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“Me he dedicado a escribir lo que se me antoja, nada más, sólo eso”, aseguró Ignacio Solares en junio pasado, en la penúltima entrevista que concedió a EL UNIVERSAL, su casa por casi siete años. El narrador, dramaturgo, editor y periodista falleció el jueves por la noche, a los 78 años, tras presentar varias complicaciones.
Ayer fue despedido por su familia, por decenas de amigos y custodiado por algunos ejemplares de sus libros, dispuestos en una mesa junto a su féretro, que se llenó de oraciones y numerosos arreglos florales.
En aquella charla, a propósito de su último libro, "Novelista de lo invisible", escrito a cuatro manos con su amigo Pepe Gordon, un libro donde dejó testamentadas sus búsquedas literarias en torno a la existencia, la muerte, lo onírico, lo sagrado, los fantasmas de la historia, el misticismo, el espiritismo, la imaginación, el bien y el mal, Nacho sentenció: “No reconozco más patria que la infancia. Es mi patria, de ahí soy, de ahí vengo y para allá voy”.
Ese mediodía de hace dos meses, Nacho, el escritor que era considerado “una voz imprescindible para la literatura mexicana”, un “artífice del realismo existencial” y un novelista de “ligas mayores”, con su cara de niño curioso sonrió al escuchar a Gordon asegurar que su obra “es la búsqueda del otro y que en esa búsqueda nos encontramos a nosotros mismos”.
El autor de Delirium Tremens y No hay tal lugar afirmó: “Encuentro cierta coherencia en lo que he hecho y no debo soltarla, porque me va a ayudar a partir de ahora”. Sin embargo, diversas complicaciones de salud provocaron su muerte e interrumpieron sus proyectos.
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Novelista de lo invisible fue la conclusión de más de 40 años de conversaciones que le sirvieron a Ignacio Solares para hacer visible lo invisible y nutrir su literatura: “Pepe ha logrado que yo articule lo que tenía suelto... Le dio a cada cosa su lugar y yo ya tengo manera de abrir cajoncitos y ver lo que hay allá dentro”, dijo el escritor nacido el 15 de enero de 1945, en Ciudad Juárez, Chihuahua, cuya vida estuvo ligada al psicoanálisis, la religión, lo fantasmagórico y que fue un apasionado de la fiesta brava y la novela histórica.
En abril de 2021, al hablar de la reescritura de Serafín, que consideraba su obra más entrañable y personal, el ganador del Premio Nacional de Ciencias y Artes en el campo de Lingüística y Literatura, en 2010, del Premio Xavier Villaurrutia en 1998, y quien recibió el Homenaje Nacional de Periodismo Cultural “Fernando Benítez” de la FIL de Guadalajara, en 2008, dijo que su mundo era absolutamente literario, “nunca saqué buenas calificaciones en matemáticas, pero sí en español, literatura, historia, geografía”.
Poseedor de un estilo muy personal, Ignacio Solares aseguró que Serafín era su novela más personal y entrañable porque fue producto de sus primeras lecturas. “Realmente la vida me cambió cuando empecé a leer. Yo no fui nunca lector de cómics, desde muy niño tuve la suerte de que mi papá me regalará libros de Julio Verne, de Emilio Salgari, de Robinson Crusoe, de Alejandro Dumas, todas esas lecturas me entregaron un mundo muy particular que está en todo lo que he escrito después, pero sobre todo en una novela como Serafín, que es producto de toda la riqueza que me dio todo ese mundo que descubrí de niño”, dijo el autor, quien agregó: “No puedo negar que para mí la literatura me enseñó la vida, me cambió la vida, pero no sólo me cambió la vida, me dio toda una forma de vida”.
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La semilla de su literatura
Si escritores y amigos como Rosa Beltrán, Hernán Lara Zavala, Vicente Alfonso, Martín Solares y Pedro Ángel Palou celebraron a Nacho como una voz imprescindible para la literatura mexicana y un maestro de la novela histórica, a propósito de su aniversario 75, estudiosos de su literatura como José Ávila Cuc y Alejandra Sánchez Aguilar apuntaron los aportes de su narrativa en obras como "La noche de Ángeles", "Madero, el otro", "Columbus", "El Jefe Máximo" y "Un sueño de Bernardo Reyes".
Ávila Cuc relató que Solares nació el 15 de enero de 1945 en Ciudad Juárez por azares del destino, pues su padre viajó allí por trabajo y se enamoró de su madre, cuyo padre había sido un dorado de Pancho Villa; ya luego ese azar se convirtió a la postre en obsesión y los episodios históricos en materia de su narrativa.
“Nunca he escrito para vender ni tengo en mente a un posible lector, más bien es una necesidad, a veces hasta biológica, espiritual”, dijo hace dos años al relatar haber vivido una infancia muy dura y con muchas carencias económicas, sin embargo, le llegó la literatura y, con ella, una forma de vida. “He hecho de la literatura una forma de vida, no concibo otra”, dijo el también editor que de 2004 a 2017 dirigió la Revista de la Universidad de México.
Se declaraba un lector obsesivo de todo lo que se sale de la realidad real, realidad que siempre había sentido insoportable, “la literatura desde el principio fue para mí la mejor fuga posible. Después he buscado mundos alternos, he andado obsesionado por todo lo que es paranormal, la telepatía... leí muchísimo de todo eso, me formé a mí mismo, surgió todo mi interés por la historia; también tuve la suerte de estudiar la secundaria y la preparatoria con jesuitas”.
La literatura era su mundo. Sufrió con Jean Valjean, con Cosette, con D’Artagnan y con "El Conde de Montecristo", porque tenía claro que “uno no se conforma con vivir una vida, quiere vivir mil vidas y sólo la literatura te lo puede dar, pero ahora que en el mundo solo importa la imagen yo me siento un poco desconectado”, confesaba el intelectual y autor de más de 30 obras, entre novelas, libros de relatos, ensayos, crónicas y artículos periodísticos. Afirmaba que la lectura era su vicio y su placer porque era una puerta de entrada a la conciencia, “yo no me imagino el mundo sin libros”, concedía el miembro del Sistema Nacional de Creadores de Arte.
En enero 2015, a propósito de sus 70 años de vida, Vicente Quirarte, Mauricio Molina y Ramón Cordoba, quien fuera su editor, celebraron su exploración constante del poder y sus vericuetos en novelas históricas que revelan luces y tinieblas de la Historia y que lo convirtieron en un “devoto cazador de fantasmas”.
Solares fue un maestro de la novela histórica y escudriñó como pocos a personajes como Francisco I. Madero, Plutarco Elías Calles, Felipe Ángeles y Bernardo Reyes.
Nacho afirmaba: “Creo mucho en lo sobrenatural y México está plagado de pistas de lo sobrenatural, o sea te asomas a cualquier hecho histórico y te das cuenta que es mucho más que un sólo hecho histórico”. Lo decía sin dejar de estar interesado en la vida real y en la política.
Por eso su gran regalo fue que ese año, para celebrarlo, el gobierno de Chihuahua, instituyera el Premio Chihuahuense de Narrativa Histórica Ignacio Solares por ser un “maestro excepcional de la narrativa contemporánea mexicana”.
Cuando lo supo, el intelectual que hizo también una gran carrera como editor de revistas —pues dirigió el suplemento cultural Diorama de la Cultura del periódico Excélsior, hasta la salida de Julio Scherer, en 1976, pero también fue parte de la redacción de publicaciones emblemáticas como Claudia, Revista de Revistas, Plural, Quimera, Hoy y La cultura en México—, afirmó orgulloso: “Me da mucho gusto que un premio lleve mi nombre, porque cuando ya no exista Ignacio Solares seguirá existiendo el Premio Chihuahuense de Narrativa Histórica”.
La obra literaria del escritor, cuya vida estuvo ligada a la UNAM, desde que estudió en la Facultad de Filosofía y Letras, donde también fue maestro, estuvo determinada por los sueños, las preocupaciones religiosas y místicas, los infiernos del inconsciente, las voces y las pesadillas, las teorías analíticas y las alucinaciones, muchas veces provocadas por el alcoholismo y por supuesto, la muerte, que calificaba del gran tema y que, de alguna manera, resumía todas sus preocupaciones, “si hay algo de cierto es que la muerte no existe, la muerte es un paso a algo más. Creo en la muerte como algo que no existe, que no es sino la entrada a algo más”.
La noche del jueves, a los 78 años y con una larga y fructífera vida literaria y personal, Ignacio Solares dio ese paso a “algo más”. Dejó esta vida soñando con morir escribiendo: “Como yo escribo a mano, yo lo que espero es que la muerte me agarre con un lápiz en la mano, con eso me conformo”, confesó en abril de 2021 Solares, quien fuera autor de la columna “Minucias”, que publicó en EL UNIVERSAL hasta el 29 de noviembre de 2022 y quien creó personajes que penetran en el interior mismo del corazón humano. Por eso y por todo, gracias, maestro.