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"El monólogo Invierno", escrito e interpretado por Cristian Lara, y dirigido por Antón Araiza, se presenta como una especie de relato de iniciación y autodescubrimiento. La pieza empezó a ser escrita hace tres años por Lara, quien la utilizó como pretexto para plasmar su propia migración, del interior del país hacia la Ciudad de México.
“Entonces, en esa migración empezaron a pasar cosas en mi cabeza. Previamente yo había tenido una experiencia migratoria con mi hermano porque él se fue a estudiar música a Alemania”, cuenta Lara.
Dos historias cercanas de migración que encaminaron al dramaturgo a escribir sobre lo que conllevan los movimientos y transformaciones. Una metáfora que se presenta a través del contacto del personaje principal con ciertas figuras que deciden poner un pie en el extranjero, en busca de aventuras personales y laborales. El querer saber, continúa, quién es uno mismo en otro lugar. El personaje emprende, entonces, el tránsito hacia un pequeño pueblo al norte de Europa.
“La particularidad es que se trata de un pueblo pequeño, de 1500 habitantes, muy helado, donde el trabajo principal es el comercio de pesca, y donde trabaja uno de sus amigos. Entonces empiezan a trabajar juntos, y entre pláticas y anécdotas del pasado mi personaje intenta descubrir qué es lo que va a seguir para su vida”.
Lo principal que enfrenta el personaje es este viaje dual, hacia afuera, hacia un mundo externo y nuevo y, al mismo tiempo, hacia el interior, donde le corresponde descubrir qué, para qué y hacia dónde va su vida: “¿En qué momento perdió el camino de lo que quería hacer?, ¿cuáles son las preguntas que se quiere hacer? También un poco, incluso, el viaje hacia la memoria para determinar el siguiente paso que debe dar en la vida. Yo mismo me hacía esas preguntas, las preguntas que uno se va haciendo en determinadas épocas de la vida”, explica y recapitula cómo, en ciertas edades, que se consideran como plenas, de éxito y con las puertas del mundo abiertas ante sí, las dudas e incertidumbres prevalecen.
“Voy a empezar una etapa que se supone debe ser la mejor de mi vida. Pero no me siento así”, abunda y enfatiza en que ciertas edades —quizá los 25, los 30 y 40 años— están marcadas por la crisis.
Justo su personaje principal, que está dejando la juventud para convertirse en un adulto, un hombre maduro, se encuentra en medio de un autoanálisis sobre lo que le debe permanecer o no en su vida.
Este proceso de iniciación no puede estar completo sin abordar las relaciones amorosas paradigmáticas. En el caso del personaje de este unipersonal es el quiebre de un amor, el duelo por los proyectos que no sucedieron: el hogar, la pareja y los hijos que no fueron. De repente, dice Lara, todo se esfuma: es el gran conflicto del personaje que lo detona y lo lleva a hacer este viaje.
“¿Cómo puede uno empezar a reestructurar algo que ya estaba estructurado, toda una vida?, ¿cómo tener el coraje y la fuerza para poner el punto final?” Invierno puede verse hasta el 26 de agosto (lunes, 20 horas) en el Teatro La Capilla.