Desde hace tiempo se habla de la pobreza como un factor primordial que atrae tanto a adultos como a niños, niñas y adolescentes al mundo del crimen. Sin embargo, esta teoría ha sido muy criticada por la mayoría de los criminólogos, que argumentan que, si fuera cierta, habría en el país alrededor de 60 millones de delincuentes, lo cual está muy alejado de nuestra realidad actual.
“La relación entre pobreza y delincuencia no es automática. La pobreza puede ser un factor para que un adulto o un menor de edad se sienta atraído por la delincuencia, pero no es el definitorio, ni mucho menos”, dice Jorge Márquez Muñoz, académico de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM.
En cuanto al reclutamiento de niños, niñas y adolescentes por parte de la delincuencia organizada, luego de varios años de estudio, el sociólogo estadounidense Andrew Papachristos ha llegado a la conclusión de que este fenómeno tiene que ver en grado sumo con las redes de relaciones de aquéllos.
“¿Cuáles son estas redes de relaciones? Evidentemente, la más inmediata es la familiar. Si la familia funciona mal, si su núcleo no es fuerte, el menor de edad puede buscar sus modelos, sus vínculos y su identidad en la calle. Y la calle es uno de los lugares donde los menores de edad son más vulnerables.”
Al respecto, el caso que más se ha estudiado en México es el de Ciudad Juárez. ¿Por qué tantos jóvenes, niños, niñas y adolescentes se sumaron a las filas de la delincuencia organizada en esta ciudad fronteriza? Márquez Muñoz responde: “En Ciudad Juárez hubo un enorme crecimiento económico gracias a las maquiladoras que se instalaron ahí luego de la firma del Tratado de Libre Comercio. Eso atrajo a muchas madres solteras de otros puntos del país, pero éstas no tenían cerca a ningún familiar y, debido a su incapacidad para echar raíces en su nueva comunidad, nunca lograron establecer ningún vínculo con sus vecinos. Así pues, la falta de familiares que sin duda habrían ayudado a cuidar a los menores de edad y la incapacidad para establecer vínculos sociales aislaron a innumerables familias monoparentales. Los menores de edad se quedaban solos mientras su madre se iba a trabajar, circunstancia que aprovechó muy bien la delincuencia organizada para reclutarlos.”
Familiares y amigos criminales
El hecho de que algunos de sus familiares y amigos se dediquen a cometer actos delincuenciales es otro factor que se asocia a niños, niñas y adolescentes reclutados por la delincuencia organizada.
“No pocos menores de edad vieron a sus padres entrar en la cárcel (incluso, muchos nacieron en ella); otros vieron cómo morían a manos de otros criminales o a manos de las autoridades, por lo que crecen con un gran resentimiento y un deseo de venganza. De este modo, el modelo que siguen es el delincuencial”, apunta el académico universitario.
Un factor más que se ha podido observar en menores de edad reclutados por la delincuencia organizada es el hueco que dejan los conflictos bélicos.
“Los conflictos bélicos destruyen familias, comunidades, economías… ¿Y qué pasa cuando acaba una guerra? La población en general —es decir, los adultos, pero también los jóvenes y menores de edad— sabe usar armas, las cuales, por lo demás, abundan. Esto se ha visto en Centroamérica, sobre todo, donde ha habido conflictos bélicos muy largos. En tales casos, muchos adultos —pero también jóvenes y menores de edad— tienden a permanecer en entornos que después los llevan a integrarse a la delincuencia organizada.”
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Programas sociales
De acuerdo con los resultados exitosos de algunos programas sociales puestos en marcha en ciudades de Estados Unidos para persuadir a las familias (aunque sean disfuncionales y/o monoparentales) de que ayuden a sus menores de edad a salir del mundo del crimen, es fundamental actuar cuando aquéllos cometan su primer delito y estén purgando un castigo no muy severo.
“No olvidemos que el delito es algo que va escalando. El niño que mañana es un matón no empieza siendo un matón; primero roba un chicle, después un juguete a un compañero de escuela, a continuación una bicicleta, y así, poco a poco, va escalando, porque para llegar a un punto donde reina una violencia brutal requiere un entrenamiento previo, y ese entrenamiento lo va adquiriendo justamente conforme va borrando los límites morales con sus experiencias exitosas (en ocasiones desconoce los límites legales), comenta Márquez Muñoz.
En los mencionados programas se habla con los padres —o con el padre o la madre, o con quien esté a cargo del menor de edad— y se les muestran todas las probabilidades de que éste muera de manera prematura si sigue escalando en el mundo del crimen, y es que, estadísticamente, un niño, una niña o un adolescente que ya se robó una bicicleta, vive en tal manzana donde pululan los malhechores y, además, se hizo amigo de un individuo no muy recomendable, tiene más probabilidades de morir de manera prematura si no le pone un alto a su carrera delictiva.
“Ante una evidencia tan contundente, no pocos padres o abuelos o tíos, etcétera, han resuelto cambiarse de domicilio junto con su menor de edad, o bien persuadirlo de que modifique sus hábitos e interrumpa sus vínculos peligrosos, claro, siempre con la asistencia y el apoyo del gobierno y de trabajadores sociales. Ahora bien, estos programas no son generales ni universales, se diseñan a la medida de cada caso”, añade el académico.
Fenómeno creciente
México es un país con una desigualdad muy marcada, y así como hay pocos ricos y muchos pobres, en términos territoriales también hay pocos territorios ricos y muchos territorios pobres con una raquítica densidad institucional, esto es, con escasos ministerios públicos, centros educativos, servicios de agua, luz, drenaje...
“Cuando uno ve estas diferencias territoriales, se da cuenta de que, consciente o inconscientemente, el Estado mexicano ha decidido no invertir en infinidad de barrios, municipios, regiones… en buena medida porque considera que de ellos va a sacar ganancias muy limitadas. O sea, hay mucha densidad institucional ahí donde se puede extraer una copiosa renta de impuestos o de votos, por decir algo, y se descuidan los territorios pobres. Por eso, el problema de los menores de edad reclutados por la delincuencia organizada sigue creciendo”, finaliza Márquez Muñoz.
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