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Antes de la llegada de los españoles, México-Tenochtitlan padeció inundaciones recurrentes. Por eso, los mexicas decidieron construir un sistema hidráulico formado por un conjunto de diques que dio origen a la laguna de México dentro del lago de Texcoco y que permitió contener el agua que caía en la época de lluvias, ganarle espacio a dicho lago y expandir, sobre una base firme, la capital de su imperio. Con todo, ésta no dejó de inundarse de tanto en tanto.
Durante la Conquista, ese sistema hidráulico fue destruido y, después, medio reparado en alguna de sus secciones por los españoles. Con el paso del tiempo, las lluvias asolvaron una vez más el lago de Texcoco y las inundaciones se volvieron a presentar en la ahora capital de la Nueva España.
Entonces, los españoles tuvieron una original idea: no contener el agua, sino sacarla del Valle de México. Fue así como hacia el primer tercio del siglo XVII se inició la construcción de lo que se conocería como el desagüe del Valle de México. Sin embargo, hubo periodos en los que se interrumpió, hasta que, ya bajo el gobierno de Porfirio Díaz, se retomó, se llevó a término y, en 1900, se inauguró.
“La inauguración de esta obra hizo que la Ciudad de México pudiera resolver, aunque sólo temporalmente, el problema de las inundaciones y el de la eliminación de la aguas residuales, que representaban una gran amenaza para la salud pública”, dice Sergio Miranda Pacheco, investigador del Instituto de Investigaciones Históricas de la UNAM.
Segregación socioespacial
Como parte de su investigación “Historia urbana y ambiental de la Ciudad de México en los siglos XIX y XX”, Miranda Pacheco intenta explicar el impacto socioambiental, cultural y político que el desagüe del Valle de México tuvo en la capital del país cuando se concluyó y qué ciudad emergió a partir de entonces.
“En relación con las políticas hidráulicas, había una segregación socioespacial de los sectores populares frente a los sectores de más poder económico que, según mi hipótesis, estaba vinculada con el régimen político que la ciudad tenía. Es decir, esos sectores de la población no se beneficiaron con el desagüe del Valle de México, debido a su ubicación”, señala el investigador.
Efectivamente, cuando se concluyeron los trabajos de esta obra en 1900, ya había planes para que la ciudad creciera, y, si se sigue la lógica de distribución del desagüe de la ciudad conectado al desagüe del Valle del México, puede observarse que se promovió la urbanización de las tierras más altas situadas al poniente para desarrollar las colonias de los sectores más favorecidos de la sociedad, mientras que otras zonas como el oriente o el nororiente no recibieron la misma atención.
“Sí, colonias del oriente y nororiente como la Bolsa, Valle-Gómez y Peralvillo no se vieron beneficiadas por obras semejantes a las que se hicieron en colonias como la Juárez, San Rafael, Cuauhtémoc, Roma y Condesa.”
Esta segregación socioespacial de los sectores populares frente a los sectores de más poder económico es un fenómeno que aparece recurrentemente en la historia de la Ciudad de México desde tiempos de la Colonia. La pregunta es por qué.
En opinión de Miranda Pacheco, la respuesta a esta pregunta se puede obtener analizando bajo qué ideas y bajo qué justificación se han promovido obras como el desagüe del Valle de México y de qué manera la población ha recibido esas ideas y esa justificación, y ha reaccionado ante ellas.
“Yo percibo que hay una estructura que organiza esas acciones y reacciones, una estructura que está vinculada con el ejercicio del poder político y económico, que tiene impacto en las instituciones y que se manifiesta también fuera de las disposiciones de estas instituciones en un uso y apropiación del espacio sancionados por la costumbre y la ilegalidad. Aquí el meollo del asunto consiste en darle una base científica a esta percepción, lo cual significa identificar cuáles han sido los principios que han regido la urbanización de la Ciudad de México y que se manifiestan en el modo en que vivimos, en los problemas que enfrentamos y en las expectativas que podríamos tener o no para resolverlos.”
Epidemias
Después de haber sido concluido, el desagüe del Valle de México no resolvió de inmediato algunos de los problemas que, se suponía, iba a resolver, como las epidemias.
En 1907, una severa epidemia de tifus (conjunto de enfermedades infecciosas causadas por varias especies de bacterias del género Ri-ckettsia, transmitidas por la picadura de piojos, pulgas, ácaros y garrapatas) volvió a azotar la ciudad, específicamente las zonas depauperadas, esto es, el viejo centro histórico y las colonias aledañas a éste. Cabe recordar que estas zonas ya habían sido abandonadas por las élites, que ahora vivían en los recién construidos fraccionamientos residenciales del poniente.
“Hoy en día sabemos que los problemas de salud tienen una lógica y una causalidad muy complejas y que, junto con la apertura del desagüe del Valle de México, se debió haber puesto en marcha un programa de mejora de las condiciones de vida de los habitantes de la ciudad, de distribución del ingreso, de fortalecimiento de las instituciones de salud para atender a la población más vulnerable”, apunta el investigador.
Y es que, hay que recalcarlo, la construcción del desagüe del Valle de México se basó en la idea de que con él se resolverían todos los problemas de salud de la ciudad; incluso esta idea fue la que privó en su publicidad, pero de ninguna manera podía ser cierta.
“Esto muestra la parcialidad con que a veces se han percibido y analizado los problemas en México. Y si bien la gran mayoría de los capitalinos admitió esa idea como verdadera, hubo sectores de la sociedad que tenían opiniones fundadas en estudios, en conocimientos, y que apuntaban a que el desagüe del Valle de México no solucionaría, por sí solo, los problemas de salud de la ciudad.”
Crecimiento de la ciudad
Los trabajos del desagüe del Valle de México permitieron disponer de tierra para que la ciudad pudiera crecer. Como consecuencia de esto se activó la economía de la industria de la construcción y de los servicios, y aumentó la población. Pero, más pronto de lo que se creía, esta obra comenzó a ser insuficiente porque no se calculó el ritmo de crecimiento de la capital del país.
“No se disponía de herramientas eficientes para calcular eso. De todos modos, la finalidad de concluir el desagüe del Valle de México fue más inmediata que pensada para el futuro”, indica Miranda Pacheco.
Así, al haber más gente en la ciudad, los problemas de desagüe de las aguas residuales se multiplicaron. La solución que se propuso para tratar de resolverlos fue crear el drenaje profundo, el cual se empezó a construir en 1967, luego de retomar y terminar el entubamiento de los ríos que aún corrían a cielo abierto en la ciudad, y se concluyó en 1975.