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Como "persona optimista" que es por naturaleza, Irene Vallejo (Zaragoza, 1979) está lejos de sumarse al escepticismo provocado por los recientes avances de la inteligencia artificial, mostrándose muy interesada en incorporar este tipo de herramientas a su trabajo como escritora.
"Creo que lo que a mí me interesa es cómo los escritores vamos a utilizar y trabajar con la inteligencia artificial, las ventajas que para nuestro trabajo cotidiano puede tener y qué es lo que nosotros podemos aportar", señala Vallejo en una entrevista en Buenos Aires, donde viajó para presentar su segunda novela, "El silbido del arquero".
Para la autora de "El infinito en un junco", el rechazo que suscita la inteligencia artificial no es muy diferente al que desataron otros hitos tecnológicos a lo largo de la historia.
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"Todos piensan que es el final de la cultura, de la literatura y de los libros: sucedió con la invención de la escritura y con la invención de la imprenta, que ahora nos parecen grandes hitos, pero en su momento grandes intelectuales pensaron que iba a acabar con el saber o con la cultura tal y como la habían conocido", recuerda la filóloga española, ganadora del Premio Nacional de Ensayo en 2020.
En palabras de Vallejo, lo que efectivamente sucedió en revoluciones anteriores es que estas transformaron las formas de crear, de escribir y de relacionarse con el hecho literario, "pero nunca ha desaparecido la figura del creador ni la del lector, aunque se modulen de forma distinta".
Por ese motivo, la escritora zaragozana está abierta a incorporar la inteligencia artificial a su trabajo cotidiano, puesto que esta herramienta, por el momento, "solo es capaz de reproducir, no de crear en sentido estricto".
"Como ensayista, además, me interesa que no es capaz de crear conexiones nuevas entre acontecimientos o ideas que aparentemente no tienen un nexo. Puede crear discursos convincentes, pero no marcos conceptuales, y creo que es allí donde los seres humanos tenemos que esforzarnos, en crear esos marcos y aprovecharnos de la información instantánea que puede proporcionarnos", explica.
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Un proceso que, eso sí, debe hacerse con la "debida precaución y desconfianza", ya que la inteligencia artificial también puede mentir y "fabricar datos que no son reales".
"Me parece interesante esta relación con las máquinas para saber qué es exclusivamente humano, y está claro que la mentira no lo es; por ahora, conectar hechos y hacer una interpretación histórica ambiciosa no lo pueden hacer las máquinas", afirma Vallejo.
Conexión imprescindible con los lectores
En línea con su mirada favorable del mundo, Vallejo añade otro elemento que convierte en inviable la desaparición de los escritores y su sustitución por inteligencias artificiales: el contacto directo de los artistas con su público, "una conexión emocional" que resulta "inasequible" para las máquinas.
"Durante todos estos años, he disfrutado de esa relación con los lectores y creo que no hubiera podido ser nada ni remotamente parecido si mi texto lo hubiera escrito una máquina. Sentimos que en un libro hay una voz, que hay una persona detrás, y eso es esencial en la experiencia lectora", asevera la escritora.
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