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En el mundo creado por el narrador Héctor Celis, todo lo humano es inhumano, todos los seres buscan salvarse de la debacle, aunque son ellos quienes han llevado al planeta a la catástrofe y todos huyen de la marea negra que augura una destrucción apocalíptica. Ese universo descrito en Mar es la Tierra (Alfaguara, 2023), su primera novela, la carne humana y carne animal funcionan como moneda de cambio y el agua dulce es un bien privatizado y absorbido por unos cuantos privilegiados que viven en un mítico lugar llamado La Nube.
En cinco secciones, el narrador que ha sido becario del Fonca y hace su doctorado en la Universidad de Nueva York, se plantea dos retos de lenguaje y estructura: cómo hacer una escritura que no pierda su calidad de local, y cómo trabajar con el lenguaje y con una “poetización de la oralidad”, sin dejar de reflexionar sobre problemas que van mucho más allá de lógicas de lo nacional o de lo latinoamericano, sino problemas globales que solamente se pueden pensar de esta manera: cambio climático sería uno, pero hay muchas otras cosas, la acidificación de los mares, el agujero y la capa de ozono, exceso de basura y plástico, y la extinción masiva de especies animales.
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“El eje es tratar de ver que las catástrofes ecológicas que estamos experimentando y los procesos de violencia extrema, que también experimentamos en México, y en otros lugares del mundo, normalmente se piensan por separado, y lo que hace esta novela, es reflexionar sobre la posibilidad de empezar a reflexionarlos en conjunto”, afirma Héctor Celis.
Dice que lo que da coherencia al universo ficcional que construyó para la novela, por un lado es la marea negra que está llena de inmundicias y contaminantes, donde en algún momento surgen esclavos negros que mueren en los barcos en el Atlántico y se vuelven espectros que le da a esta marea negra mucho de espectral, vivo y que hace una alusión clara a la cuestión del cambio de climático y el derretimiento de los polos; y también, plantear que la moneda de cambio es la carne humana y la carne animal.
Ese es el eje temático que une el universo ficcional de Mar es la Tierra construida con un trabajo estilístico diferente en cada sección y con preguntas diferentes, que se concretan así: ¿cuál es el sentido que tiene el arte en un mundo?, ¿cómo surge el poder en un escenario de violencia extrema?, ¿cuál es el sentido de pertenencia en un mundo que se desplomando y está siendo arrastrado por la marea? y ¿cuál es la fuerza del amor?
Los protagonistas son un hombre que vaga por los desiertos con cuervos y un puñado de niños buscando un oasis; mujeres que pactan morir juntas; un niño que espera con su familia el advenimiento de la marea negra; un artista que vende sus ideas de “obras de arte”; y las voces de comunidades fragmentadas.
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Cada sección tiene una pregunta diferente, a lo largo de seis años que lo escribí fui de alguna manera haciendo esas preguntas.
La novela incluye imágenes, ya sea de archivos históricos o imágenes que tienen que ver con nuestro presente. La intención es hacerle ver al lector que lo que está leyendo no es un universo paralelo, sino que es una variación del presente.
La isla de kiribate que se está hundiendo, la montaña de cerro rico que es esta mina en Bolivia que alimentó de plata a la colonia, cada imagen tiene la intención de mostrar al lector que la historia que él habita tiene que ver con las historias que está leyendo en la novela.
“Son metaforizaciones de cosas que ya están en el presente, el consumo de carne, en la novela el canibalismo animal tiene que ver también con una sociedad de hiperconsumo, los cuerpos y los seres humanos están ya en un punto de consumirlo todo y los cuerpos en cierto sentido se vuelven aparatos de consumo, la canibalización que hay en la novela tiene que ver con estos procesos que no son para nada ajenos a la realidad que habitamos y lo mismo la marea, la violencia, las desapariciones, en fin, son cuestiones que están en el presente que habitamos, no es algo que esté en un universo paralelo, no es una novela, que esté en el plano absoluto de la ficción o de la distopía, es algo que tiene que ver ya con el presente”, afirma Celis.
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La novela que el narrador escribió a lo largo de seis años busca cuestionar el emblema del hombre moderno, “la idea de hombre como nosotros la concebimos está en una crisis profunda, eso no quiere decir que no siga adelante con discursos de política global, sobre todo de extrema derecha, del hombre moderno con el desarrollo y el progreso; pero por lo menos nos estamos preguntando si hay otras maneras de construir o pensar lo humano en alianza con lo animal, en alianza con lo vegetal, en la alianza con lo no vivo, en la alianza, incluso con la marea misma. La idea de hombre moderno es algo que en este escenario al límite, se desploma”.
Héctor Celis lleva al límite cuestiones como la prospectiva en el arte o en la literatura, pero no porque así espera el futuro de la humanidad ni del mundo que es apocalíptico en su novela, sino por el sentido que tiene el arte o la literatura o a cualquier artefacto estético que es el de hacer preguntas “para que esto no se vuelva una realidad tangente al límite. Pienso que el arte sirve para plantear preguntas y hacer reflexiones a nivel político y estético y en el caso de la literatura, a través del lenguaje. Espero un futuro en donde la idea de lo humano sea entrecruzada por otras maneras de entender la vida, entender el ser, eso es algo que no tengo los elementos para imaginar todavía”, concluye.