La tripulación del barco María Antonieta —un grupo de cazadoras furtivas que desde hace tiempo se dedica a atrapar, por encargo, especies salvajes, exóticas o en peligro de extinción— es contactada por un personaje peculiar: El Gran Señor de la Gran Empresa, quien les pide buscar al ave del paraíso, un animal del que no queda huella en el mundo, en el único sitio donde se cree que podría estar: Isla Popotes; tras meses sin buenos resultados, una de las cazadoras se encuentra con el ave al hacer guardia y entabla amistad con ella. "Su dilema es si debe decirle o no a la tripulación que ya encontró a Kai, que es el nombre que le ponen al ave del paraíso. Todos están sufriendo y llevan meses prácticamente sin comer porque Isla Popotes está repleta de basura, tiene plástico en lugar de arena y el agua que corre no está fresca. Es imposible conseguir fruta o algo qué beber. Hasta que alguien decide revelar el secreto y, al hacerlo, la tripulación entra en su propio dilema, que no es sólo llevar o no al ave a la ciudad, sino la ruptura de los lazos familiares y de afecto que se habían construido al interior de la tripulación", cuenta Consuelo Ojeda, productora ejecutiva y diseñadora de vestuario de "Isla Popotes o la historia de cuando quise abrazar un ave salvaje", que podrá verse hasta el 25 de febrero, los sábados y domingos, a las 13:00 horas, en el Foro La Gruta.
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La historia de Kai, la tripulación y El Gran Señor, sirve para reflejar cierta voracidad humana en esta obra escrita por Andrea López Ruiz y Luz Barragán, y dirigida por Alondra Cuadrilla.
Hay un lugar, continúa Ojeda, que de verdad se llama Isla Basura: es una zona del Pacífico donde las corrientes marinas arrastran toneladas de desperdicios, formando una especie de islote. La obra, además, tiene títeres hechos con materiales reciclados o reciclables.
Debido a los múltiples movimientos que demanda del elenco, conformado por Andrea López Ruiz, Luz Barragán Olguín, Ytzel Torres Esquinca, Charlie Rodríguez, Félix Vanessa, Mariana López Dávila y Tamara G. Cano, la representación de la pieza es de alta exigencia para los actores. Cuenta con títeres híbridos y actores que portan la mitad de una máscara. Una parte de dichos títeres, dice la productora ejecutiva, corresponde al cuerpo de quien lo manipula: "El Gran Señor es, por ejemplo, un títere que representa las partes de un rostro que las chicas arman y le dan voz; Kai, el ave, es un títere híbrido. También hay títeres de sombra". Es llamativa la respuesta del público —se trata de la cuarta temporada que la pieza tiene en un teatro fijo.
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Ojeda detalla que el público infantil llega emocionado: "Los niños tienen un acercamiento increíble a historias sobre el mar y los piratas. Cuando se acaba la obra, preguntan cuándo se estrenará la segunda parte. Mientras que los adultos que van solos a verla salen llorando y tristes porque es una historia que saben que sí le sucede a muchos animales, lo cual tiene más repercusión en ellos".
melc