheim, en Venecia, Italia.
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