La acción o efecto de fundar el establecimiento u origen de algo enmarca la primera definición de lo que la Fundación UNAM ha concebido en los últimos 31 años, acompañando el cambio de siglo de la Universidad Nacional Autónoma de México, la Máxima Casa de Estudios, que ha tenido en su Fundación una alternativa de interlocución en la preservación de los valores universitarios, de su autonomía, de la vinculación con la sociedad, de la investigación y de la formación para los más de 373 mil  alumnos, distribuidos en 133 carreras, con 241 opciones educativas para cursarlas en 15 facultades, 5 unidades multidisciplinarias y 9 Escuelas Nacionales de Educación Superior; en bachillerato, 9 planteles de la Escuela Nacional Preparatoria, 5 del Colegio de Ciencias y Humanidades; 34 institutos y centros de investigación, 6 campus y 17 planteles en la zona metropolitana de la Ciudad de México; con más de 42 mil académicos, de los cuales 12 mil  525 son de tiempo completo; entre otros aspectos numéricos que ilustran la trascendencia histórica de la UNAM, con un presupuesto promedio, en los últimos años, de alrededor de 50 000 000 000 de pesos, teniendo presencia en las 32 entidades de la República y en Estados Unidos, Canadá, España, China, Costa Rica, Francia, Inglaterra, Alemania y Sudáfrica; y que, adicionalmente, cuenta con 6 polos de desarrollo regional en Michoacán, Querétaro, Morelos, Baja California, Yucatán y Guanajuato.

En este contexto y en acompañamiento a una comunidad universitaria y nacional, la Fundación UNAM ha establecido como principio rector apoyar a la investigación y a la difusión de la cultura, otorgando becas para asistir la consolidación y materialización para las alumnas y alumnos de excelencia académica, y así contribuir a que más talentos universitarios puedan concluir sus estudios.

Mi vivencia como universitario en la Preparatoria Número 9, en Ciudad Universitaria y en la ENEP (hoy FES) Acatlán tuvo un alto relieve, ya que el permanente apoyo al deporte repercutió para que cumpliera mi sueño de ser subcampeón olímpico en los Juegos de Los Ángeles en 1984, en la especialidad de lucha grecorromana; y no se podría entender el haber podido ser medallista en Juegos Centroamericanos y del Caribe, en Juegos Panamericanos y en eventos internacionales, y campeón mundial juvenil sin el respaldo de las autoridades deportivas de la UNAM , del entorno biopsicosocial –que a la distancia, hoy, puedo entender, al haber contado con compañeras, compañeros, maestras y maestros– y del equipo de lucha, que siempre me otorgó la posibilidad de continuar a pesar de las dificultades de carácter deportivo que se enfrentan: lesiones, frustraciones pasajeras, limitaciones económicas, entre otras. Por esto destaco también que la dirigencia de mi deporte ha sido mayoritariamente de líderes universitarios que han reconocido la presencia histórica de esta disciplina en los Juegos Olímpicos tanto antiguos como contemporáneos y que, a nivel nacional e internacional, la lucha sigue siendo una disciplina eminentemente universitaria.

Al aparecer en 1993, y con el paso del tiempo y de la vida, la Fundación UNAM ha generado un lazo de amistad entre quienes han concurrido en la educación media y superior, y las nuevas generaciones, que han encontrado aliados internos y externos en beneficio de consolidar un capital humano e intelectual al servicio de México y del mundo. Recientemente, he tenido la oportunidad de coadyuvar en un convenio de colaboración entre la UNAM  y el Comité Olímpico Mexicano a efecto de que, mediante acciones específicas, se fortalezca el acervo histórico de la presencia en los Juegos Olímpicos de México 1968, su estadio olímpico y la enorme infraestructura deportiva con la que cuenta la UNAM. En este año de Juegos Olímpicos y Paralímpicos de París 2024 se hace absolutamente vigente la posibilidad de seguir promoviendo los valores olímpicos, que son idénticos a los valores universales, en la comunidad universitaria y así también convocar a grandes proyectos que ubiquen al deporte y la cultura física como una poderosa herramienta de prevención de adicciones, de generación de una cultura de autocuidado de la salud, una cultura de protección al medio ambiente y una cultura cívica de la paz, bajo la premisa transversal de que el deporte tiene que estar vinculado a la educación, salud, bienestar, economía, medio ambiente y seguridad pública. Si tuviera que resumir la relación entre la unam y yo, podría decir que no sabría entender mi existencia ni la de mi familia sin sus aportaciones académicas, culturales y deportivas.

Como decía Jean de La Bruyère, escritor francés: “El único exceso que nos podemos permitir es el de la gratitud”. Así que, Fundación UNAM, ¡muchas gracias!

Director general de la Fundación Alfredo Harp Helú para el Deporte

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