En México, el ha sido una tarea compleja, con vaivenes, con momentos de mejores resultados y épocas de ausencia o desinterés. Ha habido planes y estrategias con diseño, se ha desarrollado un Programa Nacional de Lectura en diferentes administraciones; incluso se ha intentado medir su impacto a través de una Encuesta Nacional de Lectura, en 2006, y una más, levantada seis años después. Hubo un gran impulso al Programa Nacional de Salas de Lectura, que está cerca de cumplir 30 años de historia y en momentos superó los 3 mil 800 espacios abiertos en todo el país; han promovido Libro Clubes... sin embargo, la falta de continuidad ha llevado a varios de esos proyectos a un bache y a la ausencia, en esta administración, de un Programa Nacional de Lectura bien delineado, con ejes, estrategias y planes.

Entre 2018, cuando inició la gestión del presidente Andrés Manuel López Obrador, y este 2024, cuando la concluye el próximo 30 de septiembre, ha habido una disminución de 6.8 puntos porcentuales en el número de lectores en México, es decir, en 2018, cuando la llamada Cuarta Transformación llegó, 76 de cada 100 mexicanos declaraban ser lectores, mientras que, seis años después, en 2024, sólo 69 de cada 100 mexicanos dicen leer. Estos resultados dan cuenta del fracaso que en materia de fomento a la lectura tuvo esta administración.

Según estos datos estadísticos sobre la condición de lectura en México, provenientes del Módulo sobre Lectura (Molec) que desde 2015 levanta el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) entre la población alfabeta, de 18 años y más, en áreas urbanas de 32 ciudades del país, la lectura entre los mexicanos va a la baja por número de lectores, pero también se ha estancado en libros leídos en promedio al año. En 2018, a su llegada, los mexicanos leían 3.1 libros al año y en este 2024, el promedio es de 3.2 libros, que representa el año más bajo del sexenio, muy por debajo del 3.9 libros en promedio leídos en 2022, que ha sido la mejor estadística desde 2015. Datos que corroboran la ausencia de una estrategia para promover la lectura, salvo acciones como remates y “tendederos” de saldos, una colección de folletos a bajo costo, libros de regalo, conversaciones vía streaming, en radio y televisión pública, que pese a todas las horas de exhibición no han logrado convertir a México es un país lector.

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El 27 de enero de 2019, en Mocorito, Sinaloa, a casi dos meses de su llegada, el presidente Andrés Manuel López Obrador lanzó la Estrategia Nacional de Lectura, que cinco meses después, el 26 de junio de 2019, fue de nueva cuenta presentada por el Presidente, en Palacio Nacional, en un evento en el que anunciaron la presentación de los ejes de un programa que iba a trabajar “a partir de una política nacional unificada para replantear el modo en que los ciudadanos acceden a los libros y lograr que la lectura sea un acto placentero que contribuya a la paz”. Sin embargo, esa iniciativa que suponía un trabajo transversal entre secretarías e instituciones, se ha quedado apenas en eventos masivos denominados Fandangos por la Lectura, que se hacen de cuando en cuando en distintas ciudades del país, así como el Premio a Primera Novela en colaboración con Amazon y algunos videos que suben a redes sociales donde funcionarios de la 4T leen un poema o un fragmento de un texto narrativo.

Hoy, esa Estrategia Nacional de Lectura que dependía de la Presidencia de la República como parte de la Coordinación Nacional de Memoria Histórica y Cultural de México, cuya presidenta honoraria era la señora Beatriz Gutiérrez Müller, está en el limbo y en vías de ser incorporada a la Secretaría de Educación Pública. Pero sobre todo se quedó en un ornamento, no sólo porque quien está al frente de dicha Coordinación, Eduardo Villegas Megías, se fue como embajador de México ante Rusia, sino también y sobre todo porque en realidad el fomento a la lectura en el país quedó en manos de Paco Ignacio Taibo II, director del Fondo de Cultura Económica, que absorbió a la Dirección General de Publicaciones de la Secretaría de Cultura, así como a la red de Librerías Educal, que también estaba en Cultura, y cuya fusión no se ha concretado. Además continuará en el cargo por seis años más.

Octavio Heredia, director general adjunto de Encuestas Sociodemográficas del Inegi, asegura que “los 65 sobre 100 de la última encuesta, eran 84 en 2015. Lo que el Módulo, por lo pronto, está dando como dato principal, digámoslo así, es que está observando que a lo largo de todos estos años ha habido una disminución de prácticamente 14.6 puntos porcentuales de los lectores”. Además, agrega, la cúspide fue 2022 con 3.9 libros leídos en promedio (que tuvo que ver todavía con el encierro por la pandemia), dato que disminuye a 3.4 en 2023 y ahora es 3.2 en 2024.

Heredia asegura que las radiografías que hacen desde el Inegi es para mostrar el fenómeno en una temporalidad dada, “lo que toca ahora, efectivamente, a los hacedores de política pública y a los encargados de todo este tipo de temáticas, pues es analizar la información y analizarla también en el marco de las acciones que van implementando día a día para el fomento de la lectura”, sin embargo, los datos, mediciones y estadísticas no son algo que le interese al director del Fondo, aunque sea quien tiene a cargo la política de fomento al libro y la lectura.

Para el poeta, ensayista y estudioso del fomento a la lectura, Juan Domingo Argüelles, “no hubo tal Estrategia. El sexenio está por terminar y nadie vio tal Estrategia. A lo mejor fue una estrategia decir que se pondría en marcha una Estrategia. Se habló de ‘un México donde no sólo las bibliotecas estén llenas, sino que tengamos un México reflexivo hacia su pasado, su presente y su futuro’. Los lugares comunes de siempre, pero más vacíos. No se hizo nada de eso. Estamos peor que antes”.

Peor aun, dice, que no ve ninguna posibilidad de que nada vaya a cambiar mientras no cambien los propósitos y las prácticas de un gobierno que no es otra cosa que el continuismo del anterior: “Chango viejo no aprende maroma nueva. Por tanto, serán las mismas maromas, y seguramente si se presume que tenemos un sistema de salud como el de Dinamarca, pronto se ostentará que tenemos un mundo de lectores como en Finlandia”.

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El autor de ¿Qué leen los que no leen? y Escribir y leer: con los niños, los adolescentes y los jóvenes dice que con los resultados del Molec queda claro, evidenciado por el propio Inegi, que “se fracasó porque todo fue discurso. Hubo una disminución en la cantidad de libros leídos per cápita en México, pero no de todos los libros ni de todo los autores: AMLO y Taibo II aumentaron sus ventas”.

Argüelles afirma que “Taibo II no es un editor de libros, sino de folletos y cuadernillos y eso mismo es lo que ha hecho en el Fondo de Cultura Económica y, por lo visto, lo seguirá haciendo otro sexenio más”, además dice que hoy sus líneas no son editoriales, sino ideológicas. “Su catálogo sexenal no es plural, sino monolítico”.

También, en su singular plan de fomento a la lectura, Taibo II dejó de apoyar las ferias de libros; desdibujó la Feria Internacional del Libro Infantil y Juvenil, el Programa Nacional de Salas de Lectura y la promoción del libro en espacios culturales y escuelas, sin llegar a públicos de todas las edades, aunque siempre fue mencionado en las acciones de gobierno del Presidente.

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