La historia de cuento de hadas en la que el mexicano, como un príncipe azul, “salvó” a Gabriela Mistral, quien como Cenicienta dejó su cruel vida en Chile, en 1922, para ser traída a México a integrarse a la cruzada educativa y cultural que había arrancado un año antes, es falsa. La realidad es que la maestra, poeta y diplomática chilena ganadora del en 1945 trabajó afanosamente desde 1916 para convertirse en “amiga oficial” de México, así lo asegura su biógrafa, Elizabeth Horan, en Mistral, una vida. Sólo me halla quien me ama. 1889-1922 (Lumen, 2024), el primero de tres tomos de una ambiciosa biografía crítica de quien es una de las poetas esenciales de la literatura hispanoamericana moderna.

La profesora, editora, escritora y traductora estadounidense que se ha dedicado a la investigación de biografías, archivos y correspondencias literarias, en especial se ha centrado en la vida y obra de Mistral, en este primer tomo de la biografía tira varios mitos en torno a la figura de Gabriela Mistral, a quien define como una mujer muy inteligente, de férrea voluntad y astuta, que con firmeza supo enfrentar un mundo adverso, sobreponerse a una infancia de pobreza y alcanzar una influencia intelectual a nivel mundial.

“Hay muchos mitos alrededor de Mistral, uno y muy fuerte es el del príncipe azul en su vida. Vasconcelos sería el caso más conocido entre los mexicanos, priva la idea de que ella es como una especie de Bella Durmiente que Vasconcelos, el príncipe azul, había descubierto y la había traído a México, a la , para darle impulso”, afirma Horan, quien dice que la correspondencia con varios de sus amigos y con escritores mexicanos confirman que esa idea no es correcta.

Visita de Gabriela Mistral a Texcoco, en 1922. Archivo EL UNIVERSAL.
Visita de Gabriela Mistral a Texcoco, en 1922. Archivo EL UNIVERSAL.

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“La verdad es que Gabriela Mistral cultivó una serie de amistades con diplomáticos mexicanos y ella los ayudó según sus necesidades; es decir, cultivó esa invitación desde 1916, cuando ella decía en una carta enviada a Amado Nervo, que México debiera tener una mejor representación de su grandeza al mundo”, señala Horan, quien documenta que desde 1916 Mistral había comenzado a tejer una relación con México a través de los intelectuales. “Ella veía que esto sería su oportunidad por eso comenzó de cultivar una fuerte relación”.

En esa búsqueda de convertirse en “amiga oficial” de México, Gabriela Mistral —cuyo verdadero nombre es Lucila Godoy Alcayaga, nacida en el Valle de Elqui, Chile, el 7 de abril de 1889— comenzó a cultivar una correspondencia profunda con cinco poetas-diplomáticos mexicanos: Amado Nervo, en 1916, y Enrique González Martínez, desde 1918; y a partir de ellos estableció lazos de amistad con los diplomáticos: Genaro Estrada, Antonio Castro Leal, y con el filósofo Antonio Caso, a quien conoció cuando el mexicano visitó Chile.

“Este cuerpo de diplomáticos mexicanos la sometió a una serie de pruebas sobre su disposición para promover la imagen de México en los últimos años de la Revolución. Mistral las pasó todas.”, escribe Horan en el libro de 469 páginas en el que revisa a profundidad los primeros 33 años de la vida de la autora de Tala y Desolación. Un periodo que corta justo en 1922, cuando la poeta, diplomática y pedagoga chilena llega a México para sumarse a la cruzada de Vasconcelos en la SEP, a través de la instalación de una escuela modelo rural, la implementación de bibliotecas públicas, trabajo en escuelas indígenas y la edición del libro Lecturas para Mujeres y el proyecto colectivo Lecturas clásicas para niños.

Gabriela Mistral durante la fiesta que le ofrecieron al interior de la escuela que llevaba su nombre. Archivo EL UNIVERSAL.
Gabriela Mistral durante la fiesta que le ofrecieron al interior de la escuela que llevaba su nombre. Archivo EL UNIVERSAL.

El impulso desde México

Muchas fueron las búsquedas, las luchas y batallas que dio Gabriela Mistral para convertirse en una de las máximas plumas de la literatura hispanoamericana siendo mujer en un tiempo donde no fue fácil para las mujeres ni para las escritoras hacer carrera, destacar y crear una obra que la llevara a ser la primera persona de Latinoamérica en obtener el Nobel de Literatura.

Horan dice que Mistral tuvo su primer empuje mundial “aquí en México, cuando llegó a trabajar con Vasconcelos y a trabajar y publicitar la Revolución Mexicana y la época postrevolucionaria. En estos primeros 33 años que reviso en el libro son muy importantes para conocer desde cuánta pobreza realmente ella venía, que creció sin su madre; tuvo padre, pero él salió antes de su tercer cumpleaños y ella no podía ir a la escuela después de los 10 años, no tenía ninguna credencial educacional, pero pudo convertirse en una celebridad educacional gracias a México, parcialmente”.

La académica de la Universidad Estatal de Arizona reconoce que, además, Mistral fue el primer escritor y escritora que se declara mestiza en el siglo XX. “Eso no lo hizo en Chile, porque no era posible declararse mestiza en forma pública en esos años, era imposible pensarlo, pero después de haber vivido en México, de vivir la época postrevolucionaria mexicana y trabajar a la par con Alfonso Reyes, en Francia, y tener muchos amigos mexicanos, ella llega a declararse abiertamente mestiza y la influencia de México fue muy importante en eso”, indica.

Y reitera la cadena de poetas diplomáticos que la aprobaron antes de ser invitada por Vasconcelos a México: Antonio Caso, Enrique González Martínez, Antonio Castro Leal, Amado Nervo. “Ellos escribieron a Vasconcelos recomendándola, siempre está el cuento que hemos tenido en la historia de que fue Vasconcelos quien la escogió, pero yo documento que los poetas-diplomáticos la escogieron y la recomendaron a Vasconcelos, y él la aceptó porque veía que sería una buena promotora del sistema educativo que él trataba de establecer”.

Gabriela Mistral fue determinante para México, para las escuelas y el sistema educativo que impulsaba Vasconcelos, pero también fue determinante para el periodismo. Comenzó a publicar a los 15 años; cuando llegó a México ya traía 13 años de experiencia en el periodismo, además de más de 13 años en la enseñanza pública, “ella trabajaba en ambos campos y cuando escribió a Amado Nervo, en 1916, le dice que México no era un país tan solo de revoluciones, sino un gran país y maltratado por Estados Unidos”. Su ejercicio periodístico lo ejerció ampliamente en varios periódicos, incluido EL UNIVERSAL.

“Mistral escribió alrededor de 800 artículos y su prosa es muy accesible, hasta hoy día es una prosa bien clara, muy interesante, muy viva; ella siempre está pensando en América Latina, en Hispanoamérica. Es una poeta que pertenece a todos los países de habla hispana y cuando ella aceptó el Nobel lo hizo en nombre de los escritores de la lengua portuguesa y española. Es increíble eso, que una mujer viniendo de un valle oscuro y de tanta pobreza llegara a tal punto”, dice Horan.

Mexicana custodia del legado

Otro mito es el tema de la sexualidad que Elizabeth Horan aborda en esta biografía desde lo que llama “las socialidades queer”, que Horan define parte de su disidencia sexual que, asegura, está de manera evidente en sus escritos y se puede leer en sus cartas. “Ella usa códigos como los nombres de conocidos hombres, usa el nombre del escritor Enrique Gómez Carrillo, nombra a Oscar Wilde, nombre a Walt Whitman, usa esos nombres en sus cartas para indicar a sus amigos, que son hombres, que ella conoce su secreto y que ella lo comparte”.

La poeta tuvo tres secretarias muy cercanas: Laura Rodig, pintora chilena con la que llegó a México en 1922; la diplomática mexicana Palma Guillén, quien por años custodió su legado y fue su heredera literaria; y la estadounidense Doris Dana, a quien dos meses antes de su muerte, el 10 de enero de 1957, nombró en su testamento como albacea y heredera principal, y quien asumió, dice Horan, el papel de “la viuda literaria”, pese a que Guillén fue su amiga fiel y discreta más de tres décadas y quien ocupará un lugar central en el segundo tomo de la biografía crítica que está sustentada en una amplísima investigación documental y de correspondencia del archivo Mistral.

Foto: Especial.
Foto: Especial.
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