Ciertamente la UNAM es mi Alma Mater, aunque debo reconocer que lo es por voluntad propia y por adopción, ya que cursé mis estudios de Historia del Arte en la Universidad Iberoamericana.

No tengo que cavilar mucho para reconocer y agradecer que la UNAM y sus valores —como el respeto irrestricto a la libertad intelectual, la equidad, la inclusión y la responsabilidad social— hayan constituido para mí un parteaguas y una inspiración en mi devenir profesional al frente de instituciones culturales.

Tal vez presentí mi relación con la UNAM antes de estar en el campus C U. Durante mi formación, ilustres universitarios, como Beatriz de la Fuente, Rita Eder y Fausto Ramírez, fueron mis maestros. Distinguidos académicos, particularmente miembros del Instituto de Investigaciones Estéticas, estuvieron presentes, de un modo u otro, durante mi gestión al frente del Museo Nacional de San Carlos y del MUNAL, como autoridades y como entrañables consejeros, colegas o colaboradores.

Pero debo precisar que, a propuesta del doctor Gerardo Estrada, en 2004 el entonces rector, Juan Ramón de la Fuente, me conminó a salir de mi zona de confort en el INBAL, invitándome a conceptuar y cofondear el que sería el Museo de Arte Contemporáneo de la UNAM y, en paralelo, a conformar la primera colección pública razonada de nuestro país de esta temporalidad.

Este museo debía retomar la tradición plástica del MUCA Campus y migrarla a la vanguardia para completar el plan maestro del prestigiado Centro Cultural Universitario, donde, desde los 70 del siglo pasado, concurren el cine, las artes escénicas, la música y la literatura en instalaciones de primer nivel.

La que se percibía como una titánica tarea no lo fue tanto, pues siempre encontré el irrestricto apoyo de las varias instancias de la UNAM, de su Patronato y, dos años más tarde (en 2006), de Fundación UNAM A. C. El triunvirato fue fundamental para la exitosa creación y puesta en marcha del Museo Universitario Arte Contemporáneo (MUAC) en noviembre de 2008, y también para lograr lo que durante décadas parecía imposible en el ámbito de la historia del arte y la arquitectura moderna mexicana: el rescate y adquisición, en 2006, del Museo Experimental el Eco.

Estas líneas no serían suficientes para testimoniar los numerosos programas con los que, a favor del Eco, del MUCA Roma y del MUAC, participó Fundación UNAM A. C. durante mi gestión al frente de la Dirección de Artes Visuales. Ahora, desde mi titularidad en la Cátedra Internacional Inés Amor en Gestión y Políticas Culturales, Fundación UNAM A. C. será un aliado fundamental para, en breve, emprender un inédito estudio socio-antropológico que pone al centro a los jóvenes de educación media superior, indagando los significados, representaciones, usos y vivencias que tienen con la cultura en general y, en particular, con el entorno cultural de la UNAM.

No quisiera cerrar estas palabras sin mencionar que Fundación UNAM A. C. es un paradigma de la acción filantrópica en nuestro país. Ajena al patrocinio contractual, su motor no es otro que ser un brazo de nuestra Universidad para procurar el bien común de las y los universitarios, y buen puerto de sus iniciativas.

Titular de la Cátedra Internacional Inés Amor en Gestión y Políticas Culturales

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