La inflación es algo inherente a la actividad económica y, de acuerdo con César Salazar López, investigador del Instituto de Investigaciones Económicas de la UNAM, puede definirse como el incremento porcentual sostenido de los precios de los bienes y servicios de una economía.
Los precios de los bienes y servicios se fijan a partir de varios factores, entre los que sobresalen los costos de producción, el margen de beneficio que obtienen tanto quienes producen esos bienes y servicios como quienes los comercializan y, por supuesto, la oferta y la demanda.
“Si los costos de producción o el margen de beneficio se incrementan, necesariamente tendrán un impacto sobre los precios de los bienes y servicios. Lo mismo puede ocurrir con desajustes entre la oferta y la demanda. El problema aparece cuando la inflación crece en exceso, pues ocasiona una pérdida del poder adquisitivo de las personas, en particular de aquéllas con menores ingresos”, agrega Salazar López.
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Contracción por la pandemia
Hace dos años, por la pandemia de Covid-19, hubo una gran contracción de la producción de bienes y servicios, y la economía mundial entró en una profunda crisis. En ese contexto, muchos países (no fue el caso de México) elevaron su déficit fiscal (gastos mayores que ingresos fiscales) y diseñaron paquetes de estímulos fiscales para paliar los efectos de dicha crisis.
Asimismo, la inflación se redujo porque, como resultado del confinamiento, la demanda y, por consiguiente, los precios de unos de los productos que más inciden en la inflación, es decir, los energéticos (petróleo, gasolina, gas, electricidad…), bajaron significativamente.
“La inflación estuvo controlada, pero en un contexto recesivo. Después, en 2021, cuando el confinamiento se levantó poco a poco y la actividad económica se reactivó, la demanda de energéticos creció, lo cual llevó a un incremento cada vez mayor de sus precios”, dice el investigador.
Además, el confinamiento de 2020 hizo que innumerables industrias dejaran de producir ciertos componentes indispensables para fabricar bienes finales. De esta manera, las cadenas de suministro internacional quedaron bloqueadas, por lo que la oferta de esos bienes disminuyó y sus precios se incrementaron, como ocurrió en la industria automotriz, por poner un ejemplo.
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Por si fuera poco, este año estalló la guerra entre Rusia y Ucrania (al afectar el suministro de gas hacia toda Europa, ha disparado los precios de los demás productos energéticos) y no ha dejado de haber sequías en diversos puntos del planeta (al haber sequías, la producción de alimentos es insuficiente y, al tener una oferta menor, sus precios se incrementan).
“Así pues, la actual inflación se debe al incremento exacerbado de los precios de los productos energéticos, al incremento de los precios de los bienes manufacturados a consecuencia de los cuellos de botella en las cadenas de suministro y a las sequías que han azotado varios países y que han afectado la productividad del sector agropecuario”, subraya.
En cuanto a la inflación en México, se encuentra por debajo del promedio de la de los países miembros de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), en gran parte porque el gobierno ha podido controlar los precios de las gasolinas mediante el no cobro del Impuesto Especial sobre Producción y Servicios (IEPS) y mayores controles sobre el precio del gas LP, pero la inflación referida únicamente a los alimentos está por encima del promedio de la de esos mismos países. “Al incremento de los precios de los alimentos por las sequías y el conflicto en Ucrania hay que añadirles el impacto de las acciones del crimen organizado para apropiarse de la producción de algunos productos agrícolas e impedir su distribución”, indica el investigador.
PACIC
El Paquete contra la Inflación y la Carestía (PACIC), lanzado recientemente por el gobierno, incluye políticas de fomento a la producción agrícola y pecuaria, y cuotas de importación nulas para que se pueda disponer de más fertilizantes, entre otras medidas.
Sin embargo, en opinión de Salazar López, sus efectos no serán inmediatos.
“Con ellas se ha establecido una política a mediano y largo plazos para estar en condiciones de hacerle frente al incremento de los precios de los alimentos, el cual deriva justamente de la escasez de producción en México. Debemos tomar en cuenta que, en un ambiente financiero internacional muy volátil que eleva los precios, tenemos que importar un alto porcentaje de los granos que consumimos y por eso nos volvemos vulnerables, porque absorbemos la inflación que se genera en los mercados financieros internacionales, donde se fijan los precios de los granos.”
Tasas de interés al alza
Para controlar la inflación, los bancos centrales siguen la política de incrementar las tasas de interés o lo que los economistas denominan una política monetaria restrictiva que implica un incremento sustancial de éstas.
Ahora mismo, la tasa de interés en México ha alcanzado niveles históricos. Estados Unidos también ha elevado muy rápido la suya. Pero, según el investigador, con esta política se corre el riesgo de que haya un menor crecimiento económico en los siguientes años.
“Si la tasa de interés objetivo del Banco de México se incrementa, la estructura de tasas de interés por la que el Estado obtiene financiamiento, como los Certificados de la Tesorería de la Federación (CETES), también lo hace y, con ello, aquél debe destinar más recursos para hacer frente a un mayor costo por servicio de la deuda, y ante esto, con ingresos públicos fijos, tiene dos opciones: disminuir el gasto programable o elevar el endeudamiento. Otro efecto de corto plazo de esta política sobre la estructura económica es que cualquier crédito que solicitemos tendrá una tasa más elevada de la que tenía hace un año. Esto sí ralentiza la actividad económica. Lo malo de asumir una postura monetaria restrictiva severa es que en los siguientes años de nuevo podríamos padecer una recesión o, en el mejor de los casos, un menor crecimiento económico, lo cual representaría una dolorosa pérdida de bienestar para la sociedad”, finaliza.
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