A partir de la memoria, la ausencia, la muerte, los amores, el duelo y las segundas oportunidades, la escritora construyó una novela que está dividida en mitades que son como dos caras de una misma moneda, una historia que fue detonada por varias preguntas: ¿con quién y por qué formamos nuestros lazos más profundos?, ¿dónde están las palabras que hablan de la vida después de la muerte de un cuerpo que amamos? y ¿cómo lidiamos con la ausencia?

Troika (Almadía) cuenta la relación de una niña y su perra, pero también relata la historia de una mujer que intenta sobrevivir al duelo y a sus muertos. “Es un poco paradójico porque al final Josefina como que tiene que hacerse a un lado para que la historia suceda, la historia sucede porque ella no está, o porque ella no “está poniendo” suficiente tensión o está como anulándose en trabajos de cuidados que tiene que dejar en manos de otra persona”.

Francisca ha perdido a su hijo y a su esposo en un accidente; llega a una familia y cuida a dos niños y a una perra llamada Troika, que al final muere, y parece ser que en manos de Francisca, quien estableció una relación muy intensa con la niña, Andrea.

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“Me interesaba mucho, también por eso no hay padre en esa casa, me interesaba que los personajes masculinos estuvieran en segundo plano para que ese triángulo funcionara, pero también me interesaba el cómo esta historia de cuidados desplazados de una mujer que tiene que cuidar a los hijos de otras de otra mujer para poder cuidar a su hijo, como que los cuidados a veces son oblicuos, no son directos no son exactamente como nos han enseñado y también la prima de Francisca que de cierta forma cumple con la Asunción que su propia madre no pudo cumplir como de “sacarla” adelante no como de ayudarla a imaginar una posible vida después de la después de la tragedia que ella vive”, señala en entrevista Isabel Zapata.

La narradora reconoce que hay una correspondencia de la memoria como una segunda oportunidad y también la segunda oportunidad que implicó para Francisca, “como que al centro de esta novela hay una decisión bien fuerte y un acto de gran crueldad por un lado, pero también como de que pudieras entender por qué lo hizo. O sea, eso no quiere decir perdonar o justificar o decir: ‘yo hubiera hecho lo mismo’, creo que tenemos que también hacernos ver el mundo desde los ojos de otras personas”.

Zapata también reconoce que la ficción funciona así como semillas de diferentes historias y en la que con los recuerdos de otros puedes ir armando una historia, “como un Frankenstein”, afirma.

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