Hace dos meses, el sociólogo Daniel Feierstein (Buenos Aires, 1967) se volvió viral en la red social Twitter por un hilo que publicó con sus puntos de vista sobre la pandemia, la negación, el miedo y la sociedad.
¿Por qué fracasan las estrategias para frenar los contagios en Argentina?, escribió el director del Centro de Estudios sobre Genocidio en Argentina. Tuit a tuit fue publicando respuestas contundentes, como que las personas, ante el peligro inminente, reaccionan negando el peligro, por ello no usan cubrebocas y creen en teorías conspiratorias.
El investigador fue más allá al advertir que este fenómeno de negación es comparable a otros, como el de la población judía durante el nazismo. Además, dice, los políticos, con sus mensajes tranquilizadores, se convirtieron en uno de los principales problemas para mitigar el contagio de Covid-19, porque alentaron la negación de la sociedad.
¿Qué hacer entonces frente al crecimiento del contagio? El profesor titular de la cátedra Análisis de las Prácticas Sociales Genocidas en la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires dice que la respuesta está en la sociología y en el uso del “miedo inteligente”.
“Los dirigentes políticos se encuentran así en un dilema: deben decirle a la población lo que no quiere escuchar y se arriesgan a ser el foco de odio y proyección, con lo que implica en pérdida de imagen y votos, ya que puede tener su costo político. Psicópatas como Trump o Bolsonaro directamente se transforman en la fuente del proceso de negación (“es una mentira demócrata”, “es una gripecinha”, entre otros tantos delirios), escribió.
“No ha quedado claro que lo que tenemos que hacer no es esperar al colapso de salud, sino cambiar la vida cotidiana, entender que sin una vacuna no viviremos como antes"
Argentina ya llegó al millón de contagios, lo que lo coloca en el quinto lugar en el mundo, debajo de EU, India, Brasil y Rusia, naciones con poblaciones mucho mayores, pero tiene más de 27 mil decesos y su tasa de mortalidad lo pone en el lugar 14, debajo de México. El caso de Argentina, con todas las diferencias sociales, dice a EL UNIVERSAL, podría compararse con países como México.
¿Cómo llegó a estas conclusiones?
No soy un estudioso de la salud ni de pandemias, soy un estudioso de fenómenos genocidas. Sin embargo, me sorprendieron mucho los fenómenos que se comenzaron a dar al inicio de la pandemia, porque tenían elementos muy similares a otros procesos de crisis en la historia, incluidos fenómenos genocidas, que tenían que ver con la dificultad para asentar una realidad radicalmente distinta, muy difícil y que pone nuestra vida y la de nuestros seres queridos en peligro. Ante este tipo de situaciones, genocidios, guerras, desastres naturales o pandemias, se da una respuesta psíquica muy común: la tendencia a negar la situación. ¿Qué quiero decir? Que las personas tratan de pensar que esas situaciones de peligro no existen, como si con eso se pudiera evitar el sufrimiento que nos generan.
¿Podría darnos ejemplos?
Sí. La población judía perseguida por el nazismo tuvo un proceso muy fuerte de negación a lo largo de toda su persecución. Había una negación en las ciudades alemanas cuando asume el nazismo, también se negó en los mismos guetos, cuando las poblaciones fueron aisladas, y hubo negación hasta en los propios campos de concentración y exterminio, cuando la población judía llegaba en trenes. Es muy interesante entender que aun en las circunstancias más evidentes, difíciles, tremendas, los seres humanos tenemos una fuerte disposición a negar un destino muy tremendo o una situación muy difícil. Todos estos procesos los he estudiado muchos años y, con la pandemia, comencé a identificar estos fenómenos en la sociedad argentina y, me parece, en otras sociedades. ¿Cuál es la característica común que el mundo tiene con la pandemia? Que nos cambió la vida cotidiana, vivimos un 2020 que no esperábamos, que hay un peligro de muerte y que atravesamos crisis a todos niveles, incluido lo económico. Estos fenómenos están acompañados por la negación, por la creencia de que no es tan grave, que es resultado de una conspiración, que no genera el daño que se dice.
El sociólogo ve una sociedad dividida y ante la desinformación, la población no entiende las consecuencias de no cuidarse. Foto: ARCHIVO EL UNIVERSAL
¿El llamado a la calma de los gobernantes o la resistencia de presidentes a usar cubrebocas van en contra de las medidas de mitigación?
Sí. Ha habido dos reacciones políticas muy perjudiciales, una mucho peor que la otra. El primero es que hemos tenido líderes, pocos en el mundo, que han sido negacionistas. El caso de Trump es muy significativo porque él decía que el Covid-19 era una tontería y se contagió; otro caso es el de Bolsonaro. El segundo es que tenemos a políticos que, sin caer en la negación, sobreestimaron el riesgo del pánico y trataron de transmitir una imagen de demasiada tranquilidad y subestimaron el peso de la negación. De modo que sus mensajes tan tranquilizadores dificultaron las medidas de cuidado, ratificaron la negación de la gente y dificultaron que la gente entendiera las modificaciones que debe hacer para su vida cotidiana. El gran problema es que se ha entendido que la emergencia es sólo para cuando haya crecimiento de hospitalizaciones y no ha quedado claro que lo que tenemos que hacer no es esperar al colapso de salud sino cambiar la vida cotidiana, entender que mientras no haya una vacuna no vamos a poder vivir como lo hacíamos antes de la llegada del virus. ¿Y esto que significa? Que tenemos que implementar cambios cuando estamos en el espacio público, decidir con quién nos encontramos, hacer registro de nuestros contactos, usar cubrebocas, en fin, hacer cambios difíciles de incorporar a nuestra vida. Así que los mensajes tranquilizadores dificultan la adopción de estas medidas. Compartir la gravedad de la situación puede ayudar a vencer esos mecanismos de negación.
Pareciera que hay una confrontación entre quien niega y quien acepta, ambas posturas se rechazan mutuamente, esa división ha generado incluso violencia.
Sí, la sociedad puede estar dividida por muchas cosas, pero esto no debería ser un tema político. Mantener la distancia, usar cubrebocas, es cuidar a los demás, más que cuidar de uno mismo. Me resulta incomprensible que haya personas que no quieran usar medidas porque lo que hacen es decir que el otro no les importa, esta postura es indefendible. Si alguien tiene un arma en sus manos y dispara contra otro, a nadie se le ocurriría decir que lo que hizo es un punto de vista y está ejerciendo una opinión, lo que todo el mundo diría es que esa persona acaba de cometer un crimen. Si alguien anda sin cubrebocas lo que está haciendo no es opinar si el virus existe o no, está poniendo en peligro a los demás.
¿El miedo nos podría salvar?
No lo diría así. Lo que creo es que el miedo es una emoción más y, como toda emoción, es positiva o negativa. Así que tanto los gobiernos, como las organizaciones sociales, pueden pensar en hacer utilizaciones inteligentes y eficaces del miedo, que no impliquen aterrorizar a la población, pero sí creo que el miedo inteligente ayudaría a avanzar en los procesos de negación. Una cosa que no sabemos todavía es la secuela que deja en las personas que fueron contagiadas, tampoco sabemos cuánto dura la inmunidad, tampoco sabemos cuántas olas debemos esperar. Todo esto que no sabemos debe comunicarse a la población, lo que implicaría introducir un nivel de miedo sensato.