La imagen de Frida Kahlo es poderosa y la selfie con ella se multiplica hasta el infinito en las redes sociales. Y lo saben los empresarios de espectáculos.
Frida es el nombre de la nueva exposición en la Ciudad de México en torno de la pintora. Una exposición en el edificio del Frontón México; no está en un museo o en una casa museo sino en un lugar “lúdico y único”. Así es como los creadores del nuevo concepto (Citibanamex, Ocesa, Cocolab) describen su apuesta, que también se oferta como una experiencia inmersiva.
En el segundo día de su apertura, la exposición es visitada por familias enteras, parejas, turistas. Se cumplen los protocolos sanitarios. Durante 45 minutos, los espectadores se introducen a las salas donde las proyecciones coloridas de las imágenes de Kahlo se imponen en el ambiente.
Leer también: ¿De qué sueños ocultos hablan los dibujos de Frida Kahlo?
El juego visual, entre detalles de las pinturas, intervenciones en las mismas y la multiplicación de objetos nacidos en las pinturas: relojes, sillas, calaveras, clavos, corazones, hojas y flores, son captados por los visitantes y de inmediato llevados a sus redes sociales. La proyección funciona como reloj, y el juego de imágenes alcanza su cometido estético y de espectáculo.
Los niños juegan en el piso a saltarse hojas, o interactúan en una pequeña sala con una suerte de “cadáveres exquisitos”; voces femeninas repiten pasajes o escritos de Frida, que vienen de su Diario. La música, creada ex profeso, acompaña toda la visita y marca el paso para ir de una proyección a otra.
Y así, con otras imágenes de sus obras. Que son 26 las obras reproducidas informaron los organizadores. Pero eso no se cuenta al público; salvo por la app, los visitantes, en el recinto, no saben cuáles son esas 26 obras. La app sí brinda una cronología de su vida, y detalla el nombre, año y algo de historia de esas obras. Pero en el espacio al que van las familias, las parejas, los niños, nada describe esas pinturas; ahí es donde la exposición inmersiva se queda corta en ese cometido de “honrar la memoria de la artista Frida Kahlo y celebrar su legado”.
En los últimos años se ha popularizado esa idea de las exposiciones inmersivas en lugares únicos y lúdicos. ¿Sugiere esa idea que el museo no es eso?
Una de esas primeras experiencias inmersivas fue la de la Capilla Sixtina —“ya no necesitas ir al Vaticano para conocerla”—, que se fue de gira por el país; después vino la de Van Gogh Alive y luego las distintas versiones de exposiciones de Leonardo da Vinci, una de las cuales se encuentra en una plaza comercial actualmente. El museo no es el lugar de estas muestras; la de Van Gogh, una exposición que costaba más de $300, estuvo en un espacio público de la Ciudad de México, la explanada del Monumento a la Madre.
Leer también: El legado de Frida Kahlo como fuente de inspiración para las Selecciones Femeniles
Otro punto común de estas experiencias inmersivas es el precio que se paga: es muy alto para la gran mayoría en el país. Por ejemplo, el boleto más económico para la experiencia inmersiva Frida es de $280, mientras que entrar a un museo donde se exhiben obras de Frida Kahlo cuesta $70 en el caso de los del INBAL (gratis los domingos), $50, en el Dolores Olmedo o $100, precio máximo para nacionales en el caso de la Casa Azul. Las experiencias inmersivas, no hay que olvidarlo, no exponen obras originales; y el cobro de la entrada no es para investigar o preservar unas obras.