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La publicación en libro de una obra que se publicó inicialmente en las páginas de un suplemento cultural es una prueba del periodismo como trabajo intelectual, que parte de la búsqueda de información, del cuestionamiento y del contraste de ideas. Este es el caso de " Conversaciones desde un mundo feliz. Modernidad, guerra, existencialismo " (UANL, 2022), del escritor y dramaturgo Hugo Alfredo Hinojosa , en el que reúne entrevistas y artículos publicados entre 2019 y 2020 en las páginas del suplemento cultural Confabulario , de El Universal .
En entrevista, Hinojosa (Tijuana, 1977) comparte los hallazgos que el diálogo con algunos personajes destacados de la vida intelectual, como Bernard-Henri Levy, Paul B. Preciado y Kent Anderson dejaron en su ejercicio creativo cotidiano, así como en su reflexión filosófica, su formación inicial. Dramaturgo, Hinojosa es autor de las piezas teatrales Fariseos, dirigida por Víctor Weinstock en 2020; Sepulturas, dirigida en 2019 por Emma Dib y King Kong cabaret en 2015 bajo la dirección de Lorena Maza, entre otras.
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"Conversaciones desde un mundo feliz" se presentará este domingo 4 de septiembre en la III Feria Internacional del Libro de las Universitarias y Universitarios (Filuni), en el foro Conciertos a las 16 horas. El autor estará acompañado por Carlos Mora y Julio Aguilar, editor de la sección Cultura de El Universal.
Portada de Conversaciones desde un mundo feliz. Modernidad, guerra, existencialismo, Monterrey, UANl, 2022, 216 pp. Foto: Especial
A diferencia de la obra que puedes ir creando como escritor, como periodista cultural los temas se cubren en función de la agenda periodística.
Nunca me he considerado periodista. Comencé a trabajar como editor por la necesidad de vivir de escribir, algo bastante complejo. Esto me fue llevando a cumplir y a hacer las tareas propias de un periodista, desde cubrir la nota inmediata, hacer coberturas, crónicas hasta llegar a la entrevista con una gran diversidad de personajes, algunos entrañables y otros que preferirías olvidar. De los primeros, rescato grandes lecciones de vida y humildad porque están dispuestos a abordar todo tipo de cuestionamientos sin máscaras ni recatos, que serán críticos con sus respuestas, pero al mismo tiempo pacientes y hasta guías para lograr una buena entrevista.
De los segundos, lo único que puedo decir es que la petulancia es una forma bastante común en el mundo intelectual, de pronto pareciera que algunas figuras, otras que no lo son, sienten que te hacen un favor al brindar un poco de su tiempo cuando, siendo sinceros: es una consideración compartida. Uno bien podría no acceder a entrevistar a una u otra figura, sin embargo, lo haces porque es parte de tu trabajo y porque en verdad existe en ti una curiosidad por saber qué tienen que decir aquellos que están en el mismo canal creativo.
Pero la generosidad no es característica del mundo intelectual. Con el tiempo decidí no entrevistar a nadie a quien no respetara o admirara. ¿Cómo puede un ser humano que escribe y se abre de capa ante el mundo no ser generoso? Hay quienes se fingen escritores por herencia o abolengo que escriben sólo porque pueden hilar palabras sin compromiso alguno, y los otros, los que admiro, son aquellos que en verdad escriben por una necesidad espiritual. Por fortuna en Conversaciones desde un mundo feliz los entrevistados tienen algo que me llamó la atención, su postura ante el mundo quizá, pero sobre todo esa lucha por vivir del romance de escribir.
¿Qué diferencias detectas entre la lectura desde el oficio periodístico y la lectura desde el goce mismo y desde la creación literaria?
Partiendo de la lectura como una herramienta que te guía hacia la entrevista o el encuentro, puedo decir que es una labor exhaustiva, sin ánimo de sonar como un esnob. Hace poco entrevisté a Petros Márkaris. Leí su libro y lo releí, porque era una publicación truculenta en la cual a primera vista podría haber parecido una publicación condescendiente, pero cuando entiendes el contexto, sin hablar de metafísica, das con el hilo de lo que debes preguntar, cómo debes hacerlo y para qué. Me gusta cuando al hacer una pregunta el autor se sonríe y dice, claro… justo es lo que quise decir. Las noches de la peste de Orhan Pamuk fue un libro que me obligó a investigar acerca de la historia de Turquía. En este sentido, el goce se da por el conocimiento mismo, conocer al otro, entenderlo y saber qué tomar de él como autor, es el reto.
La lectura como goce, vaya, es por demás curiosa, te mantiene en vilo. Usualmente leo mucho más cuando estoy por iniciar una nueva obra, ensayo o ahora mismo una novela. Pero releo, eso sí, a los autores de quienes he aprendido. Me gusta a veces sólo tomar el libro y hojearlo descubriendo escenas que me entusiasmaron. Intento saber cómo definió o solucionó un autor tal escena, tal forma de narrar el mundo. Por una cuestión de formación siempre regreso a los griegos o al Siglo de Oro. Mi formación literaria, pienso, es muy limitada. Prefiero la filosofía, creo que he aprendido más de la literatura leyendo a los filósofos que escudriñando las diversas tradiciones literarias. Que no se malentienda, soy un fanático lo mismo de Dostoievski que de Cervantes, disfruto igual a Lope o a Shakespeare, a Coetzee o Saer, pero me apasiona el pensamiento crítico. Por lo menos creo que, entre más conciencia crítica tengas aprendes a mantener la boca cerrada. Soy enemigo de quienes hablan sólo por parecer brillantes.
Durante los dos años que fuiste coeditor del suplemento Confabulario hubo autores que abordaste como parte de tus coberturas periodísticas. En otros casos, a la oportunidad periodística se suma un interés particular que tienes sobre su obra. Estos son los casos de
Peter Handke, Kent Anderson. ¿Qué intereses te unen a ellos?
Confabulario me permitió explorar bastantes temas de mi interés como filósofo y dramaturgo: el tiempo, la guerra, la vejez, entre otros tantos tópicos que rondan las páginas del suplemento. Encontré en Julio Aguilar a un editor que no me limitaba y que sabe guiarte sin decírtelo; y en ti, querido Gerardo, a un gran interlocutor de quien aprendí mucho sobre América Latina que en mi frontera norte no eran cuestiones de discusión.
Peter Handke para mí es un modelo a seguir, como lo es Tom Stoppard, con quien tuve el privilegio de compartir el tiempo e inquietudes. En México, ambos son aplaudidos por su versatilidad: pasan del teatro al cine, de la poesía a la narrativa, al ensayo, y se les aplaude. No obstante, en nuestro país es un grave pecado querer siquiera transitar entre géneros literarios, ni hablar de otras formas del arte, existe un puritanismo mediocre que nos mantiene maniatados. Admiramos a los “otros” pero nos negamos a intentar hacer lo que hacen aquellos extranjeros a los que enarbolamos. En la medida que, como cultura, eliminemos esas miopías conceptuales podremos generar en verdad movimientos culturales de vanguardia. Hay que revisar quizá qué pasaba en los años 50 y 60 en México cuando en el momento álgido de la conformación cultural de México posrevolucionario, todos los creadores hacían todo… ¿Qué nos limitó? Vicente Rojo, en alguna ocasión, justo fue un personaje a quien entrevisté, lo dijo tal cual… “pintaba y hacía cine, escenografías, créditos, cuadros, portadas de libros, todos estábamos en todo”. Pienso que nosotros no tuvimos contracultura, como ocurrió, en Estados Unidos en los años 70… ¿En qué estaba ocupado nuestro país? ¿En qué momento la creación se tornó mezquina?
Kent Anderson es la encarnación y una de las herencias de la Guerra de Vietnam, es un gran escritor, difícil entrarle. Para mí la guerra es un conflicto de primera mano porque en la frontera donde crecí, en Tijuana, era imposible no tener un primo, un tío, un conocido, el padre de un amigo que no haya participado en Vietnam. Crecí entre veteranos de la Segunda Guerra y la de Corea. Gran parte de mi dramaturgia ronda ese momento histórico. El centro de nuestro país desconoce la gran cantidad de testimonios de mexicanos que participaron en las guerras estadounidenses. La guerra es la madre de todas las cosas, decían los griegos hace más de dos mil años. Lo es porque todo lo modifica, altera la materia, la muerte misma del soldado es una transformación de la materia y una nueva oportunidad de vida.
En el capítulo “Breviario existencialista” concentraste tus entrevistas con varios filósofos. ¿Crees que tu formación fomentó un diálogo periodístico más rico?
No hay que achicarse. Bernard-Henri Levy, por ejemplo, es un filósofo que, a finales de los años 60, heredero del 68, ya estaba en el discurso sociopolítico. Hay mucho que aprenderle, es un monstruo contemporáneo, pero no debes conversar con él con ese temor que puede propiciarte una figura consagrada de la ilustración francesa contemporánea. Con todo el respeto por delante hay que darle su justo valor porque él en su infinita generosidad te dará tu espacio. En el caso del alemán Markus Gabriel fue el mismo caso. Son personajes tan seguros de su discurso que se prestan a todo cuestionamiento. Juegan y se burlan del mundo, te hacen partícipe. Pero siempre debes estar a la altura conceptual. Como ya lo dije antes, cuándo los personajes dicen: “Claro, eso quería decir…" estás del otro lado. Pero hago énfasis en algo, la envidia no tiene lugar en la entrevista… si llegas con el recelo de que el “otro” es algo que tú no eres, estás perdido… siempre debes saber dónde estás parado en el mundo.
En el capítulo “Circo existencial frente a la cámara negra. Teatro contemporáneo” abordas algunas de tus preocupaciones personales: la corrección política, el encumbramiento de líderes efímeros, la autocensura en un mundo marcado por nuestra vida en redes sociales y el resbaloso concepto del “privilegio”. ¿Crees que estas discusiones son escaramuzas discursivas que nos impiden ver los temas de fondo?
Sí. Pienso que el mundo digital es una obra de arte y canal habilitador de la tristeza en el sentido más esquizofrénico de la modernidad.
Mientras que los pseudo debates se dan en la cámara negra del monitor de la computadora, tableta o teléfono, el mundo real donde está el aire que respiramos se descompone. Nos dieron la fama instantánea sin tener talento alguno a través de las redes sociales. La miseria del otro es mi espectáculo; y mi comida la envidia del otro. Es impresionante la reflexión. No podemos negar que es divertido y decadente estarnos burlando del otro y sus gracias en el mundo digital. Al eliminar la clandestinidad y la vida privada se abrieron infinitas posibilidades de distractores que generan más ignorancia que conocimiento. El mundo digital entero es un universo de “prostitución” en su acepción griega de esclavo que es vendido; todo lo que nos hace humanos en la red nos es robado y utilizado en nuestra contra, y lo disfrutamos.
Hace algunos años recuerdo cómo los jóvenes se rasgaban las vestiduras por Greta Thunberg a quien jamás vieron plantar un árbol, pero luchaba contra el cambio climático. Ella era la heroína moderna, una virgen en su más pura representación que hoy fue superada por Rosalía y su “empoderamiento femenino”, modas al por mayor. La violencia que te mata está en la calle, hay que pensar en eso. Qué importan millones de autómatas que opinen en las redes sociales cuando la gente es asesinada, asaltada o violentada en las calles por donde transitan para sobrevivir.
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En el apartado “Ingrato placer por la literatura” se incluyeron tus entrevistas con los editores Jorge Herralde, Juan Casamayor, Enrique Redel y las escritoras Dolores Reyes y Leila Guerriero. ¿Crees que, más allá de cierto romanticismo acerca de nuestra profesión, el diálogo con estos personajes es una oportunidad única de conocer nuevas lecturas de la realidad, de nuestro pasado y del trabajo con la palabra desde el mismo periodismo y la creación literaria?
Pienso que el encuentro con ellos fue una forma de romper mitos. Por ejemplo, Roberto Bolaño como insignia de la literatura de principio del siglo XXI fue muy sonado. La gran mayoría, inocentes, pensamos en su momento que él sostuvo a Anagrama en un momento crítico de la modernización editorial y Herralde, incisivo y directo como es, contestó que fue al contrario: gracias a Anagrama, Bolaño tuvo el impacto que logró en España y Latinoamérica. Todos y cada uno de los personajes que mencionas están en diferentes canales personales de su existencia. Leila Gerriero habla con total desenfado de sus vivencias, una mujer independiente que utiliza la literatura para entender al mundo; Dolores Reyes está llena de una sensibilidad maternal que te desarma y se expone mucho más de lo que pensamos en la escritura. Sin embargo, son los editores como Herralde, Casamayor y Redel los más románticos… hacen los libros y apuestan por los autores, es una locura. Son hombres de negocio que han apostado por un mercado ingrato e inestable… que apuestan por un escritor, por demás inseguro como lo son los actores, y les dan voz y les dan voto de confianza. Por supuesto, no son inocentes al mercado ni a las relaciones humanas, hay editores que sólo buscan el poder cultural.
De todos y cada uno de los entrevistados en este libro me llevo una gran sabiduría. He aprendido a diferenciar los intereses y razones de los otros a la hora de crear y, aunque me pese, también puedo entender ahora cómo es que existen autores que ante la crítica o la sociedad son medulares, pero no tienen el más mínimo rastro de congruencia ni de compromiso con el mundo en el que viven [pero engañan muy bien al grado que son elogiados], lo que para mí es muy grave. Escuchar al otro es fundamental para aprender de todo aquello que no es la vida. Así como el teatro no es la vida tampoco lo es la literatura, sin embargo, a través de ella, de las artes, aprendemos a rozar apenas algunos versos de nuestra existencia y de la realidad que nos rodea.
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