De la gestación y sus dolores, del útero como primer domicilio, del “mal de amores” en el arte y la medicina pero también de los efluvios del cuerpo, de las decapitaciones, descuartizamientos y otros inconvenientes, y de los virus como la nueva amenaza en marcha, habla el escritor y médico mexicano Francisco González Crussí en su nuevo libro “Mas allá del cuerpo. Ensayos en torno a la corporalidad” ( Grano de Sal, 2021 ), que reúne casi 20 textos --varios de ellos inéditos en español-- que reúne para hablar de mitos, leyendas y ciencia en torno al cuerpo y más allá.
Esta vez, el autor de “Notas de un anatomista”, “Sobre la naturaleza de las cosas eróticas” y “La enfermedad del amor” parte de la metáfora de que todos los órganos del cuerpo tienen su mitología: el corazón, por ejemplo, sería como la alcoba del amor, según Descartes el alma anidaba en la glándula pineal, y la nariz reflejaba el carácter de la persona. Así lo plantea en el libro que se divide en cinco apartados que exploran la anatomía y la biología desde la mirada humanística y creativa.
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“El campo que cubre es muy extenso porque es una compilación de trabajos hechos en diferentes épocas sobre temas muy diversos que tratan sobre el cuerpo; una de las cosas que me inspiró para hacerlo fue una bella metáfora usada por un filósofo y poeta francés Paul Valéry en su ensayo bellísimo: ‘Reflexiones simples sobre el cuerpo’ donde dice de forma poética y metafórica que los seres humanos tenemos más de un cuerpo, de hecho dice que tenemos tres cuerpos y quizás hasta cuatro”, afirma González Crussí en entrevista desde su casa en Chicago.
El patólogo aficionado a la pintura, las letras y la historia que ha hecho una carrera muy sólida en la literatura, alimenta sus exploraciones literarias sobre el cuerpo humano con las leyendas, las religiones y las consejas populares, abreva en los mitos que persisten hoy día en torno a las diversas partes del cuerpo que no han estado lejos de la ciencia médica, a sus conceptos, técnicas de diagnóstico y curas.
Francisco González Crussí (Ciudad de México, 1936) asegura que su obra literaria, que comenzó tarde cuando se lo permitió su trabajo como patólogo en Estados Unidos, a donde llegó como inmigrante, pretende mirar a los seres humanos desde todas sus dimensiones.
“Quería escribir incluso desde antes de estudiar medicina, yo tenía ciertas inquietudes de tipo humanístico, quería leer más allá de la medicina, es decir, la historia, la filosofía, la poesía, las humanidades en una palabra; es lo que he tratado de hacer, a veces me ha resultado bien, a veces no tanto, pero en todo caso esa ha sido mi ambición: tratar de casar, de esposar, de entreverar las humanidades y la medicina, por eso defino mi trabajo como ensayos sobre las humanidades médicas”, afirma el profesor emérito de la Universidad de Northwestern, donde dio clases durante más de tres décadas.
EL LIBRO
Más allá del cuerpo. Ensayos en torno a la corporalidad (Grano de Sal, 2021).
Quien fuera becario de la Guggenheim Foundation y en 2019 recibiera el Premio Internacional de Ensayo Pedro Henríquez Ureña , de la Academia Mexicana de la Lengua, se reconoce parte de una estirpe de médicos-escritores como Francois Rabelais, Anton Chéjov, Somerset Maugham, Williams Carlos Williams y Mariano Azuela.
“Muchos médicos han escrito, pero no hay muchos que hayan tratado de hacer lo que yo he querido hacer con mayor o menor éxito. Cuando se habla de los médicos que escriben generalmente la lista es muy larga, se cita a gente desde Rabelais, en la Edad Media, a Somerset Maugham, el inglés; Anton Chéjov, el ruso, Williams Carlos Williams, el americano; Mariano Azuela, el mexicano, hay una larga serie pero hay que tener en cuenta que no están todos en un plano de igualdad”, señala González Crussí.
El también autor de “Tripas llevan corazón”, “El rostro y el alma” y "Las folias del sexo” asegura que varios de esos escritores se dedicaron más a escribir y son pocos los que trataron de hacer la práctica médica; Mariano Azuela, por ejemplo, tenía un consultorio en las calles de Tacubaya y él narra en algunas páginas autobiográficas cómo entre paciente y paciente se ponía a escribir sus novelas.
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“Chéjov era un magnífico escritor de la vida cotidiana de aquel tiempo, en el siglo XIX, decía Chéjov con un poco de cinismo que para él la medicina y la literatura eran como la esposa y la amante, fíjese nada más qué descaro, cuando se aburría con una se iba con la otra. El único que yo creo que sí lo hizo en la prisión enorme de la medicina americana actual, fue William Carlos William, que escribió mucha poesía”, afirma González Crussí.
El ensayista asegura que “Más allá del cuerpo” es su libro más querido porque recoge textos que no se conocían, que no habían sido recogidos en libros y que no estaban en español, pero además porque él es el traductor de todos y al ver completa la antología le permitió darse cuenta de cuánto le sirvió ese bagaje humanista que tenía desde joven, “como médico se ve el cuerpo y se ven las enfermedades, pero no se ve más allá del cuerpo; el médico debe ser humanista, debe ser altruista, tener empatía por el paciente , tener comprensión por su dolor y su situación familiar ”.
Dice que para él no había mucha oportunidad de ponerse a escribir en Estados Unidos: “Llegado como inmigrante y trabajando en el laboratorio de patología del hospital donde los otros compañeros médicos trabajan como demonios, no hay un momento de descanso y si hay un momento para leer es para leer las revistas especializadas en medicina, así que no había mucha oportunidad de escribir, por eso tardé mucho tiempo en hacer lo que quería hacer desde joven”.
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El autor de decenas de artículos académicos y de numerosos ensayos literarios asegura que de vez en cuando le robaba tiempo a la medicina, pero siempre con un poco de remordimiento pues pensaba que debería estar leyendo el “American Journal of pathology” , pero en lugar de eso sacaba un libro de ensayos de Paul Valéry, además tardó un tiempo en aprender el inglés a un grado suficiente para ensayar con el lenguaje literario.
“Yo intenté lo que pude y tardíamente, como afortunadamente mis primeros trabajos recibieron una acogida muy calurosa de la crítica, incluso a nivel internacional, mis jefes fueron un poco más indulgentes conmigo, porque decían: ‘Lo estás haciendo tan bien que el nombre de la Universidad de Northwestern y del departamento de Patología aparece citado’. Así fue como desarrollé mi trabajo y mis pensamientos sobre el cuerpo”, concluye el más humanista de los médicos y el más científico de los escritores.