La Ciudad de México no es la Ciudad lectora que en octubre de 2021 se propuso construir la jefa de gobierno Claudia Sheinbaum mediante 22 acciones del “gran plan de fomento a la lectura para la capital” que estarían a cargo de la Secretaría de Cultura de su gobierno en colaboración con el Fondo de Cultura Económica (FCE). Una estrategia que no ha prosperado, dicen analistas, porque carece de un plan y de una clara política pública de fomento a la lectura; pero también porque se trata de acciones improvisadas y no planeadas, cuyas dos actividades principales de la Ciudad: la Feria Internacional del Libro del Zócalo y el Gran Remate de Libros, las han dejado en manos de la Brigada para Leer en Libertad, organización a cargo de Paloma Sáiz, esposa de Paco Ignacio Taibo II, el director general del Fondo de Cultura Económica.
A prácticamente tres años de distancia de la puesta en marcha del programa Ciudad lectora, en la que el gobierno de la Ciudad de México aportó, de arranque, 5 millones de pesos para la adquisición de ediciones al Fondo de Cultura Económica, la instalación de “miles de clubes de lectura y salas de lectura en la capital”, reparto de libros gratuitos en 60 colonias con menores recursos, así como formación de libro clubes en las oficinas y centros de trabajo del Gobierno capitalino, lanzamiento de la subcolección “Ventitos del pueblo”, con cuatro títulos del FCE con tirajes de 40 mil ejemplares, esa propuesta se quedó en el aire.
Alejandra Quiroz, bibliotecaria, editora y analista de la promoción a la lectura, asegura que la Ciudad de México se mantiene estancada en el tema del fomento a la lectura, pues no ha tenido un enriquecimiento en ese aspecto y en realidad es un poco más de lo mismo.
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“Qué bueno que hay eso, peor que no haya nada, pero creo que todavía se pueden probar otras fórmulas, se puede, sobre todo, apoyar de forma más decidida a las librerías, se puede impulsar una compra de acervos para renovar las colecciones tanto de los PILARES como de las bibliotecas públicas de la Ciudad. Hay mucho trabajo por hacer, creo que faltan mucha gente verdaderamente enterada de las políticas del libro de la lectura para tomar esas decisiones, impulsarlas y concretar planes para el bienestar y el fortalecimiento de las competencias lectoras de la ciudadanía y también el robustecimiento de la cadena del libro”.
Y es que la realidad es que hubo poco de nuevo en el programa de Ciudad lectora. Por ejemplo, los clubes de lectura fue una estrategia lanzada en la Ciudad en 1998, que en julio pasado acaba de cumplir 26 años de una historia de altas y bajas. En sus mejores tiempos alcanzaron casi mil libro clubes en la capital, y en la actualidad apenas llegan a 162, y para los cuales ha habido convenidos de compra con el FCE. A esa editorial del Estado mexicano el Subsistema de Educación Comunitaria de Puntos de Innovación Libertad, Arte, Educación y Saberes (PILARES) también le adquirió 60 mil libros para las y los talleristas, quienes se encargarán de dirigir los clubes de lectura en los PILARES.
Justo, el analista cultural y legislativo, Arturo Saucedo, cuestiona cuatro aspectos del fomento a la lectura en la Ciudad de México: la ineptitud porque no pudieron mantener una estrategia en el fomento a la lectura, la concentración en hacer ferias o remates de libros, el regalo de libros a diestra y siniestra, pero sin estrategia, y el dejar en manos de la esposa de Paco Ignacio Taibo II —y del propio Taibo a través del FCE— la organización de estas ferias.
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“Estamos en los tiempos de que se hace todo lo que diga Paco Ignacio Taibo y la Brigada para leer en libertad y lo que ellos buenamente liberen de los saldos del Fondo, de lo que fue Educal o de lo que compran a la editoriales privadas, ¿ellos van a tener el monopolio?, pues me parece espeluznante, aparte de que las ferias reciben recursos públicos y ellos venden los espacios y los cobran, entonces es irregularidad tras irregularidad. Los que dijeron que son honestos, pues ya nos salieron más corruptos que los corruptos, y el resultado es eso que estamos viendo: un derrumbe de los índices de lectura y del consumo del libro”, asegura Saucedo.
Una de las 22 acciones de Ciudad lectora, firmada por Sheinbaum y Taibo —que, por cierto, ha sido ratificado por la presidenta electa para estar otros seis años al frente del Fondo de Cultura Económica—, también establecía “apoyar la operación de la Brigada para Leer en Libertad con el objetivo de extender la Feria Internacional del Libro (FIL) del Zócalo”, a otros espacios y alcaldías de la Ciudad de México.
Arturo Saucedo señala que todas estas cuestiones que son necesarias para fomentar el libro y la lectura son completamente ajenas al gobierno de Sheinbaum y a las acciones que ha dejado, casi como en un monopolio, a Paco Ignacio Taibo, quien, dice, está absolutamente fuera de este siglo. “Lo que no entienden es que debe haber políticas de Estado y que cada peso que se gasta en una actividad debe de corresponder a una política pública en materia de cultura que tenga indicadores precisos que puedan dar cuentas, rendir cuentas de ese peso, de ese millón, de esos miles de millones, que rindan cuentas sobre los resultados que tienen en políticas culturales, en la medida que vemos el resultado, este resultado que nos da el INEGI, pues entonces vemos que en realidad todas estas ideas, todas estas cuestiones sentimentales han provocado lo contrario”.
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Quiroz considera incluso que la Ciudad de México sólo vive de la fama de ser la capital, una capital de vanguardia, con muchos puntos de venta de libros, muchos puntos de lectura del libro, incluso con muchas presentaciones editoriales que básicamente se concentran en la ciudad, pero concibe que ha habido experiencias más significativas en Querétaro, Morelia y Oaxaca, incluso en Monterrey y Veracruz que está teniendo acciones importantes.
Arturo Saucedo insiste en que el asunto es cómo se desarrollan los procesos de lectura en diferentes ámbitos y cómo se atienden con políticas de Estado y no con ocurrencias, “son puras ocurrencias, como la propuesta de Taibo de regalar un millón de libros en el Zócalo, es la cosa verdaderamente más espeluznante y estúpida que le puede pasar a los libros. Tú imagínate que alguien regala un millón de volantitos en Madero y en el Centro Histórico y verás cuánta basura se genera en un solo día. Tradúcelo a libros, verás el desastre. Porque si la gente no te solicita algo, no tiene por qué quedárselo”, asegura el analista.
Tanto Arturo Saucedo como Alejandra Quiroz subrayan la falta de políticas públicas en materia de fomento a la lectura, pero también señalan los pobres resultados en ese trabajo, como consta en los datos estadísticos sobre la condición de lectura en México provenientes del Módulo sobre Lectura (Molec), que desde 2015 levanta el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), y que muestran que desde 2018, cuando comenzó esta administración de la llamada Cuarta Transformación, tanto a nivel federal como de la Ciudad de México, ha habido una disminución de 6.8 puntos porcentuales en el número de lectores en México. Es decir, en 2018, 76 de cada 100 mexicanos declaraban ser lectores, mientras que, seis años después, en 2024, sólo 69 de cada 100 mexicanos dicen ser lectores; números que dan cuenta del fracaso que en materia de fomento a la lectura tuvo esta administración.
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Sin embargo, el futuro inmediato continuará por el mismo rumbo. La próxima jefa de gobierno de la Ciudad de México, Clara Brugada, propuso en abril pasado hacer de la CDMX “la más lectora”, con bibliotecas en escuelas públicas y Apps para leer en el transporte público. Brugada se comprometió a dar continuidad a todas las ferias del libro de la Ciudad para promover que la lectura llegue desde Milpa Alta hasta el corazón de Polanco.
A ella le tocará la próxima edición de la Feria Internacional del Libro del Zócalo, en octubre, que coordina la Brigada con Paloma Sáiz.