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Para entrar al Palacio Potocki, una joya de la arquitectura ucraniana, hay que identificarse, pasar entre soldados armados y abrirse paso debajo de unos andamios. Todo eso para ver paredes vacías.
La vida recuperó algo de normalidad en Leópolis, en el oeste de Ucrania , desde que las tropas rusas salieron de la región de Kiev para concentrar su ofensiva en el sur y este del país.
Pero los museos en la autoproclamada capital cultural siguen temerosos de que los invasores destruyan la cultura ucraniana como lo han hecho con los poblados.
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"Nos gustaría abrir un poco más pero la seguridad es complicada", explicó Vassyl Mytsko, subdirector de la Galería Nacional de Leópolis. El más grande museo de bellas artes tiene 21 sitios y una colección de 5 mil obras de arte.
"¿Cómo podemos saber que los rusos no están acumulando fuerzas de nuevo para lanzarnos todos sus cohetes?", preguntó.
El personal de la galería se sorprendió cuando Rusia invadió Ucrania el 24 de febrero. "No pensamos que los ataques llegarían tan lejos" hasta amenazar Leópolis, indico Mytsko.
Los curadores del museo inicialmente se vieron anonadados y comenzaron a empacar esculturas y pinturas, algunas valoradas en millones, para llevarlas a sitios seguros, donde permanecen.
El Potocki, que abrió solo para la agencia de noticias AFP, no es la excepción.
Los trabajadores aprovecharon la ausencia de las pinturas para pintar las paredes.
Desde inicios de mayo, otros dos sitios de la Galería Nacional en las afueras de Leópolis comenzaron a reabrir ocasionalmente para el público.
Pero no es posible que los museos dentro de la ciudad abran sus puertas "hasta que haya un cambio importante, políticamente o en el terreno", sostuvo Mytsko.
Las tropas del Kremlin ya bombardearon un museo cerca de Kiev dedicado a la artista Maria Primachenko, y otro en Járkov dedicado al filósofo Grigori Skovoroda, así que aún son una amenaza para Leópolis.
"Ellos quieren destruir la identidad ucraniana y sus raíces europeas", aseguró.
Roman Shmelik, director del Museo de Historia de Leópolis, está igual de sospechoso.
La colección del museo se reparte en 10 edificios centenarios pero solo dos de ellos abrieron el 1 de mayo, uno de ellos para acceder a su café y el otro para una muestra infantil. Los edificios permanecen vacíos y sus tesoros fueron llevados a otro sitio.
Shmelik recordó cómo los soviéticos controlaron Leópolis en la Segunda Guerra Mundial y convirtieron el museo en una "herramienta de propaganda".
"Sacaron la muestra permanente y la reemplazaron con una que glorificaba al Ejército Rojo", recordó indignado.
En todo el país, los soviéticos "se comportaron como bulldozers", coincidió Mykola Bevz, un profesor de arquitectura en la Universidad de Leópolis que ayudó a que la ciudad obtuviera su condición de patrimonio histórico de la Unesco.
Leópolis, con sus 3 mil monumentos, estaba mejor capacitada que otras ciudades para evitar el "planeamiento urbano" soviético, opinó.
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Primero, porque la "cuna del patriotismo ucraniano" cayó tardíamente a manos soviéticas, y segundo porque "había un movimiento intelectual que montó una resistencia hábil".
Además, los habitantes de Leópolis lograron salvar la parte histórica de la ciudad que iba a ser arrasada para construir una gran plaza para desfiles militares, agregó Bevz.
Mytsko dijo que su antecesor en la galería, Boris Voznitsky, había logrado enriquecer la colección de obras religiosas del museo, pese a la política oficial soviética de ateísmo.
Shmelik, quien se identifica con estos defensores de la herencia ucraniana, citó la importancia de proteger los museos de Leópolis "para contribuir con la formación de nuestra identidad nacional".
Ante la afirmación de que el presidente ruso, Vladimir Putin, de que no hay una identidad ucraniana porque rusos y ucranianos son el mismo pueblo, Shmelik afirmó: "somos ucranianos y no tenemos nada que probar".
melc