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Enormes intestinos retorcidos y formas fálicas en rosa y azul cielo pueblan la Tate Modern de Londres como parte de una gran retrospectiva de la obra del austríaco Franz West (1947-2012), uno de los artistas más relevantes de la segunda mitad del siglo XX.
Irreverente y filosófica, la muestra "Franz West", presentada hoy a la prensa, reúne más de doscientas piezas de colecciones de todo el mundo, distribuidas por orden cronológico en diez salas de la galería, lo que permite trazar la evolución del autor.
En el exterior del edificio, situado a orillas del río Támesis, se ubican además un par de sus esculturas de arte público de gran tamaño, entre ellas "Rrose/Drama" (2001), ese intestino hecho un nudo en chocante rosa.
"Se titula 'drama' porque es un intestino sin orificio, y eso verdaderamente sería un drama", comentó divertido Mark Godfrey, el comisario de la exposición, al explicar el talante travieso y burlón del artista.
West se crió en Viena, rodeado de grandes e imponentes estatuas a emperadores, lo que él quiso desafiar "con esculturas con formas absurdas y colores kitsch", señala Godfrey.
La directora de la Tate, Frances Morris, destacó que la muestra de West, a menudo interactiva, "rompe la división entre vida y arte y entre los espacios públicos y los de la galería", una tendencia que el austríaco promovió y que está actualmente muy en boga.
La exposición empieza con algunos de sus primeros dibujos y pinturas, hechos sobre cartones o sobres de color naranja, en los que el artista, autodidacta, se burlaba de la cultura del momento y en particular, según dijo, de la teoría freudiana de que la sexualidad determina el comportamiento humano.
En otra sala pueden verse sus "passstücke" de los años 70, unas esculturas táctiles que creó con objetos cotidianos, como cepillos, cuerdas o radios, con el objetivo de que fueran manipuladas por el espectador.
Hay cuatro de estas piezas abstractas y extrañas para uso de los visitantes, que en su interacción con ellas "revelan sus neurosis", declara Godfrey, mientras de broma hace el gesto de ahorcarse con una de ellas.
En contraste con este concepto, posteriormente West creó sus irónicas "esculturas legítimas", que no se pueden tocar y se sitúan encima de pedestales, en este caso creados por la artista británica Sarah Lucas, amiga personal del austríaco.
En los años 80 el escultor, que trabajó mucho en papel maché y aluminio, introdujo muebles en sus composiciones, como en "Eo Ipso" (1987), un conjunto de peculiares sillas de hierro pintado con las que quiso demostrar que se puede ser creativo cuando se está sin hacer nada.
"Una silla es un 'passstück' cotidiano", solía decir el artista.
Como en el caso de "Redundanz" (1986), también acompañó sus obras de textos crípticos y profundos que elaboraban sus amigos literatos, en un ejemplo "de sus intereses estéticos y filosóficos", apunta Godfrey.
En otras colaboraciones, amigos pintores decoraron algunas de sus esculturas de papel maché (hechas a menudo con listines telefónicos), con formas, según el comisario, entre "seductoras y repulsivas".
En la octava sala hay una "escena" creada por West, donde se combinan obras de arte de colegas, muchas de ellas con técnica de "collage", que pueden ser admiradas desde unos sofás cubiertos con mantas.
La última sala de la exposición, que estará abierta del 20 de febrero al 2 de junio, recrea una sala de estar con el espíritu del artista, donde el visitante puede sentarse en uno de sus sofás entre unas estanterías de donde se pueden tomar prestados sus libros preferidos de literatura y filosofía.
akc