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antonio.diaz@clabsa.com.mx
Porfirio Díaz (15 de septiembre de 1830, Oaxaca de Juárez - 2 de julio de 1915, Francia) mantuvo una relación cercana con diferentes personajes de la historia mexicana, situación que se sabe gracias al Archivo que resguarda la Universidad Iberoamericana y a las investigaciones realizadas en la Universidad Nacional Autónoma de México.
Sin embargo, recientemente el periodista Mario Casasús descubrió dos cartas de Porfirio Díaz. Ambos escritos estaban dirigidos al abogado, escritor, periodista y político mexicano Ignacio Manuel Altamirano (3 de noviembre de 1834, Tixtla de Guerrero - 13 de febrero de 1893, San Remo, Italia).
El hallazgo se hizo en el archivo personal de Altamirano que conserva Joaquín Casasús Montagnier.
El que el archivo personal de Ignacio Manuel Altamirano esté en manos de la familia Casasús Montagnier no es una situación extraña, pues ambas familias tuvieron una relación cercana, tanto que Joaquín Casasús —quien fue embajador de México en Nueva York en el mandato de Díaz — se casó con Catalina, hija de Ignacio Manuel Altamirano.
“Hubo una vinculación estrecha entre ambas familias. Altamirano siempre vivió en austeridad, nunca compró casa, y sus últimos años estuvo bajo el cuidado de Joaquín Casasús, esto implicó que Joaquín tramitara el cargo de cónsul para Altamirano en Barcelona, que luego permutó a París”, explica Mario Casasús.
Ignacio Manuel Altamirano falleció en Italia. Todas sus pertenencias quedaron en posesión de Joaquín Casasús, quien vivía en Francia y realizó el testamento de Altamirano. Posteriormente, Joaquín repartió esa herencia entre sus hijos. Uno de ellos fue León Casasús, quien se casó con Pauline Montagnier.
El matrimonio Casasús Montagnier resguardó el archivo privado de Ignacio Manuel Altamirano.
Fue hasta 1989 que Joaquín Casasús Montagnier, nieto de Joaquín Casasús, hizo una donación de 100 documentos a la cancillería mexicana; sin embargo, decidió conservar una parte, entre los que se encuentran alrededor de 80 cartas.
“Fui a visitar a mi tío (en segundo grado) Joaquín Casasús Montagnier, revisé cada carta y el archivo que él no donó a la cancillería mexicana. Ahí pude ver algunos álbumes de recortes de la época que hacía el propio Altamirano de hechos como el fallecimiento de Ignacio Ramírez, El Nigromante; esto habla de la propia labor como historiador de Altamirano”, dice Mario Casasús.
El periodista también encontró otros dos álbumes. Uno de ellos está conformado por recortes sobre el fallecimiento de Ignacio Manuel Altamirano en Italia, sin embargo aún se desconoce quién lo realizó.
“Al revisar estos álbumes y las fotografías, me di cuenta que muchas ya habían sido publicadas en la iconografía del Fondo de Cultura Económica. También encontré una fotografía inédita de Altamirano con Aurelio, su hijo adoptivo”, señala.
La correspondencia. Al adentrarse en los documentos, Mario Casasús halló dos cartas en papel membretado escritas por Porfirio Díaz dirigidas a Altamirano.
La relación epistolar entre Díaz y Altamirano duró varios años. La primera de la que se tiene registro y ya es conocida es del 6 de mayo de 1877; y la última carta es de 1892.
De esos años se conservarían 27 cartas, algunas ya publicadas en algunos libros. No obstante, gracias a este hallazgo se podrá conocer la respuesta a algunas de esas cartas, lo que implica conocer la conversación completa entre Díaz y Altamirano.
Una de las dos cartas halladas es del 13 de junio de 1890. “En esta carta, en un tono fraternal, el presidente Díaz le pregunta a Altamirano cómo seguía de salud su esposa, Margarita Pérez Gavilán, porque en una carta de mayo de 1890, Altamirano pide un permiso para ausentarse del Consulado porque su esposa estaba enferma”, explica Casasús.
La carta es breve, pero además de preguntar sobre la salud de Pérez Gavilán, Porfirio Díaz lo felicita por el nuevo cargo consular, pues en una carta previa, Altamirano le solicitó al Presidente el cambio para ser cónsul en París y dejar Barcelona.
La segunda misiva está fechada el 5 de abril de 1892 y dice Mario Casasús, “es más fascinante y es una respuesta a una del 18 de marzo”.
En esta carta se lee: “Refiriéndome a la grata de Ud. del 18 del pasado, doy a Ud. las gracias por los informes que me envía respecto al asunto Mondragón y le manifiesto que es la verdad la intención que el gobierno tiene de adoptar para su Ejército el fúsil de dicho señor...”
En la carta, explica Casasús, se refieren a Manuel Mondragón, un fabricante de armas y padre de la poeta y pintora Nahui Olin.
“La carta tiene valor porque el Presidente no habla de asuntos familiares o diplomacia local, sino de una gestión. Es decir, Porfirio Díaz está interesado en que se resuelva el tema de la patente para poder comprar un lote de ese fusil”, indica.
Mario Casasús enfatiza en que actualmente es difícil encontrar documentos inéditos de Porfirio Díaz, porque todo está en el acervo que resguarda la Universidad Iberoamericana, o publicado en diferentes investigaciones de la UNAM.
“Las cartas se conservan en perfectas condiciones, tienen los dobleces típicos por haber sido enviadas en un sobre. Sin embargo, el papel está impecable, el brillo del logotipo de Porfirio Díaz (“P” plateada y “D” dorada) es nítido. Una de las cartas ya está un poco diluida por el paso de los años, pero se puede leer sin ningún problema”, comenta.
Mario Casasús señala que ha platicado con su tío Joaquín Casasús Montagnier para que las cartas sean donadas a la cancillería mexicana, al Archivo General de la Nación o a la Iberoamericana, aunque aún no está decidido. Agrega que actualmente trabaja en la biografía de Ignacio Manuel Altamirano, que dejó inconclusa Jesús Sotelo Inclán.
El último capítulo de esa biografía es sobre la relación entre Díaz e Ignacio Manuel Altamirano.
“Sobre Altamirano hay muchos mitos, algunos de Víctor Fuentes Díaz y Moisés Ochoa Campos. Fuentes Díaz fue criticado por Sotelo Inclán porque dijo que Altamirano estaba exiliado en Europa para que no le hiciera sombra en las reelecciones a Porfirio Díaz, y eso es no conocer la fraternidad entre ellos. De hecho, Altamirano vio el puesto consular como un premio a su trayectoria. Es decir, me interesa matizar las mitificaciones que hicieron algunos biógrafos entre 1940 y 1980 de un Altamirano distanciado de Porfirio Díaz, cuando en las cartas se ve un cariño y una amistad”.